Después de la felonía perpetrada por los 105 golpistas en noviembre último, las elecciones que se avecinan en abril llegan sin ninguna esperanza de lograr algún cambio importante en la sociedad peruana; y eso, porque una vez más, en los candidatos no se vislumbra un ánimo de querer que nuestra sociedad sea más humana, algo que encandile, que despierte esperanzas, que sus propuestas proyecten un futuro diferente, más justo, más igualitario, sin que eso se confunda con modelos que acorralan la libertad, y que han fracasado y siguen fracasando en cuanto país han sido probados.
Esta carencia de ideas y de voluntad de cambio, se viene repitiendo desde hace 20 años, llegadas las elecciones votamos siguiendo la ley del mal menor; no por un candidato sino para que no gane el otro, el más repulsivo o la más repulsiva. Por lo menos a mí me ha sucedido. El 2001 voté por Toledo para que no gane García, pero el 2006 tuve que votar por García para que no gane Humala; y quién lo diría, el 2011 voté por Humala para que no gane la Fujimori; es decir cosa se ponía cada vez peor, y lo mismo sucedió el 2016, porque voté por PPK para que no gane la señora K.
Y esta vez seguramente sucederá lo mismo, votaré por uno para que no gane el otro. Del elenco estable no hay ninguno que levante el ánimo. Lástima que Sagasti que se distingue notablemente de los demás por su cultura, trayectoria y bonhomía no pueda ser candidato. Los partidos políticos que están actualmente en el congreso, con muy pocas excepciones, son agrupaciones de amigos que no tienen ninguna ideología que mostrar; lo que tienen son intereses personales: evitar ir a la cárcel o salir de ella, hacer más universidades mediocres para estafar a sus alumnos; o echar mano al tesoro público haciendo obras innecesarias o mal hechas, favoreciendo a la minería ilegal y a los transportistas informales con el fin de ganar votos para seguir haciendo lo mismo.
También hay un grupo con creencias religiosas disparatadas, y varios que se han quedado en el Medioevo. No sé por quién votaré, pero eso sí, jamás votaré por partidos que, como bandoleros, se auparon para decapitar al gobierno; y, de paso, causar la muerte de Inti y de Bryan, cuyas sillas estarán vacías en el desayuno y las comidas; ni tampoco por los candidatos medio tinticos o los que astutamente callaron. Esos son los peores por cobardes, porque el silencio no es neutralidad, es apoyar el statu quo”.
En estas elecciones votaré recordando una de las más admirables frases pronunciada por Winston Churchill en un momento crucial durante la II Guerra Mundial, demostrando su espíritu indomable; y también su férrea voluntad para derrotar al mal: “Si Hitler invadiera el infierno, me veré obligado a decir unas palabras a favor del diablo en la cámara de los comunes”. Votaré por cualquiera, jamás por los que traicionaron la voluntad del pueblo. Dijeron que no lo iban a hacer… y lo hicieron.
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