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Y entonces se fundó la Villa hermosa

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Nadie faltó a la misa de Fray Diego Manso. Ahora los vecinos cambian chanzas y noticias delante de su capilleja de barro y cañas. Pese al frío y la llovizna, ninguno se retira. Su alcalde, Garcí Manuel de Carbajal, los ha ido convocando por orden del marqués gobernador.

Uno a uno, los llama al interior a declarar en secreto lo que todos conocen.
Está sentado ante una mesa, con el escribano Alonso de Luque, que lleva cuenta de cada palabra en su grueso libro forrado en piel.

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Los vecinos juran por Dios, Santa María y los santos evangelios, con la mano derecha puesta sobre la cruz. Les pregunta Carbajal si Arequipa es mejor y más sana que Camaná para los indios de la Sierra. Unos por haberlo visto y otros porque lo saben de oídas, todos dicen que sí. Luque toma nota. Firman la respuesta. Y regresan al Corrillo.

Así ha dispuesto Pizarro que se haga todo: prolija y solemnemente, remachando en papeles sus razones transparentes. Desde mediados del año anterior, cuando el gobernador estuvo en Arequipa, muchos de sus…

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