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#Hace20Años 17 candidatos presidenciales a elecciones 2001: olla de grillos o pollada electoral

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El 12 de enero del 2001 se publicó la edición N° 33 del semanario El Búho, donde se analiza el nuevo panorama para las elecciones de aquel año, tras la caída de Alberto Fujimori. Para aquella ocasión se presentaron 17 candidatos a la presidencia de la República, entre ellos Alejandro Toledo y quien recién retornó del extranjero, Alan García.

Parafraseando al escritor norteamericano Alvin Toffler bien podría decirse que poco importa cuánto se peleen por estar en el primer lugar, sí por lo que pelean es por comprar boletos en primera clase del Titanic, o por conducir un país que se hunde por el peso del pago de la deuda externa.

Estampida democrática en elecciones

10 años de dictadura neoliberal a ultranza han acumulado en la marmita social una gran presión de vanidades, las que al abrir la olla han quemado más de una esperanza. Han mostrado permisividades de sexualidad política nunca antes aceptadas y deja un caldo de mestizaje político, que aunque novedoso, no deja de ser el reflejo de lo sucedido en la sociedad durante estos últimos años donde los blancos, se han vuelto por la pobreza, un poco cholos; y los cholos con billete, se han vuelto un poco blancos.

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A primera vista, en un país acostumbrado al maniqueísmo a la oferta en todo género de cosas, la profusión de 17 planchas presidenciales podría parecer algo exagerado. Pero no es así, de algún modo la estampida democrática es un correlato de la diversidad nacional así como de su propia informalidad; también que a esta diversidad de oferta electoral no es otra cosa que la manifestación de un dinamismo social espontáneo y autónomo; así como de un legítimo interés de la sociedad civil por incursionar en la política.

Opuestamente a lo que ocurre en sociedades más estables y de formalidad política más constante, en donde la apatía política y el ausentismo electoral es la principal característica de la actividad política, en nuestro medio, muy por el contrario el afán de participar no sólo es masivo, sino desmedido, aunque este exceso podría ser explicado también por otros factores.

La política como negocio

Después de haber visto lo que se ha visto durante los últimos 6 meses, es el deber de todo analista político armarse de malicia y de utilizar la lógica negativa a cada juicio de valor esgrimido por los candidatos a cualquier cargo político. Porque si hay algo seguro en la política actual es que la filantropía no existe, como tampoco existe el afán de trabajar por el bienestar común. Como prueba documental de lo que se afirma, tenemos las últimas declaraciones del comerciante político Kuori, quién desde Miami afirma que no hizo nada malo, que fue engañado y que lo suyo fue haber realizado un auténtico trabajo social en beneficio de los pobres.

Ojala que en su afán de timar al público se haya timado a sí mismo de modo que su conciencia no lo acose. Pero en quién es la conciencia todavía un débil llamado, es en todos los aspirantes empresarios quienes, sino totalmente quebrados, agobiados por infinidad deudas y por la propia política del anterior gobierno, se han plegado en la estampida con entusiasmo y salvación para las elecciones. Jugadores, como siempre han caído en la tentación electoral, descuidando por cierto que la alta rentabilidad, también implica un alto riesgo. Pero disponer de un millón y medio de dólares en los próximos 5 años, luego de invertir unos 50 mil dólares, no deja de ser una tentación interesante, aunque para ello se tenga que proyectar varias propuestas mayormente indecentes.

Las elecciones como lavandería

Bolivia, Perú y Colombia, el triángulo andino de la producción de coca, inevitablemente es una zona de alto riesgo para la contaminación corruptiva de los dineros provenientes del tráfico de drogas. Y qué mejor que en esta época de elecciones. En este aspecto también resulta una obligación cívica, al momento de analizar el fenómeno político, suponer que detrás de muchos candidatos, estén conscientes o no; está el hada madrina de la coca, repartiendo recursos por doquier. Porque así, siendo generosos y apelando a disquisiciones sociológicas, podemos explicar la profusión de tanto candidato, y de tanta plancha,.

