#Hace20Años: Solo desempleo y miseria dejó el régimen fujimorista

En base a indicadores socioeconómicos y recopilación de hechos, ad portas de una elección general, El Búho daba cuenta de la situación del Perú y de Arequipa, tras una década de gobierno fujimorista.

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El 16 de febrero del 2001 se publicó la edición N° 38 del semanario El Búho. Aquí se realiza un análisis sobre las consecuencias socioeconómicas que trajo el gobierno del régimen fujimorista, que concluyó en la huida de sus principales actores, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.

Consecuencias que trajo el régimen fujimorista.

A pesar de haber prometido innumerables veces solucionar el problema del desempleo y subempleo en el país, el gobierno dictatorial de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos sólo dejó un rastro de hambre y miseria que se acentúa más en Arequipa, debido a que según las cifras estadísticas, tiene el desdichado privilegio de tener el porcentaje más alto de desempleados del Perú.

Escribe: Óscar Pacheco

Cada nuevo gobierno invariablemente se jacta de iniciar una época de cambios, pidiendo al pueblo peruano fe y esperanza en ellos al extremo que irónicamente se ha quedado grabado en el subconsciente de muchos el estribillo de una conocida canción que dice: “El arte de vivir con fe y sin saber con fe en qué”, para transcurridos los años y después de estrellarse con la realidad repetir otro que dice. “Este es el mundo de los que sobra, nadie los quiso ayudar”.

“¡Nosotros no queremos estirar la mano a nadie! Lo que queremos más bien es ofrecer lo que sabemos, nuestra mano de obra, la de los obreros, y la capacidad intelectual de los profesionales”, afirma visiblemente molesto Fulgencio Ruiz Herrera, uno de tantos peruanos que motivado por las circunstancias adversas que le ha tocado vivir, ha aceptado el difícil cargo de presidente del Frente de Trabajadores Desempleados de Arequipa (FTDA), institución creada hace tan solo unos meses y que fácilmente puede ser considerada como el saldo negativo del depuesto régimen fujimorista encabezado por Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, que en 10 años de mandato sólo han dejado hambre y miseria para los peruanos.

Las razones que Fulgencio Ruiz tiene para justificar la creación de este frente, son las mismas que se han escuchado a diario desde que se tiene razón de la realidad, debido a que el desempleo ha sido un problema arrastrado por los diferentes gobiernos que como el regimen fujimorista prometieron en sus campañas “Honradez, tecnología y trabajo”, pero que jamás cumplieron con las grandes mayorías que siempre fueron postergadas. Por ello escuchar decir a Fulgencio: Este frente de trabajadores nace en respuesta al olvido e indiferencia de los gobiernos de turno por resolver el problema básico social del desempleo generalizado puede parecer banal, repetitivo, pero es una realidad que a acompañado siempre a los sectores empobrecidos.

Fe en el futuro

Lo lamentable de esta realidad en la que se encuentra alrededor del 50 por ciento de la población, es que siempre se les pide que tengan fe, pero las esperanzas se acaban con los años y los resultados esperados no llegan nunca.

Las emocionadas palabras de Velasco Alvarado: “El patrón no comerá más de tu pan“, jamás se cumplieron, las reformas iniciadas por el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, no produjeron ningún resultado favorable y hoy ya casi nadie recuerda que el 9 de octubre fue calificado como el día de la Dignidad Nacional.

Mientras que las promesas de democracia, participación ciudadana, respeto a los derechos y libertades de las personas que esgrimió el gobierno de Fernando Belaunde no llenaban los estómagos de los peruanos, siendo necesario el inicio del asistencialismo a través del Programa del Vaso de Leche, creado con muy buena voluntad por Alfonso Barrantes pero que posteriormente sería convertido en una forma de clientelismo político por el gobierno aprista de Alan García, que asumió el poder con una gran aceptación popular por las promesas de cambio que nunca llegaron, pues al término de su mandato el Perú afrontaba la peor crisis económica de su historia.

Por aquellos días la crisis moral y la desconfianza en los partidos políticos tradicionales era generalizada, por lo que después de unas elecciones presidenciales sui generis, es elegido presidente Alberto Fujimori para el régimen fujimorista, quien pese ser un desconocido para la mayoría de peruanos y no tener un plan económico, representaba una propuesta de cambio frente a las manoseadas soluciones de los políticos conservadores. Su frase de campaña, “honradez, tecnología y trabajo” acabó por convencer al electorado que esperaba de él una forma diferente de solucionar la crisis económica, frente a la propuesta del candidato Mario Vargas Llosa que parecía aterradora, pero que terminó siendo aplicada sin ninguna conmiseración.

 “¡Y que Dios nos ayude!”, dijo el artífice de la aplicación del shock económico o política de ajuste, Juan Carlos Hurtado Miller, quien antes del anuncio (8 de agosto de 1990) comulgó por la mañana, y por la noche con el mismo rostro adusto declaraba ante los ojos impávidos de millones de peruanos que la gasolina subía en 3039 por ciento y el kerosene en 2863 por ciento. Al día siguiente el país era otro, los saqueos y la violencia de familias desesperadas ocasionaron varios muertos. El Perú se convertía en el país más caro del mundo y miles de personas sin trabajo literalmente no tenían qué comer.

Golpe de Estado

Paradójicamente la palabra “golpe” tiene varios sinónimos en la lengua castellana, significa: impacto, choque y patada; también desgracia, desdicha, adversidad y por añadidura equivale también a salida, gracia, chiste y ocurrencia, pero para nada significa cambio. Hoy que se puede analizar los resultados del gobierno fujimorista, después del golpe de Estado del 5 de abril de 1992, encontramos que todos estos sinónimos encajan completa e inequívocamente en lo que se actuó y se hizo en el país, que terminó por ser una burla más para los miles de peruanos que creyeron en las promesas del dictador.

