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#Hace20Años El ritmo de Vladimiro: Arequipa y la reacción al primer “vladivideo”

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El 22 de septiembre del 2000 se imprimió el N° 20 del semanario El Búho. En aquel momento el país estaba conmocionado tras hacerse público el primer ‘Vladivideo’, pocos días antes. Finalmente, había quedado al descubierto el tantas veces denunciado y negado papel de una figura polémica, tras las decisiones más importantes del gobierno de Alberto Fujimori. El arequipeño Vladimiro Montesinos había sido grabado entregando un fajo de dinero a un congresista, luego aparecerían cientos de videos más. En aquella ocasión, la reportera de El Búho, Lourdes Zanabria, le sigue los pasos al pasado de Montesinos en Arequipa, que reflejó desde muchos años antes, un perfil cuestionable. Y se pregunta, ¿a cuántos paisanos habría llevado a la famosa salita del SIN?

Texto original publicado el 22 de septiembre del 2000

Escribe: Lourdes Zanabria

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Si alguien dudaba de la complicidad de Alberto fujimori con Vladimiro Montesinos y sus prácticas gansteriles destinadas a mantener y consolidar su poder, la conferencia de prensa que el presidente ilegítimo ofreció el martes despejó cualquier interrogante. Él confirmó que no quiere o no puede deshacerse del asesor, quien termina imponiendo su estilo a todo un país, incluidos el presidente, sus ministros y congresistas quienes, sin excepción, se han hecho de la vista gorda. Lo siguen llamando doctor, realzan sus supuestos méritos y han decidido protegerlo de presuntos terroristas y narcotraficantes a quienes se dice habría derrotado, él mismo.

Si esto es así, si el terrorismo ha sido derrotado y el narcotráfico desactivado gracias a este hombre, ¿cómo es que podrían renacer de sus cenizas para amenazar la preciada integridad del asesor?. Esta es sólo la primera de las innumerables contradicciones en la que cayó un jefe de Estado que no sólo ha perdido legitimidad, sino autoridad moral para seguir gobernando el Perú. Hoy atado y amordazado gracias a una videoteca que constituye la prueba máxima de que su creador, no merece mejor destino que el otro gran destructor de nuestra patria: el terrorista Abimael Guzmán a quién se parece cada vez más.

La sangre le heló el cuerpo a Alberto Kuori, cuando un colega parlamentario que veía a las 6:30 de la tarde del 14 de septiembre el fútbol Perú-Argentina, le comunicó que Canal N emitía un video de él con Montesinos. Sumamente nervioso, llamó desde su celular a alguien para que le confirmara la información y luego salió raudo buscando entrevistar al asesor.

En el pleno, la oposición intentó plantear una cuestión previa para que se emitiera el video en el hemiciclo, lo que fue rechazado y ante el desorden reinante, la presidenta Martha Hildebrandt suspendió la sesión. El desconcierto era general, algunos se alegraron, otros temieron, y 2 congresistas que recién llegaban a la sesión, entre ellos el arequipeño Miguel Mendoza del Solar, optaron por retirarse sin ingresar, alertados de la situación.

Hacia las 9 de la noche, el país entero estaba conmocionado por la evidencia, incluso los indiferentes y los incrédulos. Esta vez no habría cómo negar la acusación, las evidencias eran demasiado contundentes y se trataba del mayor escándalo de corrupción de los últimos tiempos, involucrando al todopoderoso Vladimiro Montesinos. La caída de Fujimori había comenzado.

Quienes así opinaban no contaron, sin embargo, con la agudeza de reflejos del asesor que esa misma noche acompañó y obligó a Alberto Kuori a presentarse en vivo en los canales 4 y 5, frente a complacientes periodistas. En América Televisión llegó incluso a colocarse un audífono a través del cual el excapitán elevaba la voz para que Kuori hiciera lo propio con repentinos y enérgicos desmentidos. “Me parece ridículo todo lo que dice la oposición, que no tiene otros argumentos que su odio a quienes amamos al Perú”, dijo.

