Doscientos años y contando

"lo que tenemos es la conmemoración del Bicentenario con la juramentación como presidente del Perú de un profesor rural, sindicalista, rondero y nacido en una de las regiones más pobres del país"

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Foto: EFE

Durante los seis años que duró la lucha por la independencia dentro de suelo patrio, los peruanos -ricos y pobres- tuvieron que pagar cupos de guerra. Se calcula que fueron unos 20 mil soldados que transitaban por el país, a los que había que alimentar, vestir, armar y pagar. Recordemos que los peruanos sostenían tanto al ejército libertador como al realista, pues España nunca envió ayuda económica para los aliados de sus colonias. Así, el Perú nació a la libertad desangrado social y económicamente. Mal inicio.

Lo que siguió tampoco fue lo que podía esperarse de la palabra “independencia”, pues se contrajeron cuantiosísimas deudas que limitaron las decisiones del naciente país, hasta muchas décadas después. Pero, en esta tormentosa situación, no todos se mojaron por igual.  Los españoles criollos y peninsulares quedaron en una posición favorable que les permitió amasar grandes fortunas en algunos casos o mantener sus privilegios, en otros.

Cuando cumplimos 100 años de independencia, los grandes pensadores de inicios del siglo XX coincidían en señalar que el gran reto de Perú, como país, era incluir a toda la población del ande y la selva en los esperados beneficios de la República que, hasta ese momento, se habían concentrado en la zona costera. Cien años adicionales han pasado y el reto sigue siendo el mismo: inclusión. Sin embargo, hay una diferencia que hoy se puede percibir y es que este reto no es demandado solo por un grupo intelectual de élite; sino también por la propia población que se siente excluida. ¿Qué ha provocado ese cambio?

Algunos dirán que es el hartazgo acumulado de generación en generación o las urgencias de la crisis sanitaria y económica que ha dejado la pandemia; no obstante, no podemos perder de vista que los nuevos medios de comunicación tecnológicos han abierto espacios en los que todos tienen voz, todos. Y algo así tiene consecuencia.

Por ahora, lo que tenemos es la conmemoración del Bicentenario con la juramentación como presidente del Perú de un profesor rural, sindicalista, rondero y nacido en una de las regiones más pobres del país. Nada de lo cual lo acredita como un buen gobernante, pero sí lo convierte en el símbolo de aquella población que ha estado esperando su turno de dirigir al país, con lo bueno o fatal que de ello pueda lograrse.

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