El Quinto Centenario

"En solo 19 años, cuando Arequipa cumpla su quinto centenario, habremos despertado del letargo y las gentes de esta villa hermosa"

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Será una fiesta de aquellas. En solo 19 años, cuando Arequipa cumpla su quinto centenario, habremos despertado del letargo y las gentes de esta villa hermosa seremos, por fin, iguales en nuestras diferencias; diversos y semejantes, grandes o pequeños, dueños de nuestra felicidad.

Rodeados de modernidad y tecnología, en cambio, el adobo, el rocoto y el chaque serán más clásicos que nunca, según las recetas de la bisabuela. Y los camarones rojos, de nuestros ríos ya limpios, coronarán ese menjunje divino conocido como chupe, mezclándose con ingredientes menos suntuosos, pero igualmente puros, producto de la sabiduría ancestral de nuestros agricultores y las modernas técnicas que se aplicarán en amplios espacios de campiña recuperada y valles aledaños descontaminados.

Las celebraciones de ese 15 de agosto serán inacabables, pudiendo elegir los nuevos arequipeños entre un paseo a pie por el Centro Histórico, repleto de estampas e intervenciones musicales en las añejas calles de sillar, de viejas casonas restauradas y conservadas, alegremente pobladas por talentosos jóvenes haciendo música de procedencia universal; o un espectáculo artístico en las decenas de teatros y museos que caracterizarán la ciudad.

O quizás prefieran, los arequipeños del quinto centenario, un tour gastronómico por las numerosas e impecables picanterías que estarán distribuidas por las zonas preservadas de la ciudad, en un perfecto equilibrio entre una urbe moderna y su patrimonio arquitectónico, una reserva paisajística de grandes áreas verdes y un sistema vial planificado y urbanísticamente distribuido para evitar congestionamientos. Ellos transitarán por vías cuidadas, limpias y seguras, donde nadie osará tocar un bocinazo ni arrojar basura, primará el respeto entre conductores y peatones y la belleza de esos paisajes imprimirá un espíritu apacible a los nuevos moradores, que poseerán la sabiduría de su tiempo y el alma noble de sus antepasados.

Por eso, la poesía habrá vuelto, desde Mariano Melgar, César Atahualpa Rodríguez, hasta Guillermo Mercado y José Ruiz Rosas, serán frecuentados por los nuevos poetas del siglo XXI. Junto a ellos, una nueva generación de artistas plásticos que, inspirados en la vieja escuela de acuarelistas arequipeños, habrán renovado los laureles de ayer con creaciones artísticas que no habíamos imaginado, por el estilo, la propuesta y la estética del tercer milenio. Todo este arte nuevo lo apreciarán las nuevas generaciones, libres de prejuicios y plenos, profesionales de muy diversas ramas, humanistas y artistas, pero también científicos y técnicos que procurarán generar tecnologías locales limpias para el progreso y felicidad de su gente, su ciudad y su país. Porque, a fin de cuentas, ¿qué otra meta puede perseguir la humanidad de hoy y del futuro, que no sea alcanzar la felicidad a través de su plenitud como seres humanos?

En el quinto centenario, Arequipa será así o no será. Y si no ocurre, es porque nosotros habremos fallado. Atreverse a soñar y caminar hacia ese sueño es una obligación en tiempos de crisis. ¿Se atreven ustedes?

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