Los impactos económicos y sociales de la crisis ucraniana y la inacción de la clase política

"Conclusión: las necesidades de millones de peruanos y peruanas no está en la agenda de los tirios y troyanos de la clase política. Pareciera que es mucho pedir"

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La situación económica mundial se está encaminando hacia lo que la jerga económica llama “estanflación”, es decir, un estancamiento del crecimiento económico acompañado de una creciente inflación”. Se trata de una situación que se caracteriza por tasas de crecimiento muy bajas que, en teoría, no deberían desembocar en un alza de precios (inflación), justamente porque el poder adquisitivo (la demanda) de la gente ha disminuido.

Sucede que en el mundo actual, que recién sale de la pandemia, lo que se pronosticaba era una mejora de las tasas de crecimiento, acompañadas de un aumento de los precios de las materias primas. Lógico, recién se salía de la enorme recesión del 2020 y la demanda por ellas va de la mano con ese crecimiento. O sea, un crecimiento económico con una inflación, más o menos moderada.

Pero la condenable invasión de Rusia a Ucrania -tema que hemos contemplado ampliamente en otros artículos (1)– ha cambiado totalmente la situación y el mundo ha entrado en una era distinta. Y las consecuencias económicas se van a sentir muy fuerte y por mucho tiempo.

Veamos el caso del Perú

Comencemos por el “impacto positivo” en lo económico. Tenemos que, debido al alza de precios de los minerales, en el 2021 el valor de las exportaciones mineras fue de casi de US$ 40,000 millones, muy superior a los US$ 28,300 millones del 2019. Y mucho mayor que los US$ 21,100 millones del 2020, año de la pandemia.

Hoy, en el 2022, los precios de los minerales superan a los del 2021. Por lo tanto, es lógico esperar que superen los US$ 40,000 millones del 2019. Digamos que suben, por lo menos, a US$ 50,000 millones en el 2022 (si los precios se mantienen altos todo el 2022).

Impacto negativo: los hidrocarburos

Si esto es así, entonces veremos qué pasa con los precios de las materias primas y productos alimentarios que importamos. O sea, con el “impacto negativo”. El primer “hit” viene con los hidrocarburos, pues  producimos 40,000 barriles diarios (bd) del total de 230,000 bd que consumimos. Así, en el 2021 se importaron US$ 6,000 millones de combustibles a un precio promedio de US$ 68 por barril.

La cosa no va a mejorar en el 2022 y, si el petróleo se mantiene en el 2022 por encima de los US$ 110 a 120 por barril, el déficit de la balanza comercial petrolera podría duplicarse, llegando, digamos, a US$ 12,000 millones. Lo más negativo es que golpea los bolsillos de la gente. En este caso, duele mucho que no se haya masificado el gas natural en la sierra central y sur que tiene precio regulado (no sube como el petróleo) y sustituye al GLP. ¿Qué pasó? Las políticas neoliberales lo impidieron.

Primera anotación: si bien hay déficit petrolero, éste todavía se puede cubrir con el mayor valor de las exportaciones mineras, como ya vimos.

Alza de los precios de los alimentos importados

Pasemos ahora al “segundo hit” negativo en lo económico. Se trata del alza de los precios de los alimentos que importamos, lo que en el 2021 fueron US$ 3,362 millones. Primero viene la soya, con US$ 1,355 millones (para el aceite), después el maíz con US$ 900 millones (alimento para el pollo) y el trigo con US$ 565 millones. Más lejos vienen el arroz, el azúcar, los lácteos y la carne.

La cosa no va a mejorar en el 2022 y las importaciones van a aumentar. Veamos solo un ejemplo, el trigo. En el 2019 la tonelada estaba en US$ 200. En marzo del 2022 la tonelada está en US$ 452. Y así.

Segunda anotación: si bien van a subir las importaciones de alimentos, éstas todavía se pueden cubrir con el mayor valor de las exportaciones mineras, como ya vimos. Ya van dos que se pueden cubrir.

Alza de los precios de los fertilizantes

Y ahora, el tercer hit negativo en lo económico: los precios de los fertilizantes también han subido. Se trata de la úrea, el potasio, los productos fosfóricos, entre otros. En el 2019 importamos 1,449 millones, cifra que subió a US$ 1,902 millones en el 2021.

La úrea, el fertilizante que más se importa y, ojo, más del 50% viene de Rusia, tenía un precio de US$ 247 por tonelada en el 2019. Hoy está en en US$ 850/tonelada. El problema: Rusia es el mayor productor y ahora, con las sanciones que le han impuesto, va a ser más difícil importar. Ojo, puede haber escasez.