También siendo un poco aritméticos, habría que preguntarse cómo es que en un país donde el empresario está técnicamente quebrado, donde los blancos dicen que no están quebrados, pero que piden a gritos un rescate de su cartera y donde todo el mundo sabe que los blancos viven en los depósitos del Estado y que sólo basta el simple retiro de unos fondos de cualquier banco, para enviarlo al cadalso, (cómo a sucedido últimamente con los casos del banco Nuevo Horizonte, del NPK y de otros). ¿De dónde entonces sale el dinero para hacer inversiones tan riesgosas como una campaña en estas elecciones, en donde muchos son los llamados, pero pocos (una sola plancha), la elegida?

Los verdaderos partidos en estas elecciones

En todo orden de cosas en donde funcionan las jerarquías, cuando los personajes que las ejercen, desaparecen, sus funciones están completadas por alguien. Bajo esta premisa y sin abundar en la explicación que durante el decenio fujimorista, y un tanto antes, los partidos políticos habían entrado en crisis; que ya no representaban más los intereses de la sociedad; y que frente a ese vacío había emergido un contingente social de independientes que cubrían dicho vacío de aparente renunciamiento de las ideologías.

En fin, asumiendo que en este esquema existen medias verdades, también podría ser que esto es parte de un efecto de propaganda, debajo de la cual subyace un hecho muy sencillo. Durante la última década y con la caída del socialismo de la URSS, el sistema capitalista ha entrado a arrasar con todo. Lo primero que ha inoculado en las mentes de las clases dominantes de los países del hemisferio sur es que sus Estados eran demasiado grandes y demasiado ineficientes; y que había que reducir su tamaño e influencia (curiosamente el Estado más gigantesco es el de los Estados Unidos).

Pero lo que ha hecho es que no solamente han reducido al Estado, sino a los promotores del Estado qué son los partidarios políticos; de modo que las funciones del Estado ya no les hace éste; sino las grandes corporaciones qué son quienes verdaderamente gobiernan a los países del hemisferio sur. Si alguien duda, sería bueno investigar la denuncia del expremier Federico Salas, quien afirmó que a los ministros les paga el Estado por planilla, alrededor de 1500 soles; pero que además tienen un plus de veintitantos mil dólares que les paga, merced a no sé qué convenio, el FMI y el Banco Mundial. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Si este análisis resulta cierto, es decir, qué quienes verdaderamente gobiernan a los países, no son sus gobiernos, sino grandes corporaciones. O cómo lo dijo en una crisis de honestidad, Felipe González, que los gobernantes sólo gobernaban vagamente la teatralidad de las cosas. Eso lo hacían “otros”. Entonces es de suponer que los verdaderos partidos, es decir, el Banco de Crédito, la Telefónica, el banco Bilbao Vizcaya; el banco Santander Central Hispano, Gloria S.A. , deben estar en una actividad electoral más febril que los propios candidatos. Quizá una forma de explicar la increíble profusión de candidatos, es que detrás de muchos de ellos están las grandes corporaciones; colocando sus fichas en todos los casilleros, porque ellos sí saben jugar, porque hasta ahora en el Perú, los bancos nunca han perdido las elecciones.

El Perú es Fukuyama

Cuando Francis Fukuyama escribió hace casi una década su famoso libro preconizando el fin de la historia, como el fin de las ideologías, probablemente no estuvo pensando en Perú; pero 10 años después, sin duda que su predica ha prendido y salvó el Apra y el Movimiento Nueva Izquierda; todos los demás colectivos han perdido su estructura partidaria y se han convertido en clubes electorales o en una muchachada de barrio que se acerca a la cancha a jugar fulbito. Y como no todos pueden jugar a la vez, siguiendo con orden de matemática fractal política, se acomodan de cualquier modo para pichanguear con cierto orden; casi como al primer gol, sale el equipo perdedor.

Pero nadie quiere perder, es claro. Y este afán de triunfadores, inculcado por décadas de oligarquía política, los lleva, con la fuerza fatalista de los genes, a seguir en el negocio; no importa la ideología, la cosa es jugar. Es así que la familia Diez Canseco se ha dispersado por todos lados, siendo el caso más notorio el caso de Raúl; él que alguna vez fue candidato de AP, ahora es un planchable de Alejandro Toledo para las elecciones; quién de cholo terco tenaz y combativo, con su alianza, ha pasado a ser solamente un cholo creído.