Su irritante versión, sin embargo, no hizo más que enardecer los ánimos porque, una vez más, se utilizaba como excusa la pobreza del pueblo. El dinero, dijo, era un préstamo para comprar un camión en el que repartiría pescado para los más pobres, según argumentaba; mientras los periodistas evitaban hacer preguntas que lo acorralaran. Su torpeza y cinismo, no hicieron más que confirmar a los televidentes que se hallaban frente a uno de los típicos representantes de aquella clase política qué Alberto Fujimori había denostado hasta la saciedad y en cuyas faltas se excusó para dar un golpe de Estado en 1992. “Ha llegado el fin de la política tradicional”, anunciaba.

Al día siguiente, Vladimiro Montesinos continuó torturando a Kuori, obligándolo a ofrecer una conferencia de prensa donde reiteró sus ridículas excusas y también amenazó a quienes presentaron el video, anunciando que serían acusados de corrupción de funcionarios, ya que para obtenerlo habrían tenido que sobornar a algún funcionario estatal. Nadie se sorprendió de lo dicho, puesto que el acusar al acusador se ha convertido en una aceptada costumbre de este régimen.

Después de 2 días de ausencia, Fujimori sorprendió al país anunciando que convocaría a elecciones en las que no participaría y desactivaría el Servicio de Inteligencia. Las expresiones de júbilo en todo el país no se dejaron esperar, pero los más avisados alertaron sobre una posible nueva “mecida”.

Tal cual lo advirtieron algunos aguafiestas, una semana después del anuncio presidencial, la situación de Montesinos es la de siempre, rodeado de decenas de agentes de seguridad, respaldado por los más altos mandos militares, se apresta a preparar una jornada electoral muy similar a la anterior. Probablemente el único sacrificio sea Portillo Campbell, pero el aparato de terror montado en todos los organismos estatales incluidos los electorales continuarán intacto. Y el asesor detrás de él.

El candidato del oficialismo probablemente será un presidente de fantoche, como Balaguer en la novela de Vargas Llosa, mientras Fujimori probablemente se alista a volver triunfante en el año 2006, perdiendo así para siempre su oportunidad de salir por la puerta grande, como la tuvo en diciembre del año pasado antes de anunciar su tercera e ilegítima postulación.

“Seguiré gobernando”, ha dicho el mandatario, luego lo emuló Martha Hildebrandt. Montesinos fue el primero aunque los mortales no la pudimos escuchar. Portillo, Montes de Oca y Blanca Nélida Colán, siguen en esta innumerable lista de quienes con sus ambiciones sostienen el régimen más corrupto que se recuerde.

En este escenario la OEA ha vuelto a demostrar su inoperatividad. Latorre corre el riesgo de ser un nuevo Stein, cuestionado y casi expulsado del Perú por cuestionar una elección a todas luces amañada. Gaviria sigue atrapado entre la mecedora y las extrañas relaciones de la diplomacia internacional latinoamericana.

La prensa secuestrada, que llegó al extremo de ignorar el mensaje del presidente Fujimori (Frecuencia Latina parece obedecer directamente los dictados del SIN, incluso sin pasar por el Palacio de Gobierno) ha ensayado gestos de pluralidad que, en algunos casos como el de Laura Bozzo, han resultado patéticos.

El objetivo máximo es voltear la página con el menor daño posible y apelar a la ya conocida falta de memoria política. pero poco a poco y a fuerza de darse siempre con la dura realidad en las narices, la población está aprendiendo a distinguir la paja del heno y la conciencia cívica, la formación moral y el respeto por los valores ancestrales, se niegan a ignorar las evidencias. El video, lamentablemente para ellos, tiene la cualidad de hacer palpable lo que se ve, aunque casi todos lo sabíamos de oídas, sólo damos crédito a lo que nuestros ojos ven, y los ojos de millones lo vieron.

