El gobierno está en campaña propagandística de sus logros, entre ellos del externo. Especialmente, para convencernos de las bondades de los TLCs y la necesidad de incorporarnos a procesos como el TPP. Ojalá fuera verdad tanta hermosura. Las cuentas externas, sin embargo, muestran una realidad muy distinta. Adex, ha titulado su reporte mensual de febrero 2016: “Exportaciones, el lustro perdido”. Y tienen razón, sus cifras son contundentes. Las exportaciones han caído 14% en 2015 (y 28% respecto al 2011), y se han perdido 172,000 empleos (98,000 corresponden a las no tradicionales). Sólo se ganan puestos de trabajo en los sectores agroindustrias, siderúrgico y metalúrgico y minería no metálica, el resto de sectores los pierde. En neto se pierden unos 75,000 empleos. Las exportaciones como % del PBi son inferiores al 2004, somos menos exportadores que hace 10 años y, nos estamos desindustrializando. El aporte del PBI manufacturero al total, es similar al de los años 50 del siglo pasado. Estamos enfrentando la contracción más larga y profunda, desde esa época. La balanza comercial es negativa desde 2014 y el saldo se ha duplicado el 2015. La balanza comercial en productos industriales se vuelve cada vez más negativa. La balanza en cuenta corriente, lo es desde el 2008 y el último año tiene un saldo negativo de casi 9,000 millones de dólares. Existe una alta concentración de exportaciones, poca diversificación, y entre las exportaciones no tradicionales, las de media y alta tecnología no llegan al 5% de lo exportado. La apertura extrema no nos llevó al paraíso soñado. Tampoco los TLCS, ya que hay muchos acuerdos comerciales y poca competitividad, los gobiernos no trabajaron las agendas complementarias internas que permitieran ampliar y cambiar cualitativamente la oferta exportable. Así, a pesar de los TLCs, lo exportado a los principales importadores mundiales, no llega al 1% del total de sus importaciones. Se necesita de inmediato impulsar el sector exportador no tradicional, lo que contribuye tanto a la reactivación del producto y los empleos, como a la reducción de los déficits externos. Para ello se deben dar líneas de crédito ad-hoc, restituir el drawback, reducir costos como los de energía, mecanismos tributarios, adecuada política cambiaria. Asimismo promover la diversificación de productos y mercados, mejorando la competitividad y la productividad. Estas últimas no se logran en el corto plazo, pero si deben ser impulsadas ya mismo. Allí la innovación, inversión en ciencia y tecnología son un pilar para estos objetivos. En suma, la tarea es doméstica y se debe promover una estrecha articulación sector público-privado-universidades para su implementación. No es cuestión de prender velitas rogando que las economías externas no se detengan, ni tampoco a los TLCs, viejos y nuevos.