Muchos de los jóvenes que han salido a las calles a protestar estos días eran infantes -o quizás ni habían nacido- cuando, un 16 de noviembre del año 2000; Valentín Paniagua Curazao era elegido presidente del Congreso, en medio del desmoronamiento del régimen dictatorial de Alberto Fujimori Fujimori. Coincidentemente, el pasado lunes 16 de noviembre, también nos ha tocado presenciar un cambio en la dirección del Poder Legislativo, como respuesta a la imposición de un gobierno ilegal, anticonstitucional e ilegítimo. Esta coincidencia nos obliga a pensar en aquellas cosas que debieron hacerse y no se hicieron hace 20 años; para evitar este ciclo maligno en el que hemos vuelto a caer.
Entre las muchas causas de este “eterno retorno”, destacan el espejismo de la victoria y la falta de memoria. Creer que la destitución de Fujimori era suficiente fue un error; pues, toda la organización política que sostuvo su arbitrario régimen sobrevivió, aun cuando varios de sus personajes terminaron presos por delitos de corrupción. Medios de comunicación y periodistas que vendieron su línea editorial no recibieron ninguna sanción moral ni económica; y continuaron para seguir empujando al país hacia el ciclo vicioso. La mala memoria otorgó al fujimorismo poder una y otra vez en estos años, con los resultados desastrosos que ya conocemos.
La generación de los “Cuatro Suyos” no pudo impedir que el ciclo corrupto iniciado con Fujimori se repita; pero ahora, las condiciones son distintas. Quizás la tecnología, que convoca y anima a los jóvenes, permita que la “generación del bicentenario” descubra un nuevo camino de desarrollo que comience con la celebración 200 de nuestra independencia.
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