Sólo ahora se entiende la verdadera importancia de contar con una prensa libre para soportar la democracia.

El ritmo de Vladimiro sigue sonando, pero los danzantes lucen desganados, algunos, incluso, han comenzado a abandonar la fiesta, por más que su estridencia prometa más. “Dios es peruano”, dijo Olivera hace días, aunque lo real parece ser que los peruanos, después de esta década, también estamos a punto de finalizar nuestro propio calvario.

¿Qué hay de la cúpula local?

Nadie duda en Arequipa que por aquella salita del SIN que muchos han recordado en medio de un escalofriante rayo que les atravesó el cerebro al saberse grabados probablemente en similares condiciones, habrán pasado varios cientos de arequipeños, autoridades o congresistas que en su gran mayoría probablemente cedieron ante los argumentos del asesor.

La pregunta hoy es ¿por qué debemos aceptar los arequipeños una estructura de poder similar a la que se ha puesto en evidencia a nivel nacional?. La mayoría de autoridades formales son títeres que mueven los hilos del SIN; y los que no les están son acosados, postergados, ignorados e incluso amenazados por poderes siempre en la sombra.

Si el Vladimiro mayor cae, tendrán que caer el Vladimiro menor y todos sus acólitos locales. La tendencia es irreversible porque la bajeza moral no puede ganar siempre. Lo que los arequipeños debemos preguntarnos, tras la comprobación del verdadero mecanismo de poder en Perú, es por qué tenemos que soportar las mismas prácticas; y la verticalidad dependiente del poder que otorga la fuerza de las armas y la osadía del amoral.

La larga vida de miserias del autor de nuestros miedos

Asumir roles en el aparato gobiernista instalado en 1990 le significó la oportunidad de ostentar el poder que había estado buscando desde hace más de 30 años, años durante los cuales se puso de manifiesto su extrema ambición. Sus funciones se expandieron y eran cada vez más complejas pero más precisas; el misterio del que siempre procuraba rodearse era fundamental en sus planes pues cuanto más irrumpió en la escena pública más evidenciaba sus debilidades.

El doctor fue objeto de inacabables polémicas, su estancia en el poder ha provocado que los más exquisitos sabuesos de investigación hurguen en su pasado; información que, a decir verdad, es vasta, sobre todo a partir de su expulsión del Ejército; pero pocos conocen que este oscuro personaje fue compañero de causa y amigo íntimo del criminal más grande de nuestra historia, Abimael Guzmán Reynoso.

Enemigos comunes

Vladimiro Lenin Montesinos Torres nació en Arequipa en 1946, hijo de Francisco Montesinos y Montesinos y una bella joven de la que poco se conoce. Tuvo una niñez sufrida, a decir de algunos personajes que lo conocieron; su padre bebía en exceso y lo maltrataba continuamente, lo que motivó la degeneración de la relación. Estudió en el colegio la Salle y luego en el colegio militar. Durante su estancia en ambas instituciones su conducta era la de chico normal, con ciertas ambiciones por el mando y la manipulación, gustaba de escribir largas cartas a “Papá Noel” en quién parecía creer más que en su padre.

A los 16 años perteneció al Frente de Liberación Nacional qué en Arequipa dirigía José Villalobos Ampuero, donde conoció a Abimael Guzmán Reynoso. Así se convirtió en su confidente y con quién compartían los mismos principios ideológicos comunistas y al parecer los mismos objetivos; puesto que el camarada Gonzalo perseguía lo mismo que ahora posee Vladimiro, el poder.

Según versiones de los pocos allegados a esta peculiar familia, Francisco Montesinos se habría suicidado en una habitación de un viejo edificio en Balconcillos; y acerca de su madre la información es más escasa aún, y los pocos que aceptan conocerla prefieren guardar silencio para no verse involucrados.

