DespuĆ©s de estudiar ā durante mucho tiempo ā los dispersos y fragmentarios trabajos sobre la historia republicana de Arequipa, despuĆ©s de precisar una lĆnea de investigaciĆ³n, de formular un conjunto de hipĆ³tesis y de haber bebido en la popular leyenda de Mostajo, una
maƱana de agosto, hace ya muchos aƱos, me comprometĆ a realizar el estudio de la vida de don Francisco Mostajo Miranda, a quien en adelante llamarĆ© āTexaoā, porque la importancia de su vida no estuvo en ser la flor mĆ”s bella o mĆ”s cuidada de Arequipa, sino en ser la flor mĆ”s rebelde. Fue Ć©l quien quiso a esta tierra no por lo que es, sino por lo que deberĆa ser y jamĆ”s lo doblegaron la espada uniformada, ni la ārazĆ³nā del tinterillo o el cuchicheo febril de cucufatas.
Su vida fue una vida en contra, silvestremente solitaria. Ćl no quiso deshacer entuertos que el porvenir producĆa en el pasado, Ć©l quiso
destruir las amarras con que el pasado sujetaba al porvenir. Por eso es que tambiĆ©n declarĆ³ que para estudiar su vida, tendrĆ© que estudiar su medio, su tiempo, no para ubicarlo en un paisaje; Ć©l no fue adorno, como el Texao no es flor de macetero; sino para hacer ver, cĆ³mo es la vida de un hombre que desentona yendo contra la corriente, a ser parte de la corriente misma.
Su vida fue un contrapunto indĆ³mito con la vida de su pueblo. Su tiempo fue el centro de la vertiginosa lucha entre dos corrientes: el mundo oligĆ”rquico provinciano y el desarrollo universal del capitalismo. En su puesto de lucha fue un polĆtico romĆ”ntico porque soƱaba en futuro, y al mismo tiempo, fue anticlerical porque le desesperaba vivir en la sombra de un pasado pigmeo. Fue universitario y, con su voz, rasgĆ³ los velos del claustro que sĆ³lo hacĆa eco a viejas letanĆas.
Fue abogado, pero su cerebro no se cuadriculĆ³ por la lectura de los cĆ³digos, ni su sentido de justicia terminaba en la pedestre lucha de las leyes y en la aplicaciĆ³n de sus procedimientos. Fue poeta, pero nunca hizo odas a quien no lo merecĆa y, finalmente, no escribiĆ³ la historia de Arequipa, pero si la HIZO, liderando y luchando junto a su pueblo como una antorcha inflamada en rebeldĆa.
TEXAO estƔ dedicado al pueblo de Arequipa, verdadero protagonista de nuestra historia, que en miles de aƱos de esfuerzo en este valle del Chili ha
sabido elaborar esta identidad mestiza que se manifiesta en una ciudad, una campiƱa y un modo de ser, incomparables.
A las mujeres arequipeƱas, de jĆ³venes gĆ¼enamozas y para siempre lindas, sabias, fuertes, que supieron forjar hijos de bien y una culinaria con personalidad, como destellos fulgurantes y sapientes de sus manos, en los arduos y religiosos entresijos del hogar y en los fogones prodigiosos de sus casas y de las picanterĆas.
A los canteros, albaƱiles y alarifes que, con su esfuerzo vital, han sabido hacer que sus cinceles destilen sus almas cholas en la sobriedad y el primoroso encanto del sillar.
A los chacareros o lonccos que, por generaciones, han dejado sus vidas haciendo andenerĆas y tabladas y sembrando esperanza en este oasis de verdura que como macetero florido bordea mi ciudad.
A los comerciantes y empresarios que, en su viejo y cada dĆa nuevo trajinar, han sabido extender las fronteras econĆ³micas de Arequipa en toda la regiĆ³n sur peruana e insertarse en el mundo.
A los artesanos e industriales que, ya sea repujando el cuero, golpeando la hojalata, tejiendo telas, dando forma a la madera o haciendo bombones de chocolate o barras de acero; hacen con delectaciĆ³n de artistas todo lo que consumimos los arequipeƱos.
A los obreros y empleados, que ponen su creatividad humana en cada producto que elaboran; y que se ganan el pan de cada dĆa con el sudor de su frente.
A los mĆŗsicos de mi pueblo que al bordĆ³n de una guitarra, cantan en dĆŗo el yaravĆ de refinadĆsima tristeza, o que con estudiantinas y bandas de caperos inventan la alegrĆa con sones de gozosas marineras y pampeƱas.
A los intelectuales, que reinventan la vida al pie del Misti, en el arte, la ciencia, la tĆ©cnica o la profesiĆ³n que practican.
A los mineros, que saben sacar de nuestro suelo volcĆ”nico los minerales con que la naturaleza nos retribuye por vivir en uno de los retazos mĆ”s indĆ³mitos del planeta.
A los migrantes que empaquetan sus dolores y vienen a radicar en mi Arequipa, convirtiƩndola en tierra de esperanza; y transformando el arenal y las faldas de los cerros en monumentos solidarios al sacrificio y trabajo de los mƔs pobres.
Este pueblo, anĆ³nimo y querido, desfila por mi mente como un recuerdo, como un impulso, como el desafĆo que siento por ser arequipeƱo.
A la memoria de mis padres: Teodora MuƱoz Rivera y Oscar Carpio Arias. Porque ella, con sus cantos y alegrĆa de vivir a pesar de las dificultades. Y Ć©l, con su laboriosidad, vocaciĆ³n de servicio, honradez e insaciable sed por aprender, me dieron la vida y me enseƱaron a ser arequipeƱo.
QUIERO
Quiero ser ese arequipeƱo
que Arequipa busca.
Quiero poder investigarla
descifrar y contar su historia
con todo mi ser
desde mis canas mƔs hirsutas
hasta el duro callito
de mi dedo meƱique
del pie derecho.
Quiero que por mĆ
hablen todos los que se fueron
sin poder decirnos algo
pero hicieron mucho
porque dieron ser y forma
a este blanco bordado por la libertad
en el azul aƱil del firmamento.
San LƔzaro, 21 de mayo del 2016, 6.26 de la madrugada.
Juan Guillermo Carpio MuƱoz.
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