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Cambios inalcanzables

Castillo ofreció cambios
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Los pecados de otros no te convierten en santo, dicta el adagio; y el que no haya santos explica todo este infierno. El primer gabinete presentado por el flamante presidente Pedro Castillo y su premier, Guido Bellido, parece estar apostando por la confrontación y el pulseo de fuerzas. De prudencia y gobernabilidad, solo hay un par de figuras que no han alcanzado para tranquilizar ni a la ciudadanía ni a los mercados. Con la sombra de Vladimir Cerrón detrás de todas las decisiones de gobierno, el futuro no pinta nada bien. Sin embargo, nada de esto es nuevo ni hubiera sido mejor si ganaba la otra opción en segunda vuelta.

El partido ganador convertido en agencia de empleos, funcionarios sin méritos elegidos por amiguismo y autoridades juramentadas con más prontuario que experiencia para el cargo son factores comunes a todos los gobiernos, aunque lo nieguen quienes sufren de memoria selectiva. Lamentablemente, por ahora, nuestro único consuelo sigue siendo el mal de otros. Así de tontos estamos.

De los nuevos gobiernos siempre se espera un cambio, pero terminamos cayendo en lo mismo. Incluso cuando, como en esta ocasión, el electorado se inclina por un cambio radical. Según una encuesta realizada por El Comercio-Ipsos, después de la segunda vuelta, señala que la principal razón de votación a favor de Castillo fue “porque representaba el cambio que el país necesita” (43%). Pero, ya vemos, el estilo de hacer política es el mismo, ni siquiera la decepción que muchos sienten es nueva. Tenemos ahora a un colectivero pirata como ministro de Transporte y a un emisor de certificados “bamba” como uno de sus principales funcionarios, por mencionar un par de ejemplos. Así como, tuvimos a varios sentenciados por diversos delitos refugiados en la impunidad congresal durante muchos años. Y seguimos teniendo líderes políticos que tanto están en el hemiciclo como con un pie en la prisión.

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Nada va a cambiar si seguimos haciendo las mismas cosas, señala un aforismo; pero, en el caso de nuestra realidad política, parece que la necesidad -además- es un cambio de mentes: dejar de creer que los ganadores de una contienda electoral se convierten en dueños del país y que los perdedores tienen la misión de derrumbarlo; dejar de ver el Estado como un botín de guerra y comenzar a construir un país de verdad. ¿Podremos?

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