Traiciones militares

Luego de su adoctrinamiento político en las filas del Frente de Liberación Nacional, Vladimiro decidió postular a la Escuela Militar de Chorrillos a la que ingresó con la providencial ayuda de su tío, el doctor Alfonso Montesinos y Montesinos, que era funcionario público. Allí su personalidad cambió radicalmente, sacaba ventaja de cualquier situación, pero tampoco era sobresaliente.

En 1996 Montesinos logró graduarse de la Escuela Militar de Chorrillos en la sección de Artillería recibiendo los honores de capitán; promoción en la que también egresaron Jose Villanueva Ruestas, ahora jefe del comando conjunto de las Fuerzas Armadas; Percy Corrales jefe de la cuarta región militar con sede en Cuzco; y el no menos famoso Abraham Cano Angulo, jefe de tercera región militar con sede en Arequipa.

El cerebro del SIN, en sus ansias de capacitarse, se inscribió en un curso de paracaidismo, concurso de conferencia internacionales; fotointerpretación por correspondencia y un cursillo de relaciones públicas en la Universidad Católica. Trabajó además como jefe de la mesa de partes del Ejército del Perú.

Cuando todo parece ir en aparente calma en su carrera, el capitán falsifica documentos al interior del Ministerio de Defensa para sacar permisos que le facilitarán viajar a EEUU; en donde se atribuyó una representatividad institucional con la que tuvo acceso a varias instalaciones castrenses.

Por ese delito, Vladimiro Montesinos es procesado y sentenciado por el general Guillermo Arbulú Galliani, con pena privativa de libertad; además es expulsado del Ejército el 28 de septiembre de 1976. Año y medio después, en febrero de 1978, Montesinos fue puesto en libertad.

Pero ese tropiezo con la justicia jamás significó una lección para el inescrupuloso excapitán. En 1984 vendió información clasificada a la comandancia general del ejército de la República de Ecuador; documentos que contenían los listados de todo material bélico que Perú había comprado a la Unión Soviética. Pero el proceso fue suspendido por no encontrar pruebas en su contra y guardado celosamente por seguridad del Estado, so pretexto del conflicto con Ecuador.

Abogado, juez y parte

A principios de los 70, Montesinos logró ingresar a la facultad de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde fue alumno irregular; pues sus delitos y trampas al interior del Ejército lo conducen a prisión, razón por la que los abandona y los vuelva a retomar en julio de 1978, año de su reinscripción y también de su graduación optando el título de abogado; expediente perteneciente al libro N°24 y que, previsiblemente, no se encuentra en poder de la Universidad San Marcos, porque desaparecieron junto con las tesis.

Titulado de abogado, Vladimiro ingresó a trabajar en la oficina de su primo hermano Sergio Cardenal Montesinos a quién por líos legales le arrebató su oficina incluida la cartera de clientes; y lo denunció penalmente, lo que lo obligó a Cardenal a huir y mantenerse al margen de la justicia.

En estas condiciones el asesor de Fujimori inició su exitosa carrera como abogado defensor de narcotraficantes, con lo que sus ingresos económicos se elevaron considerablemente; aunque sea para el ingeniero Fujimori este trabajo le sirvió de mucho al excapitán. Con él aprendió cómo funcionaban las organizaciones, lo que le sirvió al momento de realizar los operativos. Por lo menos, esto fue lo que declaró después de que Demetrio Chávez Peñaherrera alias “Vaticano” acusara a Montesinos de extorsión y soborno; acusación que él mismo desmintió visiblemente afectado aparentemente por torturas.

El éxito lo involucró nuevamente con el Ejército, el estudio que le arrebató a su primo hermano se convirtió en uno de los más solicitados. Las influencias del asesor de Fujimori eran tan poderosas que cualquiera fuera la causa que defendiera, el resultado era óptimo.

Después de abril de 1992 el estudio Urquizo pasó a tener aún más éxito en afluencia, se encarga de la defensa de casi la totalidad de los casos que se abren en contra de los oficiales convictos y confesos, incluso le ganaron un juicio a la revista Caretas por haber llamado “Rasputín” al excapitán.

