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Arequipa

Alto, pare, respete

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Un día cualquiera te trasladas a pie por la calle y aunque parezca broma, te suceden cosas que se han convertido en el pan de cada día pero que no deberíamos dejar que entren en la clasificación de “normalidad”. El peatón la sufre y no hay quien entre en su defensa.

En la vía pública todos deben cumplir con normas que nos permitan convivir con libertad y respeto. Pero hay quienes desconocen o no tienen la voluntad de reconocer este simple principio de coexistencia. En la jungla urbana hay una eterna pugna, la del peatón contra el conductor, la del peatón contra la señalización inexistente, la del peatón contra los semáforos ciegos a sus necesidades. Pero sobre todo, la del peatón que no le importa a nadie.

Las esquinas son consideradas como los pasos establecidos para que un peatón cruce de un lado a otro de una vía. El sólo hecho de que un ciudadano esté en espera en una esquina, tratando de cruzar, ya debería ser un indicador para que los conductores detengan sus autos y cedan el paso. Esto sucede en muchos países, pero no en el Perú. En nuestro país el que tiene la preferencia es el más vivo. Son muy pocos los conductores que se detienen en esquinas que no tienen pintado el paso de cebra. Y en esquinas donde las líneas sí están pintadas también escasean los ciudadanos en auto que se dan cuenta de su deber cívico. Hay, pero son pocos.

Los semáforos son otra parte de esta estresante historia. Hay intersecciones donde el paso de un lado a otro es imposible. El peatón sólo logra llegar a ciertos tramos haciendo un recorrido más largo, de lo contrario estaría exponiendo su vida. Y aunque parezca ordenado, la verdad es que hay muchas avenidas donde cruzar demanda todo un plan estratégico, por tiempo y seguridad. En Arequipa necesitamos más pasos peatonales aéreos que solucionarían el traslado de una gran cantidad de personas a pie.  Es un hecho que en muchas zonas se ha pensado más en la circulación de autos que en la de personas. Teniendo en cuenta además, que no se habla de un tema práctico, sino de seguridad y protección de la vida.

Ahora bien, la cosa se pone peor cuando ya no hablamos solamente de las omisiones cometidas por los choferes. Muchos de ellos, taxistas, combistas o particulares de todo NSE, muestran una actitud agresiva hacia los peatones. Bocinazos, gritos, aceleradas y metidas de carro denotan una clara intención de querer perjudicar a otro ser humano que a todas luces está en total desventaja frente a la máquina. El conductor muestra su supremacía con este tipo de conductas y no sólo cuando está en movimiento. Actualmente las dimensiones de ciertas marcas de automóviles han aumentado, pareciera que los espacios para estacionarse en la vía pública no son suficientes. ¿Cómo lo solucionan algunos conductores irrespetuosos? Estacionando sobre las veredas e incluso sobre pasos de cebra, en ciertos casos obstruyendo íntegramente el paso destinado al peatón. Ninguno de ellos se pone a pensar en las personas de avanzada edad, mujeres embarazadas, madres con hijos en coche o discapacitados para quienes una situación así representa un doble problema y peligro. Ni caen en la cuenta de que ese lugar no les corresponde y que si no hay espacio libre lo tienen que resolver sin atropellar los derechos de otros ciudadanos.

El espacio público tiene normas y deben cumplirse. El jalón de orejas va definitivamente para nuestras autoridades que se hacen los de la vista gorda o aparecen de forma intermitente. Miles de infracciones y atropellos cívicos cada día generando malestar y peligro entre los más vulnerables sin que haya alguien a quien recurrir en el acto. Caos, irreverencia, desacato, criollada. La cultura de la frescura y el egoísmo, la filosofía de “primero soy yo, el otro me importa un bledo” campean en nuestras calles haciendo evidente, una vez más, que seguimos retrocediendo en cuanto a valores y tolerancia. Esto tiene que cambiar.

 

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