Artes & Letras

Poesía

Ganadores del IV Concurso Literario de "El Búho"

Luis Nicolás Chambilla Herrera (Ilo, 1972).- Con su poemario "El cántaro salvaje", el poeta Chambilla, escudado bajo el seudónimo de Almujjhaidin, consiguió hacerse de una mención honrosa el el Concurso Literario de El Búho. Ha publicado "El movimiento poético tacneño del 70", "Cantos marginales" y "La mano que se mueve en la oscuridad", esta última galardonada con el premio Horacio 2009 en Novela Breve. Actualmente reside en Tacna, donde es profesor de la Universidad Jorge Basadre.

El cántaro salvaje

 

 

PRECAUCIONES CONTRA EL QUE MALDIGA AL AUTOR

De pronto, alguien me ha llamado,

ha dicho mi nombre arrastrando sus mejores acentos,

escupiendo cardos y ortigas, me ha llamado;

río turbio que arrastra mis ojos y mis manos

en su voz navego a contracorriente,

salvaje e instintivo,

afilo la lengua para la venganza.

 

SOBRE EL PARAÍSO PERDIDO

Una isla, como una nube en el cielo,

se abre a la mañana con pájaros cantores

y gaviotas extraviadas en su rumbo peregrino.

Algunas veces, recoge náufragos soñadores

que siguieron, embelesados, una estela misteriosa.

Otras veces, alberga la fresca brisa de las regiones ignotas

y la dulce melodía de la tierra amada.

En su vientre se refugia la más bella de las estaciones

y en sus plácidas aguas descansa

un horizonte para que amanezca la mañana.

 

CUANDO CREÍMOS QUE EL MUNDO PODÍA SER UN PARAÍSO

Alguien ha dejado olvidada su niñez

como un viejo trapo o una piel reseca y usada.

 

Atónitos, los turistas,

protestaron incendiando cruces sobre los templos

con un sordo mugido subterráneo de mil toros;

pero yo no los escuchaba,

pero yo no los escuchaba.

Yo era un dios ebrio navegando sosegado en un lago cristalino

y mi alma era

un estanque transparente a la hora del crepúsculo.

 

LA DESOLACIÓN DE NUESTROS DÍAS

Salimos a esperar a los parientes

hace horas, quizás años, no lo sabemos.

No sabemos cuántos peregrinos pasaron bajo el árbol

ni cuántas lluvias jironearon nuestros trajes.

Íbamos de fiesta, aquel día de primavera,

fecha incierta y que posiblemente todos olvidaron;

mientras nosotros, aquí, seguimos aguardando

la orden desconocida que nos permita emprender el viaje.

 

SOBRE LA FUGACIDAD DE LA VIDA

Óyeme, niño,

el segundo se acorta

desde que abres un libro

y crece un espino

donde debió florecer la rosa.

 

Los tiempos son tan breves

que un parpadeo cuenta en tu contra,

pero tú desconoces el cansancio

y crees que siempre será primavera

hasta que cargas al primer muerto

con el peso del mundo que se derrumba.

 

¿Comprendes ahora por qué los ángeles

se inmolan ante el fuego sagrado de los paganos?

 

SOBRE EL TIEMPO QUE PREPARA A LA MUERTE

El tiempo

se descuelga por las telarañas en las tardes de invierno,

semeja enredadera sedienta avanzando, hacia mi habitación,

su mano vieja de arpía, áspera y oscura.

 

En vano, los mayores,

alistan fatigas y mochilas, esfuerzan distancias.

No advierten que la muerte

labra la desolación en los espejos

y florece en mi rostro

una extraña nostalgia lejana.

 

CUANDO LA MUERTE RONDABA EN LA NOCHE

Una mano en la noche

palpa el rostro de los niños,

ausculta secretos, persigue miradas perdidas.

Se esconde bajo la penumbra del candelabro

esperanzado en devorar una vieja postal victoriana.

Tú crees que aguarda bajo tu pórtico

y te engañas inocentemente mientras sonríes

confiado en el poder de la lluvia.

La mano no conoce dónde nace tu pellejo

ni la dulzura de tus ojos,

torpe como siempre

ha derribado tu cuerpo por los suelos.

 

EL MAL QUE SE ANUNCIA

El quinto invierno amanecí picado por los cangrejos

y por el frío que se colaba bajo la puerta.

Las gaviotas pasaban sobre la casa chillando horriblemente

y dejaban caer peces putrefactos en los jardines.

Yo esperaba la barca que debió traer a los amigos;

pero vino el viento y se llevó los recuerdos.

Desesperado, recorrí calles vacías y toqué puertas cerradas,

sólo para comprobar que la ciudad estaba muerta.

Recién, entonces, me envolví en las blancas sábanas

y esperé que el silencio me acunara.

 

SOBRE EL PRESAGIO CUMPLIDO

La hermana, anunciando la desgracia, avanza por el pasadizo.

No toca el suelo, flota etérea en un espejismo

y su voz se desvanece en tenue vaho, volátil y quebradizo.

Al sentirla, los parientes corremos a sujetarla

mesándonos los cabellos, interrogando sus palabras;

imploramos haber equivocado el guión que seguíamos,

pero nadie viene a despertarnos de esta pesadilla.

 

Como película antigua, y a cámara lenta,

desordenamos los pasos, ignoramos nuestras acciones.

Sólo llevamos en el corazón el recuerdo de un mal presagio

y la certidumbre de una sombra siniestra que recorre la casa.

 

EL CÁNTARO SALVAJE

Este cántaro salvaje, roto a mitad de la noche,

despanzurrado y abierto,

hasta en el íntimo rincón de sus sueños

y a la vera del camino abandonado,

propenso a la tragedia

ante el paso de los hombres y de las bestias,

es sólo barro deleznable

arrastrado por el agua puerca de infame riachuelo

torrente donde naufragan sus últimas esperanzas.