Preguntarle al pueblo es la salida a la crisis

"No quieren consultarle al pueblo por su destino, sino imponerle su propia voluntad; ya sea botando nada más al presidente o proponiendo cambios cosméticos que indique algún “experto” para que depositemos un voto de futuro incierto"

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Crisis, crisis, crisis, repiten los medios y sus voceros a toda hora y en todo canal. Por supuesto la crisis se la achacan al último año del gobierno de Pedro Castillo, todo lo anterior habría sido un lecho de rosas digno de destacar. Ya se olvidaron de la mega corrupción de todos los presidentes elegidos, hoy judicializada, que comenzara el dictador Alberto Fujimori y continuaran sus colegas y de la aguda desigualdad profundizada en las últimas décadas. La crisis es la crisis del modelo económico y político neoliberal que nos ha traído miseria económica y política y de la cual Pedro Castillo, por incompetencia y decisión propia, es el último capítulo. Esta realidad, es la que debe presidir los diagnósticos de coyuntura y el planteamiento de las salidas posibles para el pueblo.

Esta equivocada visión de la crisis la recogen los medios de comunicación que han hecho un gran trabajo en los últimos meses para construir una “narrativa” para librarse de Castillo. La mayor parte del oligopolio mediático favorece la salida, a como de lugar del presidente, en realidad están en eso desde antes que asumiera el poder con la fantasía del fraude electoral que se probara absolutamente falsa. Esto supone que se queden los congresistas, hoy los populares “tiburones” de la política peruana, que encabezados por el fujimorismo hacen todas las maniobras destituyentes posibles para alejar la solución de la crisis política de la soberanía popular, a pesar de que las encuestas les dan exigua simpatía tanto al congreso que controlan como a la salida solo de Castillo.

En este afán, está también el centro neoliberal, aquellos opinólogos que favorecen no sólo la salida de Castillo sino también del congreso y plasman su voluntad en la consigna de “adelanto de elecciones”, se entiende elecciones generales. Neoliberal porque no quieren cambios en la economía y menos constituyentes, añoran en realidad la buena posición que consiguieran en los mejores años del modelo. El edulcorante de este punto de vista es el agregado “con nuevas reglas” dicen que para evitar la misma representación nacional del pueblo. Sin embargo, creo que esta es la posición de la “vuelta a la manzana” porque llevaría al país al mismo punto que en la actualidad; es decir, listo para repetir en peores condiciones la misma o una peor crisis que la actual.

Estas dos primeras alternativas, en especial la primera, han creado la sensación de que son los únicos caminos posibles. No advierten el disloque hegemónico —ruptura de sentidos entre el poder y la ciudadanía—que afecta al país, producto de la crisis del último quinquenio; lo que significa la pérdida de vigencia de la legitimidad neoliberal imperante hasta la salida de Kuczynski. 

Por último, estamos los que señalamos una salida a la crisis que vaya más allá de la grita coyuntural y le dé futuro al Perú. Planteamos por ello elecciones generales, pero con Asamblea Constituyente. Si algo revela la triple crisis por la que atravesamos de coyuntura, régimen y estado, es que la crisis viene de atrás y es estructural. Ni “personas capaces” ni “hacer bien las cosas” van a cambiar la situación. Si la salida electoral no tiene un horizonte constituyente es lo mismo que nada. Necesitamos poner al Perú en otra orientación.

Los dos primeros puntos de vista son golpistas, no porque se acerquen más o menos al malhadado texto de 1993, producto de un golpe de estado y aprobado en referéndum fraudulento; sino porque se alejan del principio democrático fundamental que es el de la soberanía popular. No quieren consultarle al pueblo por su destino, sino imponerle su propia voluntad; ya sea botando nada más al presidente o proponiendo cambios cosméticos que indique algún “experto” para que depositemos un voto de futuro incierto.

Por ello, hay necesidad de una salida que tenga como eje preguntarle al pueblo, por la vía de un referéndum, sobre tres cuestiones básicas. Primero, si quiere o no el adelanto de las elecciones generales. Segundo, si quiere o no nuevas reglas electorales. Y, tercero, si quiere la convocatoria a una Asamblea Constituyente. De esta manera, volviendo al soberano, podríamos tener una salida a la gravísima crisis del orden neoliberal, del cual ojalá estemos viviendo el último acto.

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