Al momento de reescribir esta nota, no es posible cambiar el título, en el cual es evidente que habría que eliminar la palabra “fría”. Hasta antes que el presidente Vladimir Putin anunciara ayer “operaciones técnico-militares” en la región de Donbass, muchos pensábamos que se trataba de una posición de fuerza de Rusia que buscaba poner orden en esa región de Ucrania ruso parlante, asediada desde hace ocho años por el fuego cruzado del ejército ucraniano; armado hasta los dientes con pertrechos provenientes básicamente del Reino Unido y de Estados Unidos, y las milicias populares de esa zona.
Hasta ayer, Putin había negado que invadiría Ucrania con lo cual desmentía y hasta hacía quedar en ridículo las denuncias del presidente Biden y su secretario de Estado, Anthony Blinken, de que ello ocurriría. Pero las incursiones militares no se han limitado a la región del Donbass. Anoche hubo explosiones en importantes ciudades de Ucrania, lo que ha puesto a Europa y al mundo al borde de una guerra de consecuencias imprevisibles.
Como si se restara gravedad a los hechos, el Ministerio de Defensa ruso dice que no atacará a la población ucraniana sino a infraestructura militar. Y que ello se realiza con equipos de alta precisión. Mientras tanto, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, declaró la ley marcial; ordenó el cierre del espacio aéreo del país y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió por segunda vez en esta semana.
La primera reunión del Consejo tuvo lugar después de que el presidente Putin decidiera reconocer la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. La medida fue rechazada tajantemente por los países miembros por violar la integridad territorial de Ucrania y el espíritu de la Carta de Naciones Unidas. En una breve intervención, el representante de China se limitó a abogar por una solución pacífica al conflicto; en concordancia con lo manifestado por el resto de los participantes. Otro punto en el que hubo coincidencias fue en la recomendación de la instrumentación de los Acuerdos de Minsk. Toda vez que en ellos se encuentra la base para poner fin a las hostilidades en esa región, incrementadas recientemente. El Acuerdo contempla, entre varios puntos, el cese al fuego, la concesión de un status especial a dichas provincias ruso-parlantes y un plan de desarme.
La condena fue seguida del anuncio de sanciones económicas contra Rusia, prohibición de visitas al bloque europeo de varias de sus autoridades; congelamiento de activos rusos en el exterior, aislamiento del sistema bancario internacional, entre otras. Inclusive, Alemania suspendió la certificación del gasoducto Nord Stream II que llevaría gas natural a través del mar del Norte desde Rusia a Alemania. Con esto, el gobierno germano se vería obligado a continuar abasteciéndose del gas licuado transportado en barco desde Estados Unidos, más caro y contaminante.
La segunda reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tuvo lugar anoche, luego de que Rusia decidiera la operación militar en Donbass. El Consejo tuvo lugar en condiciones dramáticas: Ucrania imponía la ley marcial, cerraban su espacio aéreo y se producían explosiones en varias ciudades del país. La incursión militar había traspasado la región de Donbass y se había adentrado en territorio ucraniano. Ucrania rompió relaciones diplomáticas con Rusia. Las condenas de parte de la Unión Europea y de la OTAN no se hicieron esperar. Hoy se reunirá el Grupo de los Siete, luego de lo cual el presidente Beiden dará un mensaje.
La actitud de Rusia echó por tierra las declaraciones del canciller alemán, Olaf Scholz, quien el 15 de febrero, en Moscú, dijo: “Para nosotros, los alemanes, pero también para todos los europeos, está claro que la seguridad sostenible no puede lograrse contra Rusia, sino sólo con ella. En esto estamos todos de acuerdo en la OTAN y la Unión Europea”. Por ello, dijo, “debe ser posible encontrar una solución, por muy difícil y grave que parezca la situación actual”. Esas frases seguramente no gustaron a Estados Unidos. Europa tomaba un protagonismo en la construcción de su seguridad regional y se dejaba la vía abierta para el pronto funcionamiento del gasoducto Nord Stream II que tantas sanciones había recibido de Estados Unidos.
¿Mal cálculo de Putin?
Con la incursión del ejército ruso en Ucrania, Rusia no solo ha dado lugar al estallido del conflicto bélico que puede tener consecuencias imprevisibles. También ha fortalecido y legitimado la narrativa de invasión de Rusia a Ucrania, detrás de la cual llegaban toneladas de todo tipo de armamentos especialmente de Estados Unidos y del Reino Unido; además de instructores militares, parte de los cuales se dirigían a la región de Donbass. Además, ha dado lugar a que hoy la OTAN active el plan defensivo de esa alianza.
Sus legítimas demandas de establecer líneas rojas de defensa y exigir que Ucrania y Georgia no sean miembros de la OTAN –para evitar que le apunten con misiles desde sus fronteras–, el fin de las actividades de la alianza militar en Europa del Este y el compromiso de Washington y Moscú de no desplegar misiles de corto o medio alcance fuera de sus territorios perderán validez y probablemente no sean escuchadas.
