Alejandro Toledo: Entre el discurso y la reactivaciĆ³n

En los Ćŗltimos dĆ­as de diciembre de 2001, el Semanario El BĆŗho hizo un anĆ”lisis del rumbo que tomaba el gobierno de Alejandro Toledo, apenas a unos meses de asumido el poder. Hacia falta una reactivaciĆ³n econĆ³mica urgente y una mayor solvencia personal del mandatario

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Alejandro Toledo fue un excelente candidato opositor a la dictadura. La campaƱa precisaba un alto volumen de discursos, pasiĆ³n, coraje y pocas propuestas inmediatas. La prioridad era elemental: que se vaya el chino. Hoy, sin embargo, la inercia de los discursos, se ha convertido en su propia trampa.

Hace medio aƱo que el presidente Toledo personifica a la naciĆ³n, por lo menos oficialmente. Y la naciĆ³n ya ha cerrado el capĆ­tulo electoral; mas bien debiera entrar en un perĆ­odo de reconstrucciĆ³n del aparato productivo nacional que dispare e impulse la creaciĆ³n de empleo. Sin embargo, desde la presidencia de la repĆŗblica, lo que se percibe es un inmovilismo que desespera a la poblaciĆ³n carente de las promesas hechas durante la campaƱa electoral; un inmovilismo que pretende quebrarse apelando a la tĆ©cnica electoral, es decir al discurso, a la campaƱa, como si pudieran subsanarse las falencias productivas con excesos retĆ³ricos.

LAS MANOS TECNƓCRATAS Y TOLEDO

Toledo es un economista forjado en Harvard, precisamente en la Ć©poca en que empezĆ³ a inflarse la gran burbuja financiera que legitimĆ³ transitoriamente el neoliberalismo. Esta burbuja, del crecimiento eco-nĆ³mico continuo lamentablemente se rompiĆ³ poco antes del ataque a las torres gemelas; la economĆ­a norteamericana habĆ­a vivido demasiado tiempo con tasas de crecimiento que no se podĆ­an cotejar con la realidad. Es decir que las lĆ­neas maestras de la propuesta liberal habĆ­an dejado de funcionar socialmente en el inundo; pero sobreviven aĆŗn, porque aĆŗn estĆ”n vivos polĆ­ticamente sus representantes, y aunque el modelo es ya un fracaso estrepitoso, (como se ha demostrado en el caso argentino) sus gestores aun tienen los hilos con los que manejaron ya no la economĆ­a, sino la imagen de un futuro que ya no podrĆ” ser una realidad.

LLUVIA DE BOTELLAS

SĆ³lo a un tecnĆ³crata, experto en “imagen institucional” y carente de todo instinto polĆ­tico, se le pudo ocurrir, programar un “acto de imagen” multitudinario en el cual miles de agradecidos beneficiarios de la limosna social iban a corear el nombre de PachacĆŗtec (Toledo); acto que de por sĆ­ iba a levantar la tempraneramente alicaĆ­da imagen presidencial. Creyendo que el presidente de la repĆŗblica es igual que la telefĆ³nica o la backus, o que cualquier jabĆ³n que se puede promocionar convenientemente, “montaron” al mandatario en un trineo papanoelense que a su vez estaba montado en una camioneta que intentĆ³ dar una vuelta olĆ­mpica en el Estadio Nacional.

Este espectĆ”culo, de por sĆ­ indigno de la compostura que debe tener la figura presidencial, no pudo tener peor colofĆ³n; y realmente causa pesar la reacciĆ³n del pĆŗblico, que sumado al defecto impenitente presidencial de llegar tarde a todo, descargĆ³ una impotencia que cualquier analista avisado pudo prever, causando un innecesario bochorno que pone mĆ”s sombras en la estabilidad de la imagen presidencial.

OPOSICIƓN Y MAFIA

Va a resultar difĆ­cil en los prĆ³ximos meses, separar la paja del trigo en lo que concierne al deterioro de la figura presidencial; porque no todos los que se oponen al gobierno de Toledo son opositores naturales a las consecuencias sociales nefastas de las polĆ­ticas del FMI encarnadas en Kuczynski y cubiertas por AT. TambiĆ©n estĆ”n los otros, los que medraron a la sombra de la dictadura anterior y que pretenden, si no recuperar posiciones, por lo menos reciclarse del mejor modo posible. DemĆ”s estĆ” en atribuir a todo gesto opositor, una conducciĆ³n remota de Montesinos, que si bien algo harĆ”, por mucho que haga, ya no tiene el poder de antes.

Por ello es preciso entender que las mafias no desaparecen porque se las combata policial y judicialmente, como se ha demostrado largamente a travƩs de la historia contemporƔnea; tanto en Estados Unidos como en Italia (en donde no han desaparecido) las mafias desaparecen cuando no son necesarias y dejan de ser necesarias cuando las sociedades se abren a la transparencia. Por ello para combatir a la mafia, el mejor remedio y cuanto antes, es mƔs y mƔs democracia.

VIENTOS ENCONTRADOS

Por su lado, ninguna de las naves que flotan en el mar de la polĆ­tica local puede asegurar que lo hace con favor del viento. Muy por el contrario, el pronĆ³stico para el prĆ³ximo aƱo de elecciones municipales, de elecciones regionales y de auditorĆ­as que darĆ”n mucho que hablar; no se presenta favorable para nadie.

Porque si algo no han tenido nuestros polĆ­ticos en las dos Ćŗltimas dĆ©cadas, son adecuados reportes meteorolĆ³gicos del futuro polĆ­tico local; asĆ­ muchos se han hecho marineros, a lo puro macho, se hicieron de alguna chalupa y con suerte, algunos llegaron incluso a tener pequeƱas bolicheras; pero hasta ahora nadie ha llegado mar adentro. La presencia gravitatoria de Arequipa en el paĆ­s ha sido poco menos que nula; sin embargo, todos los actores polĆ­ticos se han caracterizado por algo: todos se han montado sobre la actualidad.

Sobre ella han construido sus estructuras de poder y han tenido la versatilidad necesaria para adecuarse a las situaciones cambiantes; pero en sĆ­ eran pequeƱos cambios que sin que ellos pudieran percatarse han llevado la marea mĆ”s allĆ” de la actualidad. Y ahora, se viene con todo el cruce de vientos. Y el cruce de corrientes marinas que ya empezaron a tomar forma en las Ćŗltimas protestas sociales, cada cual con su propia dinĆ”mica y bandera; muchas veces con intereses opuestos y dada la volatilidad espacial de los actores polĆ­ticos. Bien estaban un dĆ­a con aquellos caudales electorales que pedĆ­an un interĆ©s determinado, como maƱana podĆ­an estar tambiĆ©n con quienes pedĆ­a especĆ­ficamente lo contrario; y a todos no se puede satisfacer.

Esta falta de constancia en las propuestas sociales, el alto grado de improvisaciĆ³n y la poca satisfacciĆ³n a las apremiantes necesidades de distintos grupos sociales; y la escasa formaciĆ³n polĆ­tica, estĆ” conformado un peligroso clima de frustraciĆ³n e impotencia social que tuvo vĆ­as de escape durante la campaƱa electoral. Pero ahora, con la desilusiĆ³n que ha generado la respuesta polĆ­tica a la realidad social, no va a hacer otra cosa que multiplicar los signos de desequilibrio para entrar dentro de un curso de desarmonĆ­a social permanente. Estamos prevenidos.

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