El camino estaba escoltado por cientos de rocas volcánicas que morían ahí desde hace siglos, inmóviles y rojas, interrumpidas momentáneamente por un cactus o una serpiente. Como había dicho la directora de promoción de la OGD Faviana Deglane, uno podía imaginarse estar rodeado por extraterrestres. El camino ya no era vertical, sino serpenteado. Con puntos altos y bajos y en un momento uno se preguntaba, cómo puede ser que en un clima así, entre andino y marciano, podía encontrarse un oasis. Una laguna manantial del tamaño de una cancha de fútbol que tenía hasta 28 metros de profundidad. Esto marcaba un enigma.
Aunque sabía que al final del camino la vería, igual no dejaba de intrigarme que en una naturaleza como ésta, donde el viento arreciaba poderosamente cada tres o cuatro minutos, levantando una nube de tierra roja para estrellarla contra mí, podía existir uno de los manantiales más grandes del mundo. O el más grande, como me diría después el guía José Paucar. Seguía cuestionándome mientras andaba. Subía y bajaba cuestas y más piedras volcánicas y más viento y más sol incendiándome la cara y la laguna. Sí, la laguna. Mamacocha apareció debajo de mí y la observé durante algunos minutos…
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He visitado el Valle de los Volcanes, Andagua, Ayo y por supuesto, la hermosa laguna Mamacocha en estos días, previos, de fiestas patrias; en Ayo hemos conocido del problema que enfrentan ante la posibilidad, ya inminente y formalizada entre autoridades, que se construya una hidroeléctrica en la laguna, lo que la dañaría seriamente, cuando no, tal vez la desaparecería. ¿Pueden informar de esta situación?, los pobladores nos dijeron que nadie los quiere escuchar.
Gracias
LO HAREMOS