En España se habla de la “latinoamericanizaciĂłn” de las campañas electorales, porque se está apelando más a las emociones del votante que a su razĂłn. No es que los partidos subestimen la inteligencia del electorado —tal como acostumbran hacer aquĂ nuestros polĂticos—, sino que perciben la exasperaciĂłn de la gente por los nocivos efectos de la crisis econĂłmica. En esta circunstancia es natural que en lugar de predicar las bondades de su programa electoral, los polĂticos españoles prefieran recurrir a la retĂłrica populista (promesas inviables, insultos y calumnias) para llamar la atenciĂłn del votante.
El asunto es que tras dĂ©cadas de predecibilidad postelectoral, hoy España se encuentra ante una situaciĂłn inĂ©dita: la fragmentaciĂłn del voto en las recientes elecciones regionales y municipales. Los dos grandes partidos —el Partido Popular (PP) de centro derecha, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de centro izquierda— que acaparaban la mayor parte de los votos, perdieron el 24 de mayo buena parte de su electorado en favor de dos partidos emergentes: el ultraizquierdista Podemos —la encarnaciĂłn polĂtica de los famosos “indignados” del 15-M— y Ciudadanos —formaciĂłn derechista catalana adversaria de los independentistas—. Aunque el PP fue el partido más votado, no logrĂł las mayorĂas absolutas del 2011; por lo tanto se verá en la necesidad de pactar con otros partidos si quiere retener el poder en los gobiernos regionales y los municipios que controla. Aprovechando esta situaciĂłn, el PSOE optĂł por apoyar a Podemos entregándole las alcaldĂas de Madrid y Barcelona. Derrochando optimismo, muchos creen que esto jugará en favor del PP de cara a las prĂłximas elecciones generales de diciembre. Presagian que la gestiĂłn municipal de Podemos será un fiasco, y que asĂ se hará evidente la improvisaciĂłn e incapacidad de este partido. Sin embargo, los comicios ya están a la vuelta de la esquina, lo cual no le dará tiempo a Podemos de meter la pata; todo lo contrario: en este pequeño lapso podrá gastar a mansalva los fondos pĂşblicos con fines propagandistas.
A los marxistas hay que reconocerles una virtud: son estupendos para la crĂtica destructiva, incluso cuando las cosas marchan bien —serĂa tonto reprocharles ese proceder; despuĂ©s de todo, su misiĂłn en la vida es socavar la confianza en el sistema democrático—. Pero si algo ha quedado demostrado a lo largo de la historia, es que no sirven para gobernar. Pese a ello, a fines de este año Pablo Iglesias, lĂder de Podemos, podrĂa convertirse en presidente del gobierno. Es fácil imaginar quĂ© harĂa si alcanza el cargo —“El cielo no se toma por consenso, sino por asalto” y “El populismo de izquierdas es clave para el cambio” son frases cĂ©lebres de este chavista ilustrado—. El sĂłlo hecho de que Pedro Sánchez (el secretario general del PSOE) estudie la posibilidad de una alianza formal con ese demagogo, llama a la reflexiĂłn. Hasta hace unos dĂas ambos competĂan por el mismo espacio electoral, y aparte de lanzarse pullas, juraban que nunca pactarĂan. Pero su ambiciĂłn por el poder es más fuerte que sus discrepancias, y los empuja a compatibilizar sus programas electorales. Algunos analistas sostienen, con animus jocandi, que se está formando una suerte de Frente Popular. No obstante, altos cargos del PSOE se resisten a este pacto en ciernes. Ellos no conciben que su partido —hasta ahora el principal garante de la estabilidad del sistema— haga el papel de tonto Ăştil de la izquierda radical, y creen que de seguir por esa ruta el PSOE terminará adsorbido por Podemos. Ante la irresponsabilidad de los actuales dirigentes, el ex secretario general del PSOE, Alfredo PĂ©rez Rubalcaba, advierte el peligro de que su partido sirva de puente para la aplicaciĂłn de las polĂticas populistas de Podemos, y declarĂł que “Si el PSOE pacta con el PP, se hunde el PSOE. Si el PSOE pacta con Podemos, se hunde España”.
Muchas personas ven con agrado que el PSOE vuelva a sus raĂces obreras y revolucionarias, luego de estar 40 años “secuestrado” por la burguesĂa. Recordemos que la peor consecuencia del crack de 1929 fue la radicalizaciĂłn de la izquierda. En conformidad con el dogma marxista, las contradicciones internas del capitalismo habĂan alcanzado su plenitud; por ende, la crisis econĂłmica anunciaba la era del predominio proletario y la desapariciĂłn inevitable de los burgueses —que reaccionarĂan desesperadamente para mantener el statu quo—. Marx no sĂłlo habĂa predicho “cientĂficamente” que esto ocurrirĂa, sino que habĂa señalado la conducta a seguir: los materialistas histĂłricos tenĂan la responsabilidad de hacer lo necesario para acelerar el declive de la burguesĂa. Sin importar que las “leyes de la historia” ya le hubieran bajado el pulgar a esta clase social, aĂşn se requerĂa un empujoncito para doblegarla.
Al inocular este agente patĂłgeno en la mente de las personas, Marx se transformĂł en el “autor mediato” del malvivir y de la muerte de millones de inocentes. Y España es un buen ejemplo de esto. En 1936 la polarizaciĂłn polĂtica llegaba a su punto máximo. El gobierno del Frente Popular (constituido por el PSOE, el Partido Comunista y otras formaciones de izquierda) se sentĂa confiado. ParecĂa que la derecha —que de todos modos estaba condenada a desaparecer, segĂşn la bola de cristal de Marx— por fin tiraba la toalla y aceptaba que la RepĂşblica era patrimonio exclusivo de la izquierda. Los motines quedaban atrás, y el gobierno ya podĂa dar curso a las medidas que rápidamente transformarĂan el Estado republicano en una dictadura del proletariado —lo mismo que pretendiĂł hacer en Chile la Unidad Popular de Salvador Allende—. La sublevaciĂłn del 18 de julio, por su magnitud, tomĂł al gobierno por sorpresa. En pocos dĂas los rebeldes llegaron hasta las puertas de Madrid, pero la capital resistiĂł. El golpe de Estado de Franco (a diferencia del de Pinochet) habĂa fracasado, y se transformĂł en una guerra civil que ensangrentĂł a España por 3 años.