El primer contacto emotivo que tuve con Nicaragua, fue cuando siendo aún estudiante universitario en Río de Janeiro, cayó en mis manos un libro que se titulaba: “Fábula del tiburón y las sardinas” del guatemalteco Juan José Arévalo; quien después del derrocamiento de Arbenz en Guatemala en 1956, propiciado por la United Fruit Company y el Departamento de Estado, hizo un parangón con la invasión y ocupación de Nicaragua realizada un siglo antes por el filibustero William Walker, financiada por los magnates Cornelius Vanderbilt y Charles Morgan (uno y otro fundadores de corporaciones imperiales norteamericanas, veneradas por PPK), y que se hizo elegir presidente de Nicaragua con el propósito de abrir una ruta interoceánica para llevar el oro de California (arrebatado a los mexicanos) a las bóvedas de Nueva York. Walker hizo de Nicaragua su hacienda, reimplantó la esclavitud que había sido abolida, y se instaló en la ciudad de Granada como capital. Frente al peligro que representaba, los países vecinos como Honduras y Costa Rica se unieron a los patriotas nicaragüenses y lo derrotaron en 1856. En su huída, el filibustero quema Granada para dejarles escombros.
Poco más de medio siglo después, en 1912, las tropas estadounidenses vuelven a invadir Nicaragua, y se van quedando para mantener toda una laya de dictadores, a costa de una nueva guerra civil. Sandino no acepta la ocupación abierta o disfrazada y se levanta abiertamente en 1927 contra los marines, expresando: “No me vendo, ni me rindo. Quiero patria libre o morir”. En 1928 inflige una derrota a los invasores con un ejército de campesinos provistos de machetes. Mediante la guerra de guerrillas va desgastando a las tropas norteamericanas, obligándolas en 1933 a firmar la paz y retirarse de Nicaragua. Lamentablemente, un año después, el servil, Anastasio Somoza García, Jefe de la Guardia Nacional, manda asesinarlo para quedarse, él y sus hijos, 40 años como dictadores, con la complicidad norteamericana. En 1961, Carlos Fonseca funda el Frente Sandinista de Liberación Nacional; y mediante una larga lucha revolucionaria, consiguen los patriotas nicaragüenses derrotar nuevamente en 1979, el yugo opresor.
Actualmente, Nicaragua es un país de paz, laborioso y democrático. Tuve la oportunidad de visitarlo durante una semana, y el privilegio de apoyar en la postulación de la ciudad de Granada y el Lago Cocibolca (Nicaragua) como Patrimonio Mundial de Unesco. Por supuesto, que no me queda duda del valor excepcional y universal de este maravilloso complejo geográfico, primera ciudad continental fundada por españoles en 1524; arrasada por terremotos dos siglos después; quemada por el filibustero Walker en el XIX, reconstruida con un neoclasicismo ecléctico, tropical, casi caribeño; sobre una cultura lacustre e insular de origen Nahualt; ruta interoceánica de colonizadores españoles, ingleses y norteamericanos en el ámbito de un lago tan grande como el Titicaca; rodeado de un entorno volcánico en actividad; en medio de extensas áreas de exuberante floresta, de gran riqueza y diversidad biológica; y naturalmente componiendo unos y otros, un espectacular, diríase paradisiaco paisaje geográfico. Pero lo mejor de todo, es su gente: alegre, pacífica, trabajadora, cordial, sana y linda.