En la popular novela de H.G. Wells, “La guerra de los mundos”, los marcianos que invaden la Tierra son derrotados por el menos pensado de los enemigos: las bacterias, esas microscópicas especies que acompañan a la humanidad desde siempre y de las que estamos protegidos gracias a diversos procesos inmunizadores. Uno de esos procesos fue creado por la ciencia hace unos 200 años: la vacunación. Esta ha reducido el número de muertes infantiles en el mundo y hasta había logrado desaparecer algunas enfermedades en las últimas décadas. Pero, lamentablemente, no logró inmunizarnos contra la ignorancia.
El sistema de la vacunación tiene una característica que lo hace vulnerable: todos los individuos deber inmunizarse, porque de lo contrario los virus y bacterias reaparecen en los sujetos no vacunados y mutan a una nueva generación que será resistente a las vacunas existentes. Es decir, los sujetos sin vacuna ponen en riesgo a todos los demás. Eso es lo que ha sucedido en el caso de enfermedades, que habían sido consideradas erradicadas, como el sarampión y la viruela, que han vuelto a reaparecer. Ha sido así, porque una corriente desinformativa “conspiranoica” ha provocado que miles de padres, sobre todo en EE.UU. y Europa, dejen de inmunizar a sus hijos.

El discurso del miedo y de supuestos contubernios internacionales nos han expuesto a todos, nuevamente, a peligros de salud pública que ya se habían superado. Pese a la evidencia, muchos defienden su “derecho” a no vacunar a sus hijos. Sin duda,, este es un catastrófico ejemplo de que la ignorancia mata.