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China planta una pica en el «triángulo del litio»

El llamado «triángulo del litio», que integran Chile, Argentina y Bolivia, ha cobrado importancia como centro neurálgico de la industria minera. Los tres países representan el 53% de las reservas probadas mundiales, con unos costes de extracción considerablemente más bajos que los de Australia, donde el metal se extrae de rocas y no de salares como los chilenos, bolivianos y argentinos.

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En 1918, Lord Curzon, secretario del Foreign Office (1919-1924), dijo que los aliados habían “cabalgado en una ola de petróleo” hasta la victoria. La Gran Guerra convirtió al crudo en una materia prima estratégica. En el siglo siguiente, los países con grandes reservas de hidrocarburos acumularon un inmenso poder –económico y geopolítico– derivado de su capacidad para condicionar el desarrollo global.

La llamada “transición verde” ha vuelto a escenificar ese drama, pero con otros protagonistas. Las energías renovables no salen de la nada. Para producirlas, es necesario emplear decenas de minerales, casi todos escasos en la corteza terrestre. En 2018, el US Geological Survey publicó por primera vez una lista de los minerales que harían falta para la nueva economía del siglo XXI. Entonces, eran 38. La última versión de la lista incluía ya 51. Y pronto habrá más.

Entre ellos están el cobalto, níquel, grafito, cadmio, tungsteno, las tierras raras (los elementos esotéricos de la tabla periódica) y, sobre todo, el litio, cuyo precio ha aumentado 20 veces en los últimos tres años. Todos ellos son imprescindibles para dispositivos electrónicos que se han hecho indispensables: teléfonos móviles, turbinas eólicas, paneles solares, televisores, baterías ión-litio…

Aunque en los últimos meses ha caído un 20%, en 2021 el litio subió casi un 400%, hasta los 60.000 dólares la tonelada métrica de hidróxido de litio. McKinsey estima que su demanda aumentará desde las 500.000 toneladas en 2021 a tres o cuatro millones en 2030. Y a diferencia del cobalto o el níquel, el litio es insustituible.

Sus ventajas son imbatibles: es un metal alcalino, liviano y muy reactivo, pero que solo se encuentra en compuestos, mezclado con otros minerales y rocas. Al tener un solo electrón, conduce bien el calor y las corrientes eléctricas. Por su liviandad, es la opción ideal para dispositivos portátiles. Los iones de litio dan a sus baterías el triple de densidad energética que las convencionales.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en 2040 se necesitarán 40 veces más litio que en 2020. Benchmark Mineral Intelligence, por su parte, estima que la industria del litio necesitará 42.000 millones de dólares en inversiones de aquí a 2030. Producir una tonelada de litio cuesta entre 5.000 y 8.000 dólares, una suma que se multiplica hasta 10 veces una vez que se refina hasta la pureza que requiere la batería de un vehículo eléctrico.

En la carrera por los minerales estratégicos, China lleva una gran ventaja: refina el 68% del níquel, el 40% del cobre, el 59% del litio y el 73% del cobalto, según un reciente informe de la Brookings Institution.

Un problema adicional es su desigual distribución. Mientras que los mayores productores de petróleo, Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita, representan cada uno alrededor del 10% de la producción mundial, el 52% del litio sale de Australia, el 44% del molibdeno de China y el 81% del rodio de Sudáfrica. La República Democrática del Congo concentra el 70% de la producción mundial de cobalto. Mineras chinas como TFM o CDM son copropietarias de 15 de las 19 grandes minas congoleñas de cobalto.

Washington cree que esa situación es insostenible. En 2022, Washington creó la Mineral Security Partnership con la Unión Europea y otros 12 países industrializados para localizar oportunidades mineras. En junio de 2020, el secretario de Estado, Antony Blinken, advirtió que “no podemos permitir que China se convierta en una OPEP de los minerales críticos”. Y en 2022, el Congreso autorizó compras por 1.000 millones de dólares de ellos para la National Defense Stockpile.

El platino, el iridio y europio, entre otros, son cruciales para la energía nuclear y los semiconductores que usan radares, misiles balísticos y otros sistemas de defensa necesarios para que Estados Unidos mantenga su superioridad tecnológica militar en las próximas décadas. Hablando sobre la importancia de América Latina para la seguridad hemisférica, Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Pentágono, destacó sus ingentes recursos naturales y minerales.

El ‘triángulo del litio’

Esas condiciones explican que el llamado ‘triángulo del litio’, que integran Chile, Argentina y Bolivia, haya cobrado tanta importancia como centro neurálgico de la industria minera. Los tres países representan el 53% de las reservas probadas mundiales, con unos costes de extracción considerablemente más bajos que los de Australia, donde el metal se extrae de rocas y no de salares como los chilenos, bolivianos y argentinos.

