Óscar Mollohuanca

"El arresto del alcalde desató una ola de protestas a nivel nacional e internacional. Bajo una fuerte presión y buscando crear mejores condiciones para superar la tensión, el gobierno de Humala tomó la decisión de excarcelarlo e instalar una nueva mesa de diálogo"

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Oscar Mollohuanca

He dejado pasar unos días para escribir unas líneas sobre Oscar Mollohuanca. No ha sido fácil procesar la noticia de su muerte y en lo personal me ha costado encontrar el momento adecuado para dedicarle unos párrafos a su trayectoria y, al mismo tiempo, recordar los espacios y momentos compartidos en Espinar.

A Oscar lo conocí a inicios de la década del 90. Llegó a la oficina con un grupo de dirigentes de Espinar que estaban preocupados por las noticias de una posible venta de la mina de Tintaya al sector privado. Para entonces ya había ocurrido la primera toma de la mina, un 21 de mayo de 1990. Y luego del golpe del 5 de abril de 1992 se hablaba de privatizaciones, del interés de empresas extranjeras por Tintaya, de posibles ampliaciones y de nuevos proyectos. Todo eso ocurría al margen de la población, sin que se tome en cuenta sus demandas y sin que se reconozcan los impactos generados por la minería en Espinar y la afectación a comunidades enteras.

Por esos años visité por primera vez Espinar invitado por sus dirigentes. Oscar formaba parte de una nueva generación de líderes de Espinar, entre los que también destacaban Lorenzo Ccapa, que llegó a ocupar el puesto de secretario general de la Confederación Campesina del Perú; Esteban Chacón y Fredy Arenas, por ese entonces dirigentes estudiantiles del Instituto Público de Espinar y varios más. Oscar había estudiado la carrera de Economía en la ciudad del Cusco y, al concluir sus estudios, decidió retornar a su tierra.

En los años previos se había dado un proceso de acumulación social y política, con un movimiento campesino, sobre todo en el sur del país, que había crecido notablemente en organización y capacidad de movilización: organizaciones como la Confederación Campesina del Perú a nivel nacional, la Federación Departamental de Campesinos del Cusco (FDCC) y la Federación Unificada de Campesinos de Espinar (FUCAE) -que se había terminado de constituir el 17 de septiembre de 1980- estaban en su mejor momento. Había un contingente de dirigentes sociales y asesores, entre los que destacaba Oscar Mollohuanca, que expresaban con claridad la demanda de las comunidades.

Por eso no fue sorpresa que Oscar sea elegido por primera vez alcalde provincial de Espinar, en noviembre de 1999. Su elección representó un nuevo momento de protagonismo y articulación de las demandas de la población. El flamante alcalde convocó a las organizaciones más representativas de la provincia, asesores e instituciones para trabajar y, sobre todo, definir un acuerdo marco con la empresa minera: el 5 de septiembre del año 2000, el alcalde y diversas organizaciones sociales de la provincia organizaron una movilización a la ciudad del Cusco y en plena Plaza de Armas de la capital regional realizaron una “Sesión Solemne del Municipio de Espinar”.

Como me lo comentó luego Oscar, el objetivo de la marcha fue hacer visible a nivel regional y nacional, el conflicto con la minería. Así también, las demandas de las autoridades y de toda la población de Espinar. Como consecuencia de esta acción pública, se inició el proceso de negociación de lo que posteriormente se conoció como el Convenio Marco de Espinar. A pesar de que fue la gestión del alcalde Mollohuanca la que inició e impulsó el proceso de negociación del convenio marco, fue su sucesor quien finalmente lo suscribió en septiembre de 2003.

Su segundo período se inició el año 2011 y coincidió con el embalse de un conjunto de demandas de la población: se exigía la solución a los problemas de contaminación; se pedía mitigación, remediación, reubicación e indemnización por los daños ocasionados; restitución de fuentes de agua. Además, el tema de los impactos de la contaminación en la salud humana ya formaba parte de las preocupaciones de la población. En la segunda mitad del año 2011, yo estaba en el Ministerio del Ambiente y Oscar me pidió apoyo para canalizar las demandas de Espinar por vías institucionales y de diálogo. Soy testigo de los enormes esfuerzos que desplegó para que las autoridades nacionales responsables atendiesen las demandas de la población y evitar un estallido social. Lamentablemente, luego de varios meses de intentos, finalmente en mayo de 2012 estalló un nuevo conflicto en Espinar.

La paralización promovida por las organizaciones más representativas de Espinar tuvo el respaldo del alcalde Mollohuanca y rápidamente alcanzó niveles de movilización; trajo enfrentamientos con las fuerzas policiales, que provocaron un saldo de varios heridos, detenidos y dos personas fallecidas. El gobierno de entonces declaró el Estado de Emergencia. Inmediatamente se ordenó la detención de varios dirigentes sociales y del alcalde Mollohuanca, a quienes trasladaron, en principio a la ciudad del Cusco, y posteriormente a Ica. Se les imputó los delitos de atentado contra la seguridad pública, entorpecimiento de los servicios y disturbios.

El arresto del alcalde desató una ola de protestas a nivel nacional e internacional. Bajo una fuerte presión y buscando crear mejores condiciones para superar la tensión y los enfrentamientos en toda la provincia de Espinar; el gobierno de Humala tomó la decisión de excarcelarlo e instalar una nueva mesa de diálogo. Oscar jugó un rol determinante para bajar la tensión que se vivía y enrumbar el conflicto a un proceso de diálogo.

Desde entonces, Oscar tuvo que atender un larguísimo proceso judicial. Cuando en julio del año 2017 lo declararon inocente y se pensó que toda la pesadilla judicial había terminado, la Procuraduría y la Fiscalía apelaron; y en el 2018, la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Ica declaró la nulidad de la sentencia. Ordenó que todo debía regresar a fojas cero e iniciarse un nuevo juicio. De hecho, una de las últimas comunicaciones que tuve con Oscar, hace apenas unos meses, fue para entregarle por escrito una suerte de testimonio de nuestras coordinaciones del año 2011 para atender las demandas de la población de Espinar antes del estallido. La preocupación del juicio lo acompañó hasta el último día y es un claro ejemplo de cómo se criminaliza a los defensores ambientales del país.

Oscar representa una parte importante de la historia reciente de las luchas que despliegan los pueblos para que sus derechos se reconozcan; y así los territorios sean protegidos. Estoy seguro que la figura de Oscar Mollohuanca seguirá creciendo en la memoria de los kanarunas y en general de los defensores de la tierra. Su serenidad, ese hablar pausado y la firmeza de sus convicciones, nos seguirán acompañando. Difícil olvidar a una persona como él. Descansa en paz Oscar.

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