Lonccos Underground

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Imagen: 2nd St. tunnel, Los Angeles. http://www.myspace.com/andreajeanjames/blog

Algo que se temía y que rogábamos por su total desvanecimiento, acaba de renacer en boca del alcalde provincial, al anunciar la inminente construcción de un túnel de casi 1,5 km que recorrerá las entrañas de la Av. Ejército. Esta nueva faena, parte de una improvisada lista de obras que han emergido out of the blue en las mentes de algunos servidores públicos, es una de las tantas que pretenden resolver, o por lo menos aliviar, la álgida situación por la que atraviesa el tema de la movilidad y la accesibilidad urbana en nuestra ciudad.

Mientras antes había que esperar a morirse para estar bajo tierra; ahora, ya no habría que esperar tanto, ni habría que morirse, para experimentar la noche en pleno día, gracias a la llegada a Arequipa de lo último de la moda en materia de túneles urbanos.  Si bien existen ciudades con extensas redes de calles y espacios públicos subterráneos, como Helsinki -primera ciudad del mundo en contar con un Plan Director exclusivo para su red de calles subterráneas-, o como Toronto y su PATH de 28 km de calles subterráneas conectando centros comerciales y oficinas, en ambas ciudades debido a sus climas invernales; aquí en Arequipa, las razones (o sinrazones) son arenas de otra playa. Sin ánimo de discutirle a don Florentino, qué otras alternativas de solución se habrían barajado y qué razones habrían tenido para quedarse finalmente con la idea del túnel (mal llamado “viaducto”); por lo menos, nos gustaría saber, al detalle máximo permisible, algunas de las características de la idea de solución, con el único afán de cultivar la buena y sana costumbre de contar con una ciudadanía bien informada.

Para evitar repeticiones -y metidas de pata-, estamos, desde ya, muy ansiosos en conocer el EIA, así como saber qué medidas se piensan tomar, en caso, -quien sabe pudiera ocurrir-, que la TBM se encuentre con un cementerio prehispánico o canales preincaicos, en su trayecto subterráneo.  Saber qué medidas de mitigación se piensan tomar por los previsibles daños ocasionados por las tremendas vibraciones que dañarán edificios colindantes a la obra. Ni qué decir de las redes de agua y desagüe que cruzan la avenida Ejército, junto con las recientes canalizaciones pluviales que generarán una mayúscula cefalea a escala urbana.

Es bastante claro –y para mí, desconcertante- que será el movimiento del arbolito (ese que pinta todo de verde) el que se encargará de talar, sin piedad alguna, los más de 100 añosos árboles que hoy viven apacibles en dicha avenida y cuya desaparición generaría un impacto ambiental adverso, e irreversible, y poco mitigable mediante un dudoso repoblamiento forestal en otra parte de la ciudad; pues dichos árboles son necesarios allí mismo y no allá donde se los quiera reponer. Demás está adelantar que repondrían plantones y no árboles adultos; por lo que, en todo caso, tendríamos que esperar 30 años para volver a gozar de servicios ambientales parecidos a los que hoy nos brindan.  Se animarán en seguir las normas paisajísticas más modernas y prepararán los árboles para un delicado y costoso trasplante, o decidirán por lo barato y simple: talarlos a media noche, una noche muy oscura?

Y con respecto al proyecto mismo, cumplirá con los estándares internacionales como los que cumplirá su gemelo, el Hubertus Tunnel en La Haya? Contará con ventiladores y  salidas de emergencia a razón de 10 por cada kilómetro? Cuánto costará iluminar el túnel las 24 horas del día? Tendrá un drenaje que funcione en medio de apagones, tormentas eléctricas y lluvias torrenciales? Tendrá un centro de control con cámaras CCTV? No dudamos que el proyectado túnel será moderno, muy moderno, pero no siempre lo moderno funciona bien; como es el caso de una edificación semicircular recientemente inaugurada en las inmediaciones de un olvidado parque dedicado al ciudadano Mariano Melgar.

Con esto quiero decir que habremos de estar muy atentos para seguir, metro a metro, el desarrollo de esta carísima y aparentemente innecesaria obra, en la que los mayores beneficiados resultarían siendo, invariablemente,  los constructores; a menos, claro está, que la ciudadanía tenga acceso al estudio costo-beneficio, y podamos, recién, consentir iniciarnos en esta nueva faceta como cultores lonccos underground.

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