Santa Catalina, la joya de Arequipa

Este año Arequipa celebró dos aniversarios importantes en confinamiento; el de la ciudad y el de la apertura al público de su monumento arquitectónico más importante, la ciudadela de Santa Catalina

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El 15 de agosto de 1970, el monasterio de Santa Catalina abría sus puertas al público, después de un cuidadoso trabajo de restauración encabezado por el ingeniero Eduardo Bedoya Forga y el arquitecto Gonzalo Olivares Rey de Castro, cuando era alcalde de Arequipa José Luis Velarde Soto y las madres sor María del Mar Zea y sor Trinidad Ávila, priora y procuradora del convento. Con este acto, se otorgó a la ciudad el privilegio de mostrar al mundo un monumento arquitectónico único, tanto por su particular conformación como por su historia.

Fundado el 10 de setiembre de 1579, con el necesario permiso del virrey Toledo y del obispo del Cusco, María de Guzmán, hija única del encomendero Hernando Álvarez de Carmona y viuda de don Diego Hernández de Mendoza, fue la primera mujer que tomaba los hábitos en el monasterio de Santa Catalina, el primer convento de clausura femenina perpetua, en la recientemente fundada villa de Arequipa.

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Con el paso de los años, el monasterio de Santa Catalina fue ampliándose, modificándose y reconstruyéndose, en función a las necesidades de sus pobladoras y a los embates de los terremotos que azotan Arequipa periódicamente. Es así como, tras casi cuatrocientos años de clausura, este monumento ubicado en pleno Centro Histórico de la ciudad llegaba a la década de los setenta, envuelto en un halo de misterio y en un estado de conservación muy malo.

Entrado el siglo XX, los terremotos que sacudieron Arequipa en 1958 y 1960 causaron graves daños a la ciudad y, claro, también a Santa Catalina. Se creó entonces la Junta de Rehabilitación y Desarrollo de Arequipa, presidida por el ingeniero Fernando Chávez Belaúnde; que contó con el apoyo del Concejo Provincial dirigido entonces por el Dr. José García Calderón, con el fin de restaurar los monumentos dañados y promover el desarrollo de la ciudad. Lamentablemente el monasterio de Santa Catalina no estuvo incluido entre los monumentos a ser restaurados, debido seguramente, a la dificultad de ingresar para constatar los daños a un convento habitado por monjas de clausura; y también por sus monumentales dimensiones (20 mil 426 m2).

El convento de Santa Catalina permaneció cerrado, como correspondía a un monasterio de clausura; pero las condiciones en las que vivían las monjas eran muy malas. Después de muchas propuestas, hubo quien sugirió partir el convento en dos para recuperar la traza de damero de esa parte del Centro Histórico; o convertir el monumento en un centro comercial. Finalmente se llegó a un consenso en el que también intervino el arzobispo de Arequipa en ese tiempo, monseñor Leonardo J. Rodríguez Ballón, para restaurar el monumento y abrirlo al turismo.

Este año Arequipa celebra dos aniversarios importantes, que deberán ser festejados en el confinamiento de los hogares, debido a la pandemia del covid19, lo que no impide celebrarlos y reconocerlos en sus méritos

La apertura de Santa Catalina al público trajo muchos beneficios para la ciudad, al ubicar Arequipa entre los lugares de mayor interés turístico del Perú; con el consiguiente progreso económico para muchos otros sectores vinculados al turismo. Con el transcurso del tiempo y el incremento de las visitas, tanto de locales como de extranjeros; el monasterio continuó transformándose y ampliando la gama de servicios que ofrece, sin comprometer su valor patrimonial.

En este 2020 también se celebra otra fecha importante para Arequipa. Hace veinte años fue declarada parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO e inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial. Este reconocimiento se le otorga, no sólo debido a su legado arquitectónico, sino también a su identidad cultural mestiza; y por su espectacular entorno natural, rasgos distintivos característicos que la diferencian de otras ciudades. Es preciso destacar que el monasterio de Santa Catalina jugó un papel importante en el aspecto de valor monumental para lograr este reconocimiento.

Así, podemos decir que, tanto el monasterio de Santa Catalina como el Centro Histórico de Arequipa, trascienden de la simple conservación para convertirse en organismos vivos que continúan adaptándose a los tiempos en contínuo desarrollo; sin perder sus valores y aportando a la ciudadanía un sentimiento de orgullo por lo propio.

Texto: Isabel Olivares

Fotos: Difusión

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  • Semanario El Búho

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