En la Arequipa de antaño fue creencia popular que la mejor vacuna contra las quecheras de guagua (reiteradas y fétidas evacuaciones de infante, para los académicos) era bautizarlas (entenderá usted que, a las guaguas, no a las quecheras). Sucede que, en 1905, los técnicos y obreros de la maestranza ferrocarrilera hicieron una guagua de 55 toneladas y 2,100 caballos de fuerza. La guagua de los tiznados, era en realidad una locomotora construida íntegramente por manos peruanas en la factoría ferrocarrilera. Como los “padres” de tan respetable criatura no querían que su guagua sufriera de quechera, acordaron bautizarla. Y ¡qué mejor ocasión que tener en la ciudad, en esos días de julio, al propio Presidente de la República!
Cursaron las invitaciones del caso –de repente en capillos. Al mediodía del 1º del mes y año señalados, ante las enternecidas miradas de sus “padres”, la guagua se bautiz con el nombre y apellido del padrino: “José Pardo”.
El bautizo de la locomotora “José Pardo”, no sé si surtió efecto, y no se le presentó a la guagua: quecheras (que en tratándose de una máquina, se trataría de escapes no deseados de vapor). Pero lo que sí me parece, fue que, a más de un liberal arequipeño, la noticia del homenaje ferrocarrilero al civilista Pardo, le produjo una quechera política indetenible.
(En las citas textuales que se hacen en esta obra se respeta la ortografía de sus originales)
N. del E. Las guaguas son bizcochos que semejan la forma de un bebé de poco tiempo de nacido cuya denominación popular deriva del vocablo quechua respectivo.
Juan Guillermo Carpio Muñoz
Texao Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un Hombre
Tomo IV. Pág. 141
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