Las mascarillas de la empatía

"el sustento técnico de esta medida no es claro y, todo parece indicar que estamos en la estrategia de prueba/error, cruzando los dedos para que este cambio no provoque un incremento en la cifra de contagios"

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Mucho antes de la pandemia, en países asiáticos como Corea o Japón, el uso de mascarillas en lugares públicos era frecuente. De hecho, los turistas de esos países llegaban a nuestras tierras con ese hábito, haciéndonos pensar que temían contraer las extrañas enfermades de un país subdesarrollado. Pero, no. Bueno, sí, un poco; pero, en realidad, la principal razón era por consideración a los demás. El uso de la mascarilla ocurría cuando la persona presentaba síntomas de gripe y se cubría para no contagiar a otros. Esta costumbre se acentuó en este siglo, con las primeras epidemias de gripe tipo SARS-CoV. ¡Qué lejos está nuestra cultura latina de un gesto tan empático! Y muchos países de los llamados “desarrollados” no se quedan atrás.

Aún en los peores momentos de la pandemia del Covid-19, el rechazo al uso de mascarillas se convirtió en una bandera de lucha a nivel mundial (como si hicieran falta más formas de morir). De pronto, miles de personas se convencieron de que el summum de todos los derechos y libertades era caminar por la calle sin mascarilla, que aquello ameritaba una rebelión y echarse abajo todo lo que se pusiera en el camino. Tamaña ola de rebeldía se desataba en plazas y parques, al mismo tiempo que, en hospitales y casas, otros tantos miles morían a causa de un virus que se transmitía por vía aérea a bordo de macabras gotículas.

A los que aceptamos y seguimos las indicaciones nos llamaron borregos; pero, eso no impidió que recurramos a lo poco que, al inicio, se supo de esta enfermedad y de cómo prevenirla. Han pasado muchas olas y las disposiciones sobre el uso de mascarillas han cambiado más de una vez. Nuestro país es uno de los pocos que mantuvo el uso de doble protección hasta este año. La semana pasada, se anunció que ya no sería obligatoria para los estudiantes de colegios, institutos y universidades, y esto ha desatado corrientes de rechazo y aceptación, como sucede siempre que se toma una decisión de ese tipo. Y, al igual que en otras ocasiones, el sustento técnico de esta medida no es claro y, todo parece indicar que estamos en la estrategia de prueba/error, cruzando los dedos para que este cambio no provoque un incremento en la cifra de contagios o fallecidos.

Si bien el uso de mascarillas en ciertos casos será facultativo, eso no quiere decir que esté prohibido usarlas. Es más, se recomienda que, para suprimir su uso es importante que nos encontremos en lugares ventilados; y que no presentemos síntomas de gripe, como tos o estornudos. Además, para los docentes, la mascarilla sigue siendo obligatoria. Es decir, hará falta mucha prudencia y mucho más de empatía con el prójimo. Crucemos los dedos.

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