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Tu voz existe: reflexiones sobre las víctimas durante las marchas de protesta en el Perú

(Foto: Martín Mejía - AP).
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“Patria”: ficción o realidad

Estar fuera de mi país supone un descolocamiento, convirtiéndome en una espectadora del lugar donde crecí y hasta cierto punto donde empecé a ser yo misma.

Todos los días que no estoy en Perú, en Arequipa, mi ciudad, me pierdo algo, y esa es una realidad con la que convivo desde que escogí vivir fuera. “Te estoy perdiendo/ en cada voz que escuchas/ en cada rostro que contemplas/ en cada gesto tuyo” —en la UNSA leí estos versos del poeta Washington Delgado que hoy cobran otras resonancias al describir esa herida de no ser, a veces, una presencia lo suficientemente real en la vida de las personas que son parte tuya y a quienes uno ama y admira.

Hace 12 años que vivo lejos de Perú, por lo que me ha tocado experimentar eventos personales y acontecimientos nacionales con la interferencia de la distancia. Perderse los momentos íntimos es una sensación que no puede ser descrita; los eventos nacionales, en cambio, oscilan entre lo que puede esperarse y lo que no deja de sorprender.

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El acontecimiento que hoy define la narrativa de mi país es el golpe de estado del presidente Castillo, la toma de poder de Dina Boluarte y las incesantes marchas que han seguido a este hecho, un conflicto interno que ha cobrado, hasta el momento, más de 70 víctimas. Así, nuevamente, la historia cíclica del Perú en su pérdida de memoria revela el ejercicio estridente del poder y la impunidad.

Hoy se hace notorio que los proyectos de construcción de nación fracasaron y que nuestra “peruanidad”, a pesar de sus intentos desesperados por existir, es una edificación ficticia.

Que diga “pucha” o “bacán” no me hace peruano.

Que cante el himno y se me caiga una lagrimita no me hace peruano.

Y que se me haga agua la boca por un pollo a la brasa o un ceviche no me hace peruano.

Cualquiera de estas emociones/acciones son expresiones de una familiaridad profunda, en mi caso, nostálgica, que delatan una concepción más abarcadora: el territorio como un organismo integrado por individuos que afectan el bienestar de su conjunto y creen en un proyecto de comunidad manifestable.

Por lo que la idea de “patria” no es real sin un reconocimiento en el otro que implique la movilidad del colectivo.

La literatura ya lo sabía, pero una vez más escogimos no escucharla; Manuel Scorza con las hojas de su pentalogía La guerra silenciosa nos lee el futuro de un país que no reconoce lo que es: “El Perú íntegro es una primera piedra” … las segundas piedras nunca fueron puestas, la continuidad se perdió en un olvido, el proyecto colaborativo nacional estuvo condenado a ser un espejismo desde un inicio.

Cuando leo ahora las noticias de Perú, veo los posts de Facebook, escucho con horror algunos videos en Tiktok, me queda claro que seguimos siendo una primera piedra puesta sobre un discurso vacío: “el Perú”. Por eso, no solo no nos importa, sino que hasta defendemos el hecho de que haya muertos en las marchas, ya sea con la bandera de la política, de la supuesta democracia, de la economía; pongo mi mano en el pecho como cuando canto ese himno que nos enseñaron de pequeños: “somos libres”, y repito: “que los maten”.

Por el bien de… qué o de quién

Me pregunto qué nos tiene que pasar como nación, pero más aún qué nos tiene que pasar como seres humanos, para avalar un “que los maten” por el bien del orden, por el bien del país, por el bien de la economía.

De niña leí el libro Por el bien de la causa de Aleksandr Solzhenitsyn y mientras pasaba por un momento particularmente oscuro de la pubertad, sus páginas me revelaron su premisa aterradora: la frase “por el bien de (la causa)” solo se pronuncia cuando una acción no puede ser justificada. Lamentablemente oigo esta frase repetirse hoy en mi país, así como ha sido articulada incesantes veces a lo largo de la historia de la humanidad para admitir el espectáculo de lo atroz. No importa cuantas banderas flameen o qué tipo de argumentos se ensamblen, el asesinato no puede ser tolerado.

En el año 1486, Picco della Mirandola escribió el Discurso sobre la dignidad del hombre, donde retrató al hombre como un camaleón capaz de obtener lo que desease, ser lo que quisiera: desde la bestia más inmunda hasta la criatura más preciosa… Entonces, la interrogante “a qué aspiramos, qué queremos ser”, se vuelve una preocupación individual y colectiva, requiriendo tanto de la soledad como de la convivencia diaria con los demás. Nuestra capacidad de escoger la forma cómo nos afectamos a nosotros mismos y afectamos a los demás es una parte fundamental de ser humanos. 

Van más de 70 muertos en Perú (entre militares y protestantes, más protestantes que militares y algunos ciudadanos que lamentablemente se encontraron en el medio del conflicto armando y sufrieron las consecuencias del bloqueo de carreteras, entre ellos ciudadanos de Haití), y lo desgarrador es que probablemente cuando termine de escribir estas páginas serán más. No conozco a ninguno. Ninguno de ellos es mi padre, mi hermana, mi mejor amigo, mi profesor, mi hijo o mi madre, con ninguno entablé una conexión real; nunca escuché el sonido de sus voces, ni supe qué cosas disfrutaban, como se veían cuando estaban irritados o alegres.

Sin embargo, esas personas existieron y marcaron la vida de otros peruanos, fueron y son importantes en la colectividad a la que (probablemente gracias a un error de los conquistadores) llamamos “Perú”. Aunque ahora se hayan convertido para la mayoría de nosotros en números, meras estadísticas, no lo son. El que yo no sepa nada de estas personas, no los hace existir menos, no los puede hacer existir menos.

Imposición identitaria

Me crie en una familia que me llenó de atenciones, siempre tuve privilegios materiales y afectivos. Soy más blanca que el promedio de mi país y en mi país eso parece ser algo bueno. Nunca he sido discriminada por mi color, mi idioma o mi situación económica. No tengo idea de lo que vivieron esos adolescentes, ese médico, esos estudiantes, esas personas que salieron a la calle a protestar y murieron con la certeza de que ejercer su voz era un delito, que la historia es el idioma del poder y que utiliza palabras que desdibujan al oprimido (como “terruco”– por ejemplo) para “describir” sus acciones, y que mediante ellas puede revocar sus derechos cuando lo crea conveniente. Esa fue la última verdad que el Perú les regaló a esos peruanos (niños, mujeres, hombres y niñas) y por eso debemos sentir vergüenza.

Me pregunto: ¿por qué la gente sigue saliendo a protestar si aún persiste la posibilidad de morir a manos de las “fuerzas