No es muy fácil situar académicamente a Hugo Neira. Y la razón es que pertenece a la raza de los inclasificables, no cabe en ninguna tendencia, en ninguna secta, en ninguna escuela, en ningún partido, en ninguna facción. El es él (orteguianamente) y sus circunstancias. Sin embargo, situar existencialmente a este provinciano ex alumno de colegio nacional es menos complicado, porque Hugo Neira no pertenece a los seres que dicen sino a los que son: autónomo, libre e indendiente, a pesar del deterioro social de estas palabras que deberían vivirse como sagradas, como las vive Hugo Neira, un ciudadano republicano en el sentido romano y antiguo de la palabra.
Hay algo que resalta más claramente en la obra de Hugo Neira que en la de otro historiador que yo conozca, siempre de sorpresa en sorpresa, en cada libro, en cada página: es la respuesta a la pregunta: ¿para qué sirve la historia?. Octavio Paz, que es uno de los miembros de la trilogía patrística del autor, dijo poco antes de morir que siendo el Perú y Méjico ex centros de poder en el mundo colonial, cuyos casi cuatro siglos nos ha hecho como somos, o sea, configurado nuestra identidad como “hijos de la Contrarreforma”. No se trata de cualquier catolicismo sino del más tenebroso, el del Concilio de Trento y la Santa Inquisición, es decir , el de la Contrarreforma, el nuestro: “Acaso sea hora de asumir el peso de la teología católica hegemónica, proveniente de una mentalidad extremadamente cerrada como fueron los siglos de anti reforma luterana, en el fondo anti modernos, bajo pretexto del Concilio de Trento (…) La vida republicana no modificó lo que se había instalado como una cierta visión del mundo. El peso de la noche ya no estaba después de 1821 solamente en la Iglesia, sino en la sociedad misma”. ¿No es este nuestro problema más profundo y más urgente?
Hay un uso del lenguaje más próximo al arte que a los ritos y tics del acartonamiento académico aún escolástico. Y no hay otra alternativa que hacerse poeta y filósofo, cartesiano musical, si, como lo hace nuestro autor, se requiere vincular lo más universal, lo más importantazo, con la nariz de Cleopatra o la muerte del archiduque de Austria, para mantener viva la llama de la conciencia de un pueblo y de los individuos que lo componen, que eso es historia; no descripción del pasado sino creación heroica. La obra de Hugo Neira está muy lejos de ser solo descripción, sin negarle erudición y rigor, que hay como cancha. Historia como conciencia del presente a través del recuerdo de lo que somos y por qué, y de lo que podemos ser si queremos, como decía el maestro Basadre Grohman.
Se puede hablar de un gran libro de historia, pero eso nos induciría a pensar en la idea de especialidad, que aquí no existe. El especialista es el nuevo bárbaro, el bárbaro moderno, como decía Ortega y Gasset. Pero tampoco sé si cabe aquí el término inter o multi disciplina, porque el historiador aventurero, que es también un pensador, usa libérrimamente cualquier disciplina social o filosófica, literaria, entre otras, a la medida de sus necesidades y objetivos a partir de un asunto puntual, sin solución de continuidad. Todos los compartimentos estancos se diluyen en la historia a lo Neira, y lo digo porque es también, formalmente, un estilo, todo un estilo en un mundo estereotipado, y el estilo es el hombre.
Siempre jovial, sereno como un danzarín, un historiador nómade y desterritorializador, digno representante del “gay saber”, que no debe entenderse como sabiduría de los homosexuales (que la hay) sino como la “gaya ciencia” de Nietzsche, : un interpretador, es decir, el que determina el sentido: un creador. No he leído nada más divertido y sugestivo entre los grandes y pequeños historiadores peruanos, que la obra de este pensador, sociólogo, antropólogo, historiador, crítico de arte y literario, periodista, politólogo. Y nada de eso en particular. Creo que se puede hablar en su caso de transdisciplina, como el pintor elige los colores que usará en su cuadro y las diferentes combinaciones posibles que escogerá, eso hace Hugo Neira con las diferentes disciplinas humanas. Pero esa cita alude a uno de sus múltiples aportes (¿quiénes somos los peruanos?) Hay muchos más en cada libro.
En época de embrutecimiento colectivo de ausencia de paradigmas democráticos y republicanos vivientes y de carne y hueso, neo barbarie encarnada en las barras bravas, la delincuencia y la corrupción generalizada y la trafa socializada, defender lo que el autor defiende es ni más ni menos que arar en el mar: la vida democrática y republicana. Felizmente parece ser uno de los deportes favoritos de Hugo Neira.