Cinco años después de haber mantenido un mercado de capitales libre. liberalizado las importaciones y casi olvidarse de la promoción de las exportaciones, 11 millones de peruanos continuaban en situación de pobreza de los cuales el 18 por ciento se encontraba en pobreza extrema y existía un creciente desempleo de la Población Económicamente Activa (PEA); sólo el 50 por ciento estaba adecuadamente empleado. el 43 por ciento subempleado y el 7 por ciento desempleado.

A pesar de las cifras, el régimen fujimorista insistía que había experimentado la tasa de crecimiento más alta de América Latina (13,94 % en 1994 y 17,7% en 1995), situación que después fue explicada por Carlos Boloña, quién sucedió en el cargo a Hurtado Millar, denunciando que hubo populismo y una “fiesta fiscal” con miras a la reelección en 1995. Es decir todo fue apariencia.

Las privatizaciones

Desde que se iniciaron las privatizaciones en 1991 con el regimen fujimorista hasta la fecha, han quedado sin empleo más de 100 mil trabajadores que pasan a aumentar las filas de los desocupados, corno resultado de programas de reestructuración laboral, aplicados al amparo de normas emitidas para facilitar los despidos, incluso en contra de derechos constitucionales como el de la adecuada protección contra el despido arbitrario y las garantías referidas al derecho de defensa y el debido proceso.

Además la política fujimorista siempre tuvo como objetivo la destrucción de los sindicatos, por lo cual los despidos que se hicieron fueron para neutralizar a las organizaciones de los trabajadores, al orientarse principalmente a los dirigentes, delegados y activistas sindicales. De otro lado, en las empresas privatizadas se emplearon mecanismos para el desplazamiento de trabajadores, o se condiciona la permanencia en el empleo a una actitud más complaciente con el empleador y al abandono de las filas sindicales.

En general, el impacto social producido por estas acciones se ve claramente graficado en el drama de una gran cantidad de trabajadores despedidos, de los cuales, la mayoría no tiene posibilidades de reinsertarse en el mercado de trabajo, por razones de edad o de carga familiar, en la medida en que las empresas prefieren trabajadores jóvenes y sin compromisos o responsabilidades familiares.

Hambre y miseria

De acuerdo a una evaluación realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en América Latina y el Caribe, el Perú junto con Bolivia, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana, por tener un alto porcentaje de desempleados y subempleados, es uno de los países con más altos índices de desnutrición, tanto así que difícilmente el año 2010 logrará la meta propuesta por la FAO de las 2700 calorías de Suministros de Energía Alimentaria (SEA) por habitante. En resumen, en relación a América del Sur, sólo compartimos con Bolivia el triste privilegio de pertenecer a este grupo de países con poblaciones desnutridas.

Arequipa no es excepción

De acuerdo a cifras del Ministerio de Trabajo y Promoción Social (MTPS), para 1994 (último dato a nivel de ciudades) las tasas de desempleo en las principales ciudades del país, son superiores a las registradas por Lima, presentándose los mayores porcentajes en Arequipa (15,3 %) y Cusco (11,3%), debiéndose posiblemente este alto porcentaje en nuestra ciudad al hecho que el Producto Bruto Interno (PBI) del sur del país muestra un claro estancamiento en el periodo comprendido desde 1970 hasta la actualidad. Esta situación se agrava si se tiene en cuenta que la actual estructura productiva muestra una insuficiente capacidad de generación de empleos.

El problema del desempleo en Arequipa es fácilmente comprobable tras el régimen fujimorista, debido a que diariamente, tanto en la Plaza de Armas, como en la Av. Aviación, Mariscal Castilla, entre otros, se puede observar gran cantidad de personas en busca de un empleo eventual. De igual manera, es notorio el incremento de las llamadas agencias de empleos que los últimos años han proliferado y que en muchas ocasiones estafan a las personas sin que las autoridades hagan nada por evitarlo.

Esta cruda realidad en nuestra ciudad se agrava más si se tiene en cuenta la carga familiar. De acuerdo a un diagnóstico situacional de los indicadores sociodemográficos del Instituto Nacional de Estadística e informática (INEI), el número de hijos según niveles de pobreza en Arequipa es de: 5,5 hijos por mujer en pobre extremo, 4,6 en pobre y 2,2 hijos en no pobre.

Promesas de candidatos

Volviendo a las sentidas palabras de Fulgencio Ruiz, tal vez una de las personas más autorizadas para hablar del drama que viven los desempleados, pues él mismo lo sufre en carne propia, este importante sector de peruanos ve con escepticismo las promesas que hacen los candidatos. “No les creemos nada, porque no saben explicar cómo y con qué dinero lo van a hacer, eso es lo más importante“, dijo con firmeza y sin vacilaciones, lo que revela dos cosas: primero que las personas no se van a dejar convencer tal fácilmente esta vez; y segundo, que existe una falta de debates donde se hable de lo sustancial de sus propuestas.

No debe olvidarse que el saldo social actual del decenio fujimorista se estima en 2 millones y medio de desempleados y 14 millones de subempleados; que la pobreza aumentó de 50,7 por ciento en 1998 a 54,1 por ciento y que la remuneración mínima vital real hasta septiembre del 2000 fue de tan sólo 223 soles, cuando Apoyo determinó que la Canasta Familiar para seis personas es de 379 soles.

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