El desarrollo de la región está marcado por el centralismo; tanto el que la capital de la República ejerce sobre Arequipa, como el que la provincia capital de la región ejerce con el resto de las provincias. Así nos encontró la pandemia.
Cuando se decretó la cuarentena, se observó un importante despliegue de las fuerzas armadas y el cumplimiento por parte de la población del aislamiento. No obstante, los principales centros de abastos de la ciudad no dejaron de operar bajo sus mismas condiciones de desorden e insalubridad.
Hasta mediados de mayo, la expansión del virus y el registro de fallecimientos en la región fue de moderado a bajo. Después, los factores económicos tomaron mayor protagonismo y los trabajadores independientes e informales tomaron las calles. Esto ha provocado que, para fines de mayo y lo que va de junio la curva de contagios y fallecimientos haya crecido abruptamente.
Como ya todos sabemos, el gobierno regional no ha sabido tomar decisiones técnicas, oportunas ni eficientes. De los 22 millones destinados a la región en marzo, para la atención de la emergencia, solo ha ejecutado 6 millones. Por su parte, los municipios han cumplido con mantener los servicios públicos de limpieza y vigilancia, dentro de las limitaciones habituales; pero, no han sabido proponer alternativas frente a los problemas focalizados en mercados y transporte público.
¿Qué hacer? La tentación de restringirlo todo está dando vueltas por la cabeza de muchos; pero, su aplicabilidad y efectividad es cuestionable. Lo único certero es que los cuidados individuales son, por ahora, la única defensa ante la enfermedad.
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