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Marx en el Perú

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Ilustración: Guillermo Serrano (El español.com)

Los resultados de la primera vuelta electoral posibilitan diferentes escenarios. Una opción es que la evidente polarización se traduzca en una sucesión de conflictos políticos y sociales que dificulten la gobernabilidad y lleven al equipo ganador, cualquiera que fuese, a radicalizarse, acrecentando los enfrentamientos. Otra posibilidad, ciertamente preferible, es que los peruanos aprendamos a trasladar el conflicto político al espacio del diálogo y las razones; de manera que discutamos, sobre la base de argumentos y evidencias, qué modelo político y económico podría funcionar en nuestro país que lograra generar bienestar; integrando a todos los sectores sociales con los mismos derechos y oportunidades, en medio de sus diferentes cosmovisiones.

Pero esto supone abandonar nuestros prejuicios para hacernos preguntas de fondo como, por ejemplo, si el país podría desarrollarse con un sistema marxista-leninista-mariateguista; o si un modelo neoliberal estaría en capacidad de llevar el crecimiento económico a las zonas más pobres. Más allá de los temores y recelos que pudiera generar el tener que plantearse ese tipo de cuestiones, no parece que haya otro camino.

Comencemos preguntándonos, entonces, si Marx puede ser viable en el Perú de hoy. El marxismo está compuesto por varios elementos que, si bien forman una unidad, son en principio separables. Uno de ellos es una concepción acerca de la historia que la considera gobernada por ciertas regularidades económicas que se instancian de maneras semejantes en las diversas sociedades. Precisamente José Carlos Mariátegui mostró que eso es un error y que las características de la sociedad peruana no hacen factible un calco del marxismo-leninismo en nuestra sociedad.

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A partir de su concepción de la historia, Marx realizó un conjunto de predicciones respecto del futuro de la sociedad capitalista que no se cumplieron; como el inevitable advenimiento del socialismo como consecuencia de las contradicciones del capitalismo y, sobre todo, la llegada del comunismo. En los países donde se instauró el comunismo, no se generó suficiente riqueza para producir una adecuada distribución; de manera que, aunque se logró homogenizar la economía, esta fue hacia la pobreza y no hacia una mejor calidad de vida.

Lo que sí se consiguió fue la eliminación de la indigencia y también se logró el acceso de todos a salud y educación básica. Pero para que el sistema funcionara, también fue necesario homogenizar las mentes controlando la cultura y los medios de comunicación, de manera que pudiera haber una cosmovisión uniforme que evitara el cuestionamiento del sistema. Algo así sería muy difícil de sostener hoy en que la globalización hace que el acceso a la información sea prácticamente universal.    

Hay también en Marx un fino análisis de un tipo de capitalismo, el de la sociedad industrial inglesa del siglo XIX, donde existía un abismo entre pobres y ricos y relaciones de explotación. En situaciones de opresión y miseria no hay libertad. Un pobre no es libre de acceder a la salud ni a la educación, y aún menos de tener una vida digna con un mínimo de comodidades materiales. En esas condiciones la libertad está reservada para algunos, aunque suele presentarse como si fuera una cualidad de todos.

El examen que Marx hizo de Inglaterra del siglo XIX no es directamente aplicable al Perú de hoy, pues las condiciones son diferentes en múltiples terrenos; pero sigue siendo cierto que una persona pobre tiene pocas posibilidades de salir de esa situación, de manera que su libertad está severamente restringida. Por eso el discurso neoliberal debe ser tomado con pinzas, ya que podría esconder una noción demasiado simple de libertad.

Marx sostiene que la propiedad privada de los medios de producción aumenta la brecha entre pobres y ricos, genera clases sociales y hace inevitable la aparición de relaciones de explotación. Por ello, al tomar el poder del imperio ruso en octubre de 1917, Lenin procedió a confiscar los medios de producción y las haciendas que estaban en manos de los terratenientes. Sin embargo, no es cierto que el marxismo proponga, en todos los casos, promover la lucha de clases. Eso no sería necesario si ya accedió al poder, aunque seguramente sí ocasionaría mucha reacción social que buscaría sofocar con violencia.

Pero las ideas de Marx, sobre todo su diagnóstico del capitalismo, tienen muchos elementos de verdad y algunas son aplicables a la situación peruana actual. Quizá lo más importante es la radiografía de la situación de abandono en la que se encuentran los pobres en muchas sociedades capitalistas; donde no son verdaderamente libres y tienen pocas posibilidades de cambiar su destino. Por ello, muchos países con economía capitalista, como por ejemplo los europeos, fortalecieron un Estado que permitiera satisfacer las necesidades mínimas de la gente; invirtieron en educación de calidad para todos y en un sistema eficiente de salud pública. Así, las posibilidades de movilidad social aumentan significativamente, reduciendo la sensación de desaliento que tiene la población cuando cree que está condenada a la miseria.

Pero eso no ocurrió en el Perú, a pesar de haber tenido un crecimiento sostenido durante más de dos décadas. Por cuidar con excesivo celo la caja fiscal se mantuvo en el desamparo a un enorme número de compatriotas, que ahora expresan su hartazgo. Si bien es central la generación de riqueza, y en ello el rol de la inversión privada es fundamental, esta debe estar acompañada de mecanismos que proporcionen las mismas oportunidades para todos. Eso no ha pasado y ahora estamos constatando que el Estado debió tener un rol más activo para reducir ancestrales inequidades. Este podría ser un resumen de la situación; aunque el marxismo podría ofrecer un diagnóstico acertado de algunos aspectos de nuestra situación, es menos probable que su terapia llegue a funcionar.

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