La revelaciĂłn de la vigilancia sobre organizaciones ciudadanas efectuada por el EjĂ©rcito Peruano no es una excepciĂłn. Similares situaciones se registraron en el pasado asĂ como en los paĂses vecinos. Expresa el sesgo autoritario que anida en nuestra vida polĂtica, pero tambiĂ©n deja en evidencia otro aspecto clave: es un espionaje motivado por el temor de quienes saben que carecen de argumentos e ideas.
En efecto, la vigilancia, control, espionaje e incluso infiltraciĂłn de organizaciones ciudadanas se repiten desde hace años en AmĂ©rica Latina. En PerĂş basta recordar el modo en que se vigilaba a un grupo local en Cajamarca, Grufides, en el contexto de los debates alrededor de la minerĂa en 2006. Marco Arana, que en aquellos años era la figura más visible de la instituciĂłn, fue etiquetado como el “Diablo” por quienes lo espiaban, y Grufides era el “Infierno”. Los que realizaban esa tarea trabajaban para una empresa de seguridad privada, que a su vez era financiada por otra compañĂa de seguridad, Forza, que brindaba servicios a la minera Yanacocha. Esa intervenciĂłn de las llamadas compañĂas militares y de seguridad privadas se repite en Colombia.
Ese caso peruano fue un escándalo, pero con el paso del tiempo se debilitó, hasta que en 2019 el fiscal responsable archivó el caso sin haber citado a nadie de Forza. La lección en esas y otras situaciones muestra que esos espionajes proliferan también por la impunidad que les brinda el propio Estado.
En los paĂses vecinos se puede recordar que en Argentina, la GendarmerĂa espiaba a las organizaciones ciudadanas y a sus lĂderes. Conocido como “Proyecto X”, esas tareas incluyeron la infiltraciĂłn en movilizaciones y en reuniones, las que parecerĂa que se mantuvieron hasta por lo menos 2017 a pesar de las denuncias. En Brasil ocurrieron situaciones similares, incluyendo la infiltraciĂłn de informantes dentro de movimientos sociales que denunciaban la construcciĂłn de megarepresas y que reportaban al servicio de la Agencia Brasileña de Inteligencia. En Ecuador, de modo similar se vigilĂł e infiltrĂł al colectivo Yasunidos, quienes se enfocaban en detener la explotaciĂłn petrolera en la Amazonia.
Un repaso de estos y otros casos muestra que el espionaje ocurriĂł tanto bajo gobiernos conservadores como progresistas. Desde el poder, sea desde una vertiente ideolĂłgica como de otra, se callĂł o se toleraron esos procedimientos. El Estado terminĂł siendo funcional a las empresas extractivistas, y Ă©stas aprovechaban lo que podrĂa describirse como una “tercerizaciĂłn” del espionaje al dejarlo en manos de empresas subcontratadas, de policĂas o militares. Además, el Estado mantuvo la incapacidad judicial penalizar a los responsables.
Son prácticas que violan múltiples derechos y que al mismo tiempo deterioran la democracia. Por esa razón se deben acompañar las denuncias que hacen las organizaciones peruanas, tales como las que expresó Cooperacción, y apoyarlas solidariamente.
Más allá de esto, no debe dejarse de advertir otra cuestiĂłn que está en juego y que es de la mayor importancia. Se espĂa a las organizaciones que denuncian los impactos de los extractivismos porque se les teme. Se tiene miedo que se conozcan los efectos sociales y ambientales negativos, ya que los extractivismos solo pueden prosperar cuando se los oculta.
Es que, se tiene miedo que se sepa que las aguas están contaminadas. O que hay enfermos graves, porque el desconocimiento es lo que blinda a los extractivismos. Se tiene miedo que el paĂs advierta que las comunidades locales alrededor de esos enclaves siguen siendo pobres. Lo contrario de la propaganda que auguraban el paraĂso econĂłmico. Se tiene miedo que las comunidades se organicen, porque para llevar adelante los emprendimientos extractivistas es necesario que los grupos locales estĂ©n desinformados y desorganizados.
Los defensores de los extractivismos repiten que controlan efectivamente la contaminaciĂłn, brindan puestos de trabajo, promueven la mejora econĂłmica. Y por ello, solo una minorĂa está en contra. Si eso fuera cierto, que apenas unos pocos enfrentan los impactos de esos emprendimientos, seguramente ni las empresas ni los polĂticos se molestarĂan en lidiar con ellos. SerĂan tan pocos que no tendrĂa sentido vigilarlos, espiarlos o infiltrarlos.
Pero sucede exactamente lo contrario. Montar esos dispositivos de control y vigilancia es una demostraciĂłn de la fuerza y amplitud que han adquirido las alertas ante los extractivismos. Y de la relevancia que tiene toda la evidencia cientĂfica y cotidiana sobre sus impactos. No son ni pocos, ni ignorantes. Son muchos, están organizados, se sienten respaldados por informaciones y experiencias.
Si te espĂan, es porque lo que pregonas es tan importante que desde los salones del poder empresarial y polĂtico se tiene que organizar y financiar esas vigilancias. Ese espionaje es, en su esencia, una demostraciĂłn de temor y debilidad.
Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de EcologĂa Social (CLAES). En su manual, publicado en PerĂş por CooperacciĂłn y RedGE, se ofrecen otros ejemplos sobre vigilancia y violencia en los extractivismos. En las redes: @EGudynas