Los socios de la conquista

Aún cuando ya Vladimiro Montesinos había ocupado cargos en las esferas de poder durante la dictadura de Velasco, para el resto era un ilustre desconocido. Afuera, la gran mayoría de peruanos preocupados en sus necesidades inmediatas, no tenía ni la menor idea de quién era este sujeto; quien de buenas a primeras se convirtió en el asesor presidencial y brazo derecho de otro ilustre desconocido, el ingeniero Alberto Fujimori Fujimori.

La sociedad de ambos satisface tanto a parlamentarios y allegados al gobierno, como un sector de la población, que calificaban la gestión como exitosa. Se atribuyó también la captura de mandos senderistas y de líder máximo Abimael Guzmán Reynoso, amigo y compañero de causa de Vladimiro; todo en medio del amedrentamiento, las torturas y asesinatos de inocentes.

Enemigo público del Perú

Escribe: Carlos Castro / Horacio Podesta/ imediaperu.com

Antes de dedicarse a asesorar al presidente Fujimori, durante 24 horas al día, Vladimiro Montesinos defendió a conocidos narcotraficantes. Pero hay más: una página web internacional lo considera como uno de los mayores torturadores y asesinos del mundo.

En 1978, Vladimiro Montesinos fue abogado del poderoso narcotraficante del cartel de Medellín, el colombiano Evaristo Porras Ardila, responsable del asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla; meses después de que Porras Ardila logrará fugar de la prisión y del país rumbo a Colombia. El expediente en su contra se extravió de los archivos del 15 juzgado civil. Por un lado, sin dicho legajo, el Perú nunca pudo solicitar su extradición y la participación de Montesinos en el caso nunca se pudo probar. Tiempo después, el proceso se archivó.

Un año después, Montesinos admitió en las oficinas de la dirección de narcóticos de la Policía Nacional haber conocido al narcotraficante colombiano Jaime Tamayo Tamayo; y de haber actuado como su abogado. No pasó mucho tiempo para que se descubriera que Montesinos avaló a dicho delincuente en alquiler de dos locales en los que funcionaron en los laboratorios de procesamiento de pasta básica de cocaína. Al momento de ser intervenidos, la policía encontró 3 kg de cocaína y gran cantidad de insumos químicos.

En marzo de 1979, Montesinos fue recomendado para la defensa del narcotraficante Noé Arcayo Céspedes. Montesinos falsificó en la partida de nacimiento de dicho traficante para que apareciera como menor de edad ante la justicia; y sea internado en un reformatorio. El ardid fue descubierto: su patrocinado pasó 6 años en el penal de Lurigancho y el propio Montesinos fue incluido en el proceso por delito contra la fe pública. Este caso se ventiló en el VI tribunal en lo penal y el expediente fue el 478-1979.

Pero las apariciones de Montesinos no sólo se remiten a la defensa sino también con el negocio mismo. En el caso del narcotraficante Alfonso Rivera Llorente, Montesinos apareció como miembros de la banda, junto con el comandante retirado Jorge Whitenbury. Al igual que en anteriores casos, el narco se fuga del país, el expediente se pierde y el proceso se archiva.

En 1986, Montesinos defienden a los policías y militares implicados en el caso Villa Coca. Durante las investigaciones judiciales, se encontró un documento redactado por el capo de la mafia, Reynaldo Rodríguez López. En el que pedía a Montesinos sobornar al fiscal Hugo Denegrí, con el fin de paralizar las investigaciones. Vaticano los denuncia, nunca fueron investigadas.

De vuelta a las andadas

Hasta 1996, Montesinos permaneció en la sombra, ese año, Demetrio Chávez Peñaherrera, (a) Vaticano, lo acusó de cobrarle $50,000 mensuales para sacar droga del país sin tener que sufrir ningún problema. El inmenso poder de Montesinos se hizo evidente por primera vez, pero el Congreso rechazó la investigación.

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