De otro lado resulta patético, en personajes como Alfredo Barnechea (uno de las príncipes civiles de la farándula política nacional); decir que aspiraba a encontrar un espacio donde no estuvieran los políticos, cómo si él no fuera político de vieja data en este país. O Carlos Boloña quién ahora sí suda la camiseta, cómo lo que realmente es: un señorito de Chicago al que le han lavado la cabeza con el cuento de la modernidad en los negocios; y ha salido a todo pulmón, a poner toda la voluntad, porque, si no se pone voluntad, no se vende en el mercado.

Aunque ya lo sabrá dentro de poco, su propio mercado es de usar y tirar. Su plancha no merece comentario fuera de la redoblada excepción de los devaneos seniles de un intelectual como Macera. De Olivera, el moralista, sólo queda añadir que su incipiente obesidad es un reflejo de su anquilosamiento y soledad política, ante estas elecciones. No tiene ni siquiera gente para completar su plancha hasta el día de la inscripción. El deportivo e inconsciente Ricardo Belmont con analogías deportivas. Lourdes Flores, aunque simpática durante la resistencia, al liquidar al pobre Risco deja colgado el badilejo de Construcción Civil por el millón y medio de dólares del próximo quinquenio. Un auténtico caso de transfuguismo político de izquierda, qué Lourdes usa para hacer la foto digerible en las clases populares.

La improvisación cuesta

Alan García ha tenido mucho tiempo para pensar sobre su pasado y, especialmente sobre su futuro. Es el único político auténticamente político en la contienda. La política es en sí un arte encandilador. Como en la música, es una habilidad que no se improvisa y que requiere largos años de estudio y preparación. Alan García lo sabe, sabe incluso que pueden llegar al poder por segunda vez; por ello es que respecto al tema de la deuda externa, sus primeras opiniones son algo tibias; y su primera palabra no ha sido hacia el pueblo peruano, sino a la nueva administración republicana de Estados Unidos, con su propuesta del plan Perú, parecido al plan Colombia.

Un plan audaz, sabiendo que el plan Colombia es en sí la vietnamización de América del Sur. Alan, con este plan ofreció a los gringos música celestial para sus oídos. Finalmente diremos que la primera víctima de la elocuencia encandiladora de García, ha sido el propio y ducho baluarte de la prensa nacional, Cesar Hildebrandt. Como buen defensa salió a marcar a Maradona; aunque lo hizo bien, no pudo evitar que le hiciera alguna guacha y le diera algún baile.

Naturalmente la perspectiva es aterradora para la mayoría de peruanos que vivimos los estragos de sus juveniles ensayos en el poder. Y aún queda pendiente el tema de sus deudas con la justicia, eso sí con un auténticamente independiente Poder Judicial.

Con la inscripción de esta candidatura quedó recompuesto el panorama electoral y la mayoría de candidatos ha pasado a la condición de convidados de piedra, lo que incluye al propio exdefensor del Pueblo que, desdeñando alianza, ha terminado presentando una de las planchas más modestas. En ese mismo rezagado pelotón está Luis Castañeda, un vanidoso Hernando de Soto, un belicoso Francisco Diez Canseco; Marina Portocarrero, Francisca izquierdo, entre otros seis nombres más que no le suenan a nadie.

¿A quién restará votos Alan García en estas elecciones? A todos absolutamente, pero los mayores perjudicados resultarían obviamente quiénes tenían alguna esperanza de pasar a la segunda vuelta.

Y el favorito Toledo, habiendo perdido el cariz de cholo, rodeado de representantes de las clases altas que esperan con él seguir gobernando el país; también ha perdido la oportunidad histórica cediendo a las acusaciones de populismo qué le lanzó el fujimontesinismo de adueñarse, antes que García. Reivindicaciones que el grueso de la población espera, de los temas candentes que timoratos ellos todos aún evaden.

Todos los candidatos rezagados, frente a un discurso insolente, qué es lo que espera la población en la situación en que se encuentra. Olfato político le llaman y las salas del hotel Cesar’s y los perfumes franceses parecen habérselo quitado a Toledo, quién ni siquiera vivió en París.

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