Castillos y personajes en la verde planicie

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Unos minutos después de las once de la mañana, el tren de Paris ingresa a Chaumont por un alto viaducto de estilo románico. Esta pequeña ciudad es la capital de la prefectura del Alto Marne, uno de los cuatro departamentos de la región de Champaña, al este de Francia.

En la estación nos da la bienvenida, a mi esposa y a mi, nuestra anfitriona. Hasta hace algunos años era magistrada de la Corte de Apelaciones de Paris y ahora preside una importante comisión nacional de estudio y solución de conflictos por responsabilidad.

Luego, su automóvil se lanza al camino entre colinas de suave pendiente, cultivadas con trigo, maíz y vides y contorneadas en la lejanía por densos bosques, bajo el tibio sol de primavera.

Veinte minutos después, llegamos a Autreville, una aldea conformada por unas cuantas casas, una iglesia de estilo románico y un castillo.

Este castillo de dos plantas, con una fachada de treinta metros y dos torreones a los lados, pertenece a nuestra amiga. Lo precede un patio cuadrangular de grava, por donde en otros tiempos llegaban y partían las calesas. Detrás hay un parque de más de algo más de una hectárea, cubierto de césped y flores, y con algunos fresnos centenarios.

Nuestra amiga nos instala de uno de los diez dormitorios del segundo piso, recubiertos con paneles de madera, a los cuales los ha dotado de camas modernas, espejos y una sala de baño contigua provista de aparatos y grifería recientes. Sobre una cómoda se alinean unos veinte libros de historia y asuntos jurídicos.

Como en muchos castillos de Francia, un largo corredor une los dormitorios desde el cual una escalera alfombrada conduce al salón principal.

Visitamos luego los salones de la planta baja, todos con chimeneas, colmados de muebles antiguos, espejos, cuadros, esculturas y libros en los estantes. El comedor es señorial y la cocina se halla revestida de antiguas cacerolas de cobre reluciente de todos los tamaños. A un lado, reposa un gran perol de cobre en el que antiguamente cuajaba la leche para elaborar quesos.

Nuestra amiga nos informa que este castillo fue construido a mediados del siglo XVIII por disposición de Madame de Pompadour, la amante favorita de Luis XV.

En uno de los libros de un salón, hallamos más datos sobre esta mujer tan importante en la historia de Francia. Se llamó inicialmente Marie Antoinette Poisson. Aunque nacida en un hogar de modesta condición en 1721, recibió una excelente educación gracias a un protector quien la casó con su sobrino cuando ella tenía veintiún años. Desde entonces su medio social fueron los salones de Paris frecuentados por el rey y la nobleza. Cuando la amante favorita de este falleció, ella decidió seducir al rey, y tuvo éxito. En un baile, Luis XV se prendó de ella, la hizo su amante y la estableció con él en el Palacio de Versalles. Para acabar con las habladurías de los nobles, quienes se burlaban de su origen plebeyo, le compró el marquesado de Pompadour y poco después la elevó al rango de duquesa. Las numerosas amantes del rey convivían con la reina, una princesa polaca con quien lo habían casado, de corta inteligencia y aplicada reproducir la descendencia real: en diez años consecutivos dio a luz diez hijos hasta que se cansó de esta función. Madame de Pompadour, por el contrario, además de ser bella, era muy inteligente y culta, y se convirtió en consejera de Luis XV. Lo asistió en los asuntos del Estado y protegió las artes y las letras. Fue amiga de Voltaire y Diderot, a quien estimuló a proseguir con la edición de la famosa Enciclopedia. Decidió la creación de una escuela militar de oficiales en el Campo de Marte para darle al ejército una estructura moderna. Francia era ya por entonces la primera y más poblada potencia de Europa occidental. Cumpliendo un deber autoimpuesto seleccionaba las amantes del rey para evitar que este contrajera la sífilis u otras enfermedades. Madame de Pompadour falleció en 1764, a los cuarenta y dos años. La sucedió como favorita de Luis XV Madame Du Barry, quien sólo pudo aportar su belleza y gracia, y concluyó sus días en 1793 entregando su cabeza a la guillotina, como decenas de miles de nobles.

Por la tarde, nuestra anfitriona nos conduce en su automóvil a visitar el castillo de Cirey, a unos veinte kilómetros de Autreville, famoso porque aposentó a Voltaire desde 1734 hasta 1744 en compañía de su amante, Émilie de Châtelet, a cuya familia pertenecía este castillo.