En 2021, Chile produjo 150.000 toneladas de carbonato de litio (25% del total mundial); Argentina 40.000 toneladas (10%) y Australia el resto. Las condiciones del entorno –político y minero– son muy distintas a las de otras épocas.

Todos los gobiernos de la llamada segunda “marea rosa”, coindicen hoy en exigir que se quede en sus países el mayor valor añadido y empleo posible de la industrialización del mineral. En México, con reservas de 1,7 millones de toneladas, las décimas del mundo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha asegurado que el litio quedará en manos públicas, si bien la minera estatal LitioMx podrá asociarse con empresas nacionales y extranjeras para conseguir financiación y transferencias de tecnología.

En su campaña, Gabriel Boric prometió que crearía una compañía nacional de litio para lograr objetivos similares. No es extraño. En 2022, el litio superó por primera vez al cobre como su exportación más valiosa: 5.000 millones de dólares, casi un 2% del PIB y cerca del 7% de los ingresos del fisco.

El salar del desierto de Atacama donde se extrae la mayor parte del litio chileno tiene condiciones excepcionales: alta concentración del mineral, radiación solar y ausencia de lluvias, lo que acelera la evaporación de las salmueras de las que se extrae el metal blanquecino. La minera SQM tiene una concesión para su explotación.

Desde hace 30 años, no se han abierto nuevas minas en el país. A la espera de la publicación del “Libro blanco” del litio, todo apunta a que el gobierno optará por un modelo público-privado. Entre el arrendamiento y las cargas tributarias, actualmente el fisco se lleva más de la mitad de la renta del litio.

En 2022, SQM tuvo utilidades de casi 4.000 millones de dólares, con lo que es hoy la compañía chilena de mayor valor en bolsa. Sus ingresos por productos de litio se multiplicaron por 7,7 en relación a 2021. El 64% de su litio se exportó a China y pagó 5.000 millones de dólares en 2022 en impuestos y regalías al Estado chileno, según la compañía. En su accionariado participa la china Tianqi, que en 2018 invirtió más de 4.000 millones de dólares por sus acciones.

En Bolivia, en enero la minera estatal YLB firmó un convenio con el consorcio chino CBC (CATL BRUNP & CMOC) para crear dos complejos de procesamiento de litio en 32 salares de Potosí y Oruro. Los más extensos y con mayores reservas son los de Uyuni (10.000 kilómetros cuadrados), Coipasa (2.500 km) y Empexa (400 km). Solo en la primera etapa del proyecto, CBC –que cubrirá toda la cadena productiva: explotación, industrialización y comercialización– invertirá 1.000 millones de dólares para generar electricidad en los complejos.

Según el expresidente Evo Morales, China es un “aliado estratégico” para Bolivia y la “Patria Grande” porque, según él, le brinda una cooperación “sin condiciones”. En 2008 su gobierno expulsó al exembajador de Estados Unidos, Rob Goldberg, y se ha negado a condenar a Moscú por su invasión de Ucrania.

Según el presidente boliviano, Luis Arce, el litio será el nuevo eje del desarrollo nacional. El objetivo del gobierno es producir 15.0000 toneladas de carbonato de litio en 2023, pero casi nadie prevé una producción a gran escala antes de 2030.

En Argentina, en cambio, sólo hay empresas privadas que negocian los contratos de explotación con los gobiernos provinciales. El gobierno quiere convertir al país en el segundo productor mundial antes de 2030, una meta que exigirá aumentar la producción un 135% en los próximos dos años para producir 200.000 toneladas de carbonato de litio, un 20% de la demanda mundial.

Actualmente, hay 38 proyectos en diversas etapas de desarrollo. El marco regulatorio –que entre otras cosas ha reducido a casi la mitad el gravamen a las exportaciones del litio, del 8% al 4,5%–, ha atraído planes de inversión al sector minero de 11.318 millones de dólares. El litio representa el 45% de esa cifra.

En 2024, los ingresos estimados del litio rondarán los 4.000 millones de dólares, frente a los 696 millones de 2022. Según JP Morgan, en 2030 Argentina será el tercer productor (13%), tras Australia (23%), China (16%) y por delante de Chile (10%). La presencia china es cada vez mayor.

En 2021, Zijing Mining compró por 770 millones de dólares el proyecto Tres Quebradas, que en 2024 producirá en 20.000 toneladas anuales de carbonato de litio. Ganfeng Lithium, por su parte, pagó 962 millones de dólares para hacerse con las operaciones de la canadiense Lithea Inc. y sus derechos sobre dos lagos salados.