Cabe recordar que, en agosto de 2019, Donald Trump formalizó la salida de Estados Unidos del Tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance (INF); la cual había firmado con Rusia en 1987 con el objetivo de reducir el arsenal nuclear de ambos países. Y prohibir el estacionamiento en Europa de misiles balísticos y de crucero con alcances de entre 500 y 1.500 kilómetros. A primera vista, parecería que Rusia ha perdido una partida en su carrera por ser un jugador global, que es una de las razones fundamentales por las que Estados Unidos y sus aliados buscan cercarla.
Hasta el 20 de febrero, Rusia tenía el aparente control de las negociaciones diplomáticas. El 17 de febrero hizo pública una nueva comunicación dirigida a la Casa Blanca. , toda vez que la respuesta escrita que recibió de Washington y de la OTAN, el 27 de enero, no aborda las principales exigencias enfocadas en rediseñar los acuerdos de seguridad posteriores a la Guerra Fría, ni las principales demandas para acabar con la tensión armada en la frontera con Ucrania. En ella, y este punto es importante en lo ocurrido ayer, el gobierno ruso señaló que se vería obligado a reaccionar a través de medidas “técnico-militares” en caso de ausencia de disposición de la parte estadounidense a negociar garantías firmes y legalmente vinculantes “para garantizar nuestra seguridad por parte de los Estados Unidos y sus aliados”.
Asimismo, insistió en la necesidad de crear una base estable para la arquitectura de seguridad en forma de un acuerdo con la OTAN que prohíba tomar medidas adicionales que dañen su seguridad. Reiteró, una vez más, que no tiene planes de invadir Ucrania y “nunca los ha tenido”. Señaló también que, para lograr un arreglo de la crisis ucraniana, Washington debe cesar el suministro de armas a Kiev; y le exige al gobierno estadounidense que presione a Ucrania para que cumpla los acuerdos de Minsk.
El canciller ruso Serguéi Lavrov, señalaba que las autoridades en Occidente difundían información falsa para justificar la instalación de armas y pertrechos militares cerca de la frontera rusa. Asimismo, decía que utilizaban “la histeria” de la guerra para encubrir el sabotaje de Ucrania al acuerdo de Minsk que sienta las bases para solucionar conflicto armado en el Donbass,
El viernes 18 las autoridades de las dos provincias (Donetsk y Lugansk) de dicha región instaron a la población a migrar a Rusia debido al incremento de los bombardeos en esa zona de conflicto y los enfrentamientos entre los soldados ucranianos y las milicias de las autoproclamadas repúblicas independientes. Estas dos provincias representan un 5% del territorio ucraniano y aportaban, en 2013, un 20% del PBI a la nación.
¿Fin de Rusia en la palestra?
Detrás del conflicto de Ucrania hay sobre todo intereses geopolíticos por el dominio de esa región. Estados Unidos aspira a mantener su rol hegemónico en Europa, donde concentra el mayor número de bases militares en el mundo. Al igual que en América Latina, ejerce presiones para frenar el comercio y las inversiones con China, evitar la compra de tecnología 5G a la empresa Huawei, y sanciona a las empresas que participan en la construcción del gasoducto Nord Stream II.
La posición de fuerza de Rusia le permitió ganar terreno en las negociaciones diplomáticas. El presidente Zelensky llegó inclusive a considerar que Ucrania podría abandonar sus aspiraciones de asociarse a la OTAN para lograr una solución pacífica al conflicto; mientras que Biden llegó a mostrar disposición a lograr un nuevo acuerdo para el control de armas con Rusia; y a abandonar la negativa rotunda a desestimar la pertenencia de Ucrania en la OTAN. Pero la incursión militar le resta protagonismo y legitimidad al gobierno de Putin.
Si bien no hay un documento escrito, en 1990 el expresidente George Bush le prometió a su par ruso Mijail Gorbachov que dicha organización no incorporaría a los países que formaron parte del disuelto Pacto de Varsovia, lo que no se cumplió. El ex embajador de Estados Unidos en la URSS, Jack F. Matlock (1987-1991) ha señalado que fue un error haber incorporado a ex miembros de esa disuelta organización militar a la OTAN; y que, si se respetara la demanda del presidente Putin de exigir que no se incorpore a nuevos miembros, específicamente a Ucrania y Georgia, no existiría base para la crisis actual.
Es claro que la construcción de una arquitectura de seguridad en Europa debe incluir a Rusia, lo saben los países más importantes de esa región. El camino para quitarle protagonismo a Estados Unidos en esta construcción no era fácil; requería un trabajo de filigrana diplomática, que parecería haberse venido abajo con las aun inexplicables acciones recientes de Rusia.
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