Cuando algunos servidores del gobierno transportaban, desde Islay hasta Arequipa y en el lomo de 48 mulas, una carga destinada al Ejército, que desde Sachaca sitiaba la ciudad bajo el comando del Presidente Prado; por el poco conocimiento que tenían de las rutas los ocasionales transportistas, se vieron precisados a preguntar a unos arrieros que transitaban hacia el mar: ¿Cómo llegar a Sachaca? Los arrieros –que las sabían todas- ex profesamente los desviaron de la ruta. Cuando las 48 mulas y sus conductores deambulaban por las inmediaciones de Characato, una avanzada de los rebeldes arequipeños los dominó y condujo hasta la ciudad.
Por un propio, la población de Arequipa, se enteró de los sucesos y salió alborozada a recibir a captores y capturados. Es así como, 48 indiferentes mulas, entraron en una población que gritaba de contento con el acompañamiento indispensable de “repiques generales” y “músicas” de ccaperos. Gentío y recién llegados fueron hasta el patio de la Prefectura. Se descargó a las mulas. Se inventarió –con pública presencia y las formalidades del caso- la carga: zapatos, frazadas, papel, sardinas, puros, botiquines con “instrumental de cirugía”, coñac, cerveza y hasta “cimiento romano”; luego de lo cual se pusieron en venta, al mejor postor entre el público, los materiales que no eran utilizables por el Ejército Constitucional (léase Rebelde). (Datos extraídos de La Bolsa 16 de Noviembre. 1867. Pág.1)
Juan Guillermo Carpio Muñoz
Texao. Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un Hombre
Tomo I. Pág. 124
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