De
pronto, alguien me ha llamado,
ha
dicho mi nombre arrastrando sus mejores acentos,
escupiendo
cardos y ortigas, me ha llamado;
río
turbio que arrastra mis ojos y mis manos
en
su voz navego a contracorriente,
salvaje
e instintivo,
afilo
la lengua para la venganza.
SOBRE
EL PARAÍSO PERDIDO
Una
isla, como una nube en el cielo,
se
abre a la mañana con pájaros cantores
y
gaviotas extraviadas en su rumbo peregrino.
Algunas
veces, recoge náufragos soñadores
que
siguieron, embelesados, una estela misteriosa.
Otras
veces, alberga la fresca brisa de las regiones ignotas
y
la dulce melodía de la tierra amada.
En
su vientre se refugia la más bella de las estaciones
y
en sus plácidas aguas descansa
un
horizonte para que amanezca la mañana.
CUANDO
CREÍMOS QUE EL MUNDO PODÍA SER UN PARAÍSO
Alguien
ha dejado olvidada su niñez
como
un viejo trapo o una piel reseca y usada.
Atónitos,
los turistas,
protestaron
incendiando cruces sobre los templos
con
un sordo mugido subterráneo de mil toros;
pero
yo no los escuchaba,
pero
yo no los escuchaba.
Yo
era un dios ebrio navegando sosegado en un lago cristalino
y
mi alma era
un
estanque transparente a la hora del crepúsculo.
LA
DESOLACIÓN DE NUESTROS DÍAS
Salimos
a esperar a los parientes
hace
horas, quizás años, no lo sabemos.
No
sabemos cuántos peregrinos pasaron bajo el árbol
ni
cuántas lluvias jironearon nuestros trajes.
Íbamos
de fiesta, aquel día de primavera,
fecha
incierta y que posiblemente todos olvidaron;
mientras
nosotros, aquí, seguimos aguardando
la
orden desconocida que nos permita emprender el viaje.
SOBRE
LA FUGACIDAD DE LA VIDA
Óyeme,
niño,
el
segundo se acorta
desde
que abres un libro
y
crece un espino
donde
debió florecer la rosa.
Los
tiempos son tan breves
que
un parpadeo cuenta en tu contra,
pero
tú desconoces el cansancio
y
crees que siempre será primavera
hasta
que cargas al primer muerto
con
el peso del mundo que se derrumba.
¿Comprendes
ahora por qué los ángeles
se
inmolan ante el fuego sagrado de los paganos?
SOBRE
EL TIEMPO QUE PREPARA A LA MUERTE
El
tiempo
se
descuelga por las telarañas en las tardes de invierno,
semeja
enredadera sedienta avanzando, hacia mi habitación,
su
mano vieja de arpía, áspera y oscura.
En
vano, los mayores,
alistan
fatigas y mochilas, esfuerzan distancias.
No
advierten que la muerte
labra
la desolación en los espejos
y
florece en mi rostro
una
extraña nostalgia lejana.
CUANDO
LA MUERTE RONDABA EN LA NOCHE
Una
mano en la noche
palpa
el rostro de los niños,
ausculta
secretos, persigue miradas perdidas.
Se
esconde bajo la penumbra del candelabro
esperanzado
en devorar una vieja postal victoriana.
Tú
crees que aguarda bajo tu pórtico
y
te engañas inocentemente mientras sonríes
confiado
en el poder de la lluvia.
La
mano no conoce dónde nace tu pellejo
ni
la dulzura de tus ojos,
torpe
como siempre
ha
derribado tu cuerpo por los suelos.
EL
MAL QUE SE ANUNCIA
El
quinto invierno amanecí picado por los cangrejos
y
por el frío que se colaba bajo la puerta.
Las
gaviotas pasaban sobre la casa chillando horriblemente
y
dejaban caer peces putrefactos en los jardines.
Yo
esperaba la barca que debió traer a los amigos;
pero
vino el viento y se llevó los recuerdos.
Desesperado,
recorrí calles vacías y toqué puertas cerradas,
sólo
para comprobar que la ciudad estaba muerta.
Recién,
entonces, me envolví en las blancas sábanas
y
esperé que el silencio me acunara.
SOBRE
EL PRESAGIO CUMPLIDO
La
hermana, anunciando la desgracia, avanza por el pasadizo.
No
toca el suelo, flota etérea en un espejismo
y
su voz se desvanece en tenue vaho, volátil y quebradizo.
Al
sentirla, los parientes corremos a sujetarla
mesándonos
los cabellos, interrogando sus palabras;
imploramos
haber equivocado el guión que seguíamos,
pero
nadie viene a despertarnos de esta pesadilla.
Como
película antigua, y a cámara lenta,
desordenamos
los pasos, ignoramos nuestras acciones.
Sólo
llevamos en el corazón el recuerdo de un mal presagio
y
la certidumbre de una sombra siniestra que recorre la casa.
EL
CÁNTARO SALVAJE
Este
cántaro salvaje, roto a mitad de la noche,
despanzurrado
y abierto,
hasta
en el íntimo rincón de sus sueños
y
a la vera del camino abandonado,
propenso
a la tragedia
ante
el paso de los hombres y de las bestias,
es
sólo barro deleznable
arrastrado
por el agua puerca de infame riachuelo
torrente
donde naufragan sus últimas esperanzas.