Reencuentros complejos: sobre la muestra La rebeliĆ³n de la memoria

"Y que el abrazo simbĆ³lico incluya no sĆ³lo a quien fue salvado, sino a los que no fueron perdonados, los que no sobrevivieron, los que no tuvieron la suerte de renacer, los que nunca mĆ”s volvieron a casa"

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Hace muchos aƱos, en la dĆ©cada de 1980, cuando Lurgio GavilĆ”n era un niƱo, el teniente “Shogun” decidiĆ³, sin mayores razones, no matarlo. Los soldados que dirigĆ­a emboscaron a la raleada columna de Sendero a la que pertenecĆ­a Lurgio. Todos sus integrantes fueron abatidos. Pero Lurgio no. A Ć©l lo llevaron al cuartel, le dieron ropas, comida, le dieron un lugar en el EjĆ©rcito, que fue un lugar nuevo en el mundo. Y allĆ­ naciĆ³ al mismo tiempo, una segunda vida y una deuda. Hace pocos dĆ­as, dĆ©cadas despuĆ©s de ese acontecimiento denso y fugaz, se inaugurĆ³ en el LUM la muestra ā€œLa rebeliĆ³n de la memoriaā€.

Lurgio, curador y presentador, agradeciĆ³ el regalo de la vida recibida, como lo ha hecho tantas veces en estos Ćŗltimos aƱos, en sus libros y en eventos pĆŗblicos. La diferencia es que esta vez el extraviado teniente “Shogun” estaba allĆ­, entre los asistentes, para darle un abrazo. Por fin, el reencuentro.

Un abrazo complejo. Un abrazo personal, de gratitud. Tal vez un abrazo que es difƭcil extender con sencillez a mƔs participantes. Pero que nos invita a pensar en su significado mƔs colectivo, si acaso lo tiene.

La muestra incluye pinturas y textos que exponen las vivencias de quienes fueron reclutas, el Ćŗltimo escalĆ³n en la estructura militar. Los que con temor llamamos en el pasado soldados, “morocos”, “cabitos”. Los que ahora se hacen llamar licenciados. Esta muestra se enfoca en el momento de su formaciĆ³n, brutal. Que empezĆ³ muchas veces de modo forzado. Y que continuĆ³ bajo una lĆ³gica de aprendizaje de la violencia extrema y de inhibiciĆ³n de los mecanismos de la empatĆ­a.

Conocer lo que vivieron estos peruanos y peruanas, nuestros vecinos invisibles, parece importante para entender mejor la dinĆ”mica de lo vivido en ese periodo de violencia. Pero tambiĆ©n para darnos pistas sobre cĆ³mo estĆ” compuesto, hoy, de quĆ© tipos de subjetividades, nuestro campo de almas torturadas llamado PerĆŗ.

Pero como hemos dicho tantas veces, el recuerdo no es suficiente. Es condiciĆ³n necesaria, pero insuficiente. Los recuerdos pueden consolar, reivindicar, probar, reclamar un lugar. Pueden formar parte de una polĆ­tica de legitimidad para quienes necesitan ser reconocidos como algo: luchadores, resilientes, sobrevivientes, revolucionarios, hĆ©roes, pacificadores. Pero el recuerdo, para que no sea algo solo particular o grupal, algo solo identitario, requiere que ejerzamos sobre Ć©l el ejercicio de la crĆ­tica. Que al recuerdo lo interroguemos con preguntas difĆ­ciles. Preguntas sobre la moral de los actos, la justicia de los actos, la racionalidad de los actos, la revisiĆ³n de los propios actos. AsĆ­ el recuerdo, se hace memoria.

Claro que es un mal momento para estos ejercicios. Todo nuestro ambiente parece viciado por un lenguaje estigmatizante y por el desalojo de la reflexiĆ³n de la comunicaciĆ³n pĆŗblica. Parece el momento para las cruzadas y los relativismos. De cualquier signo. Hemos regresado a un periodo pre ComisiĆ³n de la Verdad y ReconciliaciĆ³n. Todo lo avanzado ha sido puesto en suspenso. El conocimiento construido con tanto esfuerzo sobre los aƱos de violencia, ha sido cancelado con el gesto, el truco de convertirlo en una opiniĆ³n mĆ”s. No serĆ­a saber, ni conocimiento, no se tratarĆ­an de verdades, ni fĆ”cticas ni morales. De un plumazo grosero las reducen a ā€œpropagandaā€, retĆ³rica, ā€œdiscursoā€ de “los caviares”, de “los rojos”, de “los progres”.

Pero nuestra tarea no deberĆ­a enfocarse en ganar la discusiĆ³n hoy. DeberĆ­a ser de largo plazo. Las preguntas que hay que hacerle a la muestra, a las memorias de estos peruanos, las sabemos todos. Sabemos que falta la parte mĆ”s difĆ­cil. Esa donde juntos, pensamos no solo en lo que nos hicieron, lo que sufrimos, lo que vivimos como vĆ­ctimas. Se requiere completar el cĆ­rculo infinito de la reflexiĆ³n preguntĆ”ndonos y acogiendo cada respuesta con paciencia, curiosidad y humanidad, para saber lo que hicimos, lo que vimos, lo que no pudimos evitar. Lo que nos hizo daƱo y el daƱo que hicimos.

La muestra es importante. Porque, aunque no llega a hacer este ejercicio, es una pieza en el camino que quizĆ” andemos en el futuro. El abrazo de “Shogun” y Lurgio, cargado de afecto, de gratitud, portador de un destello de eso que llamamos humanidad bĆ”sica (perdonar la vida al enemigo), por ahora, los ampara a ambos y solo lo podemos contemplar. Y esperar sinceramente que un dĆ­a podamos compartirlo.

Que se expanda hacia todos aquellos que no estĆ”n atrapados por su deuda particular. Que incluya a los que tienen preguntas, a los que quieren comprender y no solo aplaudir, a los que quieren reflexionar sobre el presente y no solo celebrar el pasado Ć©pico o conmemorar el sufrido. Y que el abrazo simbĆ³lico incluya no sĆ³lo a quien fue salvado, sino a los que no fueron perdonados, los que no sobrevivieron, los que no tuvieron la suerte de renacer, los que nunca mĆ”s volvieron a casa. Toda esa historia compleja, dura, toda esa experiencia vital y mortal, que este abrazo, como un dato oculto, tambiĆ©n puede representar como promesa.

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