Esto puede afectar, tanto a la agricultura familiar (más de 2 millones de familias) que nos proveen de arroz, papas, maíz, hortalizas y vegetales (entre otros), así como a la agroindustria que tiene importantes mercado de exportación. Ojo, los pequeños agricultores, como nos dice Eduardo Zegarra, vienen de años muy duros y sus ingresos están disminuidos. En este caso tenemos que, tanto la oferta interna de alimentos, así como la externa van a sufrir fuerte.

Tercera anotación: si bien van a subir los montos para comprar los fertilizantes importados, éstos todavía se podrían cubrir con el mayor ingreso proveniente de las exportaciones mineras. Pero, ojo, si hay NO hay fertilizantes por la crisis rusa (todo el mundo, literalmente, se está peleando por conseguir “algo” de úrea), el exceso de divisas es de poca utilidad.

Y aquí viene uno de los problemas que nos deja el Art. 60 de la Constitución de 1993 de Fujimori, que plantea la subsidiariedad de la actividad empresarial del Estado. Por esa razón, la roca fosfórica de Bayóvar se vendió como tal en el año 2005. Y por eso, esa misma roca regresa como DAP (fertilizante). Eso debe cambiar: como primer paso, se debe construir una planta de fertilizantes en Bayóvar, planteamiento que fue recogido por el ex ministro de Agricultura Víctor Mayta. Y, como plato de fondo, llevar a cabo la segunda reforma agraria que cada día brilla más, pero por su ausencia ya que al neoliberalismo (el de siempre y al de reciente adopción por parte de este gobierno), le importa poco la soberanía y la seguridad alimentaria.

Vamos terminando el análisis económico

Primero, constatemos que, con toda su importancia, los mayores ingresos de divisas provenientes de las exportaciones de minerales no nos dan de comer. O sea, no impactan de manera directa en los bolsillos de los millones de peruanos y peruanas que tienen que pagar pasajes, comprar gasolina y diesel para el transporte en las ciudades y el transporte interprovincial. Claro, van a mejorar los ingresos fiscales y se pueden hacer obras. Pero son para mañana, no para hoy.

Segundo, que los tres hits negativos sí impactan directa y negativamente en los bolsillos de la población: alza de las gasolinas y GLP), alza de los precios de los alimentos importados y alza de los fertilizantes (así como su posible escasez).

Tercero, que mientras los gobiernos de los países vecinos están tomando sus precauciones y planeando medidas para enfrentar los impactos negativos, en el Perú “no se oye, padre”. Al Ministerio de Economía le basta con tener superávit de la balanza comercial, lo que logra con las exportaciones mineras. Pero ¿por qué no prever qué hacer para por lo menos mitigar las alzas? ¿Hay algún programa para sostener los ingresos familiares, por ejemplo un bono para alimentos? ¿No se podría, como en Colombia, poner coto al alza indiscriminada de precios de la gasolina y del GLP en los grifos? Y el BCR, ¿solo vale que se preocupe en subir las tasas de interés para mantener todo en el mismo estado, que ya conocemos?

El gobierno está centrado en sobrevivir a cómo de lugar, en medio de acusaciones de corrupción y de ineptitud e ineficiencia para gobernar; pues parece que solo interesa el Estado como botín de empleos y palanca para el enriquecimiento. De su lado, el Congreso solo quiere la vacancia para volver a manejar el Estado como lo ha hecho en los últimos 30 años; que nos llevó a mafias, corrupción de Lava Jato y el Club de la Construcción, así como a peores índices de salud, educación e infraestructura.

Cuarto, que tienen que tomar las riendas el Ministerio de Economía, el BCR, el Ministerio de Agricultura y Relaciones Exteriores, principalmente, comandados, se supone, por el presidente de la República, para tomar las medidas de emergencia que corresponden.

Volviendo al principio: hemos entrado a una nueva era en la historia mundial. Y no hablamos de lo que interesa, no solo en el terreno de los nuevos alineamientos a nivel internacional, sino de sus impactos en la gente. Es eso lo que hemos querido subrayar en este artículo. Eso es lo que le corresponde a la verdadera clase política. Ultimo pero no menos importante: el cambio climático, que tiene relación con todos los “impactos” que hemos tocado aquí; lo que abordaremos en un próximo artículo.

Conclusión: las necesidades de millones de peruanos y peruanas no está en la agenda de los tirios y troyanos de la clase política. Pareciera que es mucho pedir.

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