El apetito del dragón

La ventaja que lleva China en la carrera no es casual. Según explica Gabriel Tokatlian, de la Universidad Di Tella de Buenos Aires, los chinos nunca exigen condiciones en asuntos medioambientales o de otro tipo: “Vienen y te dicen: yo te hago la obra a un precio tres veces menor y ustedes comienzan a pagarla a cinco años…”

En su 13° plan quinquenal de 2015, China priorizó la fabricación de vehículos eléctricos. Ya produce unos 10.000 al mes, más que ningún otro país. Todos llevan baterías ión-litio. China produce los dos tercios del total mundial. Según Bloomberg, en 2022 Pekín invirtió 546.000 millones de dólares en su transición energética, una cifra que ayuda a explicar que en 1990 China representara el 1,6% del PIB global y el 16% en 2017.

Los gobiernos regionales valoran sobre todo la rapidez con la que las compañías chinas ejecutan los proyectos. El comercio bilateral entre la región y el gigante asiático alcanzó los 450.000 millones de dólares en 2021. Ese año China invirtió en sus países unos 10.000 millones de dólares, más que en Estados Unidos o la Unión Europea, la mayor parte en infraestructuras, minería y energía. Según la londinense Canning House, en 2035, el 25% de sus intercambios comerciales serán con China, por un total de 700.000 millones de dólares, el doble de 2020.

La presencia china en la región no solo tiene que ver con el comercio, como dejó claro su nueva Iniciativa de Seguridad Global (GSI). Allí América Latina tiene su propia sección, que declara explícitamente su apoyo a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), de la que no son miembros Estados Unidos y Canadá.

El foro de defensa China-CELAC coordina asuntos de ciberseguridad, bioseguridad y lucha contra el terrorismo. Casi todos los países que reconocen a la República Popular envían personal policial y militar a la Universidad de Defensa Nacional en Changping. En los último años, China ha logrado que El Salvador, Honduras, Panamá, Nicaragua y República Dominicana rompan con Taiwán.

El reto medioambiental

En su territorio, las mineras chinas tienen pocas restricciones medioambientales. En el “triángulo del litio”, en cambio, va a ser muy difícil que puedan evitarlas. No es casual. Se necesitan dos millones de litros de agua para producir una tonelada de litio en los salares, en los que se extrae de salmueras alcalinas. Y se deja reposar en piscinas entre 12 a 18 meses.

En el desierto de Atacama, obtener cuatro kilos de litio necesarios para cada batería de ión-litio requiere la evaporación de cuatro toneladas métricas de agua. Dadas las severas sequías en Chile en los últimos años, las comunidades de la zona ven su extracción como una amenaza para su suministro de agua y su propia supervivencia.

La extracción media de agua de una minera en los salares altiplánicos es de unos 650.000 metros cúbicos por hora. Un consumo que amenaza lagunas y ríos enteros en zonas por lo general muy áridas. Las plantas de procesamiento utilizan también millones de litros de agua, cuyos residuos, con agentes químicos, se derraman en los salares. En ellos la extracción de litio demanda más agua que extraerlo de la roca. Pero usa menos energía por su mayor dependencia de la luz solar.

En realidad, muchos minerales valiosos son abundantes, pero extraerlos y procesarlos es una labor compleja, contaminante y costosa. Estados Unidos tiene las quintas reservas de litio, unas ocho millones de toneladas, pero sus minas producen solo el 1% del total. En cuestiones de energía limpia, por ejemplo, los países desarrollados suelen seguir al pie de la letra un documento interno del Banco Mundial de 1991. Éste defendía que las industrias contaminantes se fueran a países en desarrollo.

La mina de cobre peruana de Quellaveco, propiedad de Anglo-American, por ejemplo, consume 22 millones de metros cúbicos de agua al año. Esto es, el doble que en 1990. Debido al cambio climático, las zonas secas de México y los países andinos y centroamericanos se harán aun más áridas.

Las mineras chinas también tienen malos antecedentes medioambientales. Así, sus críticos las suelen acusar de deforestar, contaminar, pagar salarios bajos y corromper a funcionarios estatales para lograr los contratos. En Bolivia, diputados del oficialista MAS han acusado al hijo del presidente, Marcelo Arce, de hacer negocios personales en proyectos de litio.

Las picas occidentales

Aunque parte con desventaja, la Unión Europea no quiere quedarse rezagada en la carrera, como muestran las visitas de la Agencia Alemana de Recursos Minerales a Chile. Este ya provee el 60% del litio que importa la UE. Los salares de Atacama tienen una concentración de litio de 2.000 partículas por millón. Y además, buena conectividad logística a través de dos carreteras que los conectan con la ciudad costera de Antofagasta.

En enero, Margrethe Vestager, vicepresidenta de la Comisión Europea, viajó a Chile, Colombia y Brasil. Buscaba socios más fiables en el suministro de minerales para su industria. “Hablo de asociaciones, no vamos allí a predicar” dijo Vestager antes de partir de Bruselas. Subrayó que el objetivo de la UE es asegurar que sus socios locales reciban “su parte” de valor añadido.

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