Mientras viajamos, aparecen a lo lejos, en la verde e interminable campiña, las siluetas puntiagudas de los campanarios de las iglesias que revelan la presencia de otros tantos pueblos minúsculos, extendidos a lo largo de breves calles sin comercios. ¿Por qué tantas iglesias? Las fueron edificando desde hace más de mil quinientos años como una obra de difusión ideológica del cristianismo, cuyas piedras arrastraron, labraron y colocaron campesinos y artesanos sometidos a la servidumbre feudal. Desde los púlpitos de esas iglesias día tras día se modeló la conciencia del pueblo con la persistencia de la propaganda política hasta hacer de los campesinos creyentes fanáticos y aliados fieles y feroces de los nobles y la burocracia clerical, aún contra sus propios intereses. La acción ideológica de la burguesía radicada en las ciudades, que desembocó en la Revolución Francesa de 1789, arremetió contra el feudalismo y la iglesia católica, y se propuso hacer de todas las personas ciudadanos libres e iguales. Sin embargo, esos campesinos y sus descendientes liberados de su oprobiosa dependencia por la Revolución que confiscó los bienes de nobles y monjes y los vendió a nuevos ricos, apoyarían después la restauración del poder real y votarían por los partidos más derechistas. Su significación tan temible por su número —más del 80% de la población en el siglo XIX— sólo pudo ser erosionada por el desarrollo del capitalismo que despobló el campo hasta reducirlo a menos del 5% de la población. Las iglesias desperdigadas en la llanura francesa son ahora, en su mayoría, monumentos históricos vacíos a cargo de un cura por cincuenta de ellas.

El pensamiento iconoclasta de Voltaire contra el feudalismo, el clericalismo católico y el dominio del Estado por reyes y nobles y decididamente inclinado hacia la ciencia y la experimentación, se eleva como uno de los pilares de la Ilustración, el movimiento ideológico de la burguesía que llevaría a la Revolución Francesa de 1789. Había nacido en noviembre de 1694 y su nombre era François-Marie Arouet. Su padre fue un notario con recursos suficientes para educarlo. Estudió derecho en la Sorbona tres años, pero su espíritu vivaz lo llevó a la literatura en la que destacó demostrando un talento singular para las obras teatrales. En 1715, luego de la muerte del rey Luis XIV, escribió una sátira contra el duque de Orléans, quien había asumido la regencia del reino por la minoría de edad de Luis XV. La réplica el duque fue hacerlo encerrar en la fortaleza prisión de la Bastilla de donde salió un año después al destierro en una provincia. Por entonces adoptó el nombre de Voltaire, prescindiendo en adelante del que había tenido.

Siguieron sus obras teatrales Edipo y La Henriada de gran éxito. Tras un cambio de palabras con un noble por la atención de una dama, aquel ordenó a sus sirvientes apalearlo. Enfurecido, Voltaire lo desafió a duelo, pero el noble rehuyó el combate, alegando que su retador era de alcurnia inferior y, para demostrar lo que podía hacer compró una “lettre de cachet” (una orden para encerrar en una prisión que vendían el rey o algún noble encargado de una elevada función pública) y lo hizo “embastillar” de nuevo. Gracias a la gestión de sus amigos salió a los cuatro meses desterrado a Inglaterra donde estuvo desde 1726 hasta 1728. La afrenta y su permanencia en este país lo marcaron para siempre. Voltaire estudió a fondo la democracia en formación de Inglaterra, y grandes hombres como John Locke, Isaac Newton y otros de gran prestigio intelectual le brindaron su amistad. Empezó a escribir en seguida. Lo que salió de su pluma fueron las Cartas filosóficas o también Cartas inglesas, libro en el que comparando los regímenes políticos de Francia e Inglaterra se pronunciaba claramente por un cambio sustancial en la organización económica y política de Francia. Decía allí que mientras en Francia imperaban las “lettres de cachet” en Inglaterra desde 1679 regía la ley de hábeas corpus por la cual sólo un juez podía ordenar la detención de una persona, y desde 1689 la Declaración de los Derechos protegía a los ciudadanos contra el poder del rey.

Este libro se publicó clandestinamente en Francia en 1734 con un tiraje de veinte mil ejemplares, excepcional para ese tiempo. Cuando en el parlamento vasallo del rey se enteraron de la publicación del libro, quemaron públicamente algunos ejemplares decomisados, y con una “lettre de cachet” buscaron a Voltaire para encerrarlo en la Bastilla. Pero él huyó hacia la región de Champaña y se refugió en el castillo de Cirey con madame de Châtelet a la que había conocido poco antes, una hermosa mujer de 28 años, inteligente, culta, familiarizada con las ciencias y de temperamento libre con la que fueron amantes hasta la muerte de esta en 1749.

En Cirey, Voltaire llevó una vida muy activa de creación intelectual y crítica al sistema dada a conocer en publicaciones clandestinas, se vinculó con las gentes del lugar a las que  indujo a mejorar su producción y, en el castillo, convirtió la parte alta bajo el techo a dos aguas en un teatro. La muerte de madame de Châtelet le causó un duro golpe emocional del que tardó en reponerse. Luego anduvo por las provincias y algunas cortes extranjeras, y en 1758 compró un castillo en el pueblo de Ferney, a un paso de la Ginebra calvinista, donde se estableció hasta su muerte en 1778.

Cirey es también un pequeño conjunto de casas dispersas junto a la carretera con una pequeña iglesia. El castillo está situado en un altosano de baja altura. Lo posee un particular que vive alli y permite el ingreso del público en ciertas temporadas.

La mayor parte de castillos del medioevo y de la edad moderna han sido declarados monumentos históricos y, si sus propietarios son personas privadas, perciben una subvención del Estado, siempre que conserven su estructura y caracteres originales, para su mantenimiento que suele exceder el monto de aquella, razón por la cual su precio es relativamente bajo. Aunque se los ofrezcan en donación, el Estado rehusa adquirirlos y prefiere acordarles esa ayuda. Son ahora reliquias del feudalismo. En varios pueblos se conservan aún los lavaderos públicos donde las mujeres lavaban la ropa por turnos, reemplazados luego de la Segunda Guerra Mundial por las lavadoras eléctricas de ropa que cualquiera tiene.

Volvemos a Autreville. La cena es servida en vajilla de Limoges y en copas de cristal Baccarat. Y, luego, tomamos el café, preparado por una máquina, en uno de los salones, donde continuamos nuestra entretenida charla.

Al día siguiente, domingo, vamos a Colombey-les-deux-Églises, el pueblo donde vivió Charles de Gaulle mientras estuvo ausente de la acción política hasta su fallecimiento el 9 de noviembre de 1970.

A raíz de la enorme fama de De Gaulle, Colombey-les-deux Églises adquirió el cariz de un sitio de leyenda y, para muchos, de una gran ciudad. Es absolutamente lo contrario. Como muchos otros, es un pequeño pueblo con algunas casas, una sola iglesia (la otra desapareció hace siglos) y, al lado de esta, un cementerio. La casa de De Gaulle, situada frente a la iglesia, en el lado opuesto de la calle, sólo tiene dos pisos y un frente de unos quince metros, y la rodean jardines, un patio delantero de grava y un cerco. Se denomina La Boisserie. Sólo se permite la visita de la planta baja de cuatro habitaciones, amobladas tal como estaban cuando de Gaulle vivía. Desde la ventana del escritorio, a la derecha, se divisa la vasta campiña. El piso superior lo ocupa su hijo Phillipe y está vedado a las visitas del público.

Cuando la gran burguesía, los partidos de derecha y la alta oficialidad militar entregaron Francia a la dominación nazi en 1940, De Gaulle asumió la resistencia desde Londres, creando el movimiento Francia Libre. Sus partidarios se batieron en la cladestinidad y constituyeron grupos armados, concurrentes con los resistentes y guerrilleros (maquis) del Partido Comunista. El avance de las tropas aliadas luego de la invasión de Normandía el 6 de junio de 1944, posibilitó el restablecimiento del ejército francés. El 3 de junio de ese año se constituyó el Gobierno Provisional de la República Francesa, presidido por él y compuesto por ministros de los partidos Comunista, Socialista y Radical y del Movimiento Republicano Popular cuya organización impulsó, que hizo los cambios sociales más importantes del siglo XX, expresión del nuevo pacto social plasmado en la Constitución aprobada en octubre de 1946. Disconforme con la omisión de un régimen presidencialista en la Constitución, De Gaulle se retiró a Colombey-les-deux-Églises. Volvió al poder en junio de 1958 llamado para resolver la permanente crisis de gobierno por la rivalidad de los partidos políticos, impulsó la aprobación de la vigente Constitución de ese año, de corte presidencialista, terminó la guerra emprendida por el Movimiento de Liberación Argelino y reconoció la independencia de Argelia en julio de 1962. Resistió la hegemonía de Estados Unidos, mantuvo a Francia fuera de la OTAN e impulsó la Comunidad Económica Europea. Se retiró del poder en 1968 luego de que su movimiento político perdiera en un referéndum, instalándose en su casa de Colombey-les-deux-Églises.

Por una cláusula de su testamento redactado en 1962 dispuso que a su muerte sus exequias fuesen simples, ajenas a toda pompa y que sus restos reposasen en Colombey-les-deux-Églises. Y así sucedió. Nadie pudo impedir, sin embargo, que unos quince mil pobladores de la región se congregasen en su sepelio y que un grupo de jóvenes cargase el ataúd hasta el cementerio donde yace bajo una loza junto a su esposa Yvonne que le sobrevivió nueve años. La ceremonia oficial se efectuó en París, en la catedral de Notre Dame.

Este hombre tan importante en la historia de Francia llevó una vida austera y nunca fue tentado por la corrupción. Muchos de los objetos exhibidos en La Boisserie fueron regalos personales que, por lo tanto, no ingresaron al patrimonio del Estado.

En la cúspide de la colina sobre la que se halla Colombey-les-deux-Églises se ha llevantado una Cruz de Lorena de concreto de cuarenta y cuatro metros de altura, visible desde muchos kilometros de distancia —fue el símbolo de su lucha por la liberación de Francia en la Segunda Guerra Mundial—, y se ha construido un Memorial de cristal, de arquitectura moderna, en el que se muestra la historia de De Gaulle.

Retornamos a almorzar en el castillo de Autreville y, sobre las seis y media de la tarde, nuestra anfitriona nos despide en la estación de Chaumont, tras dos días maravillosos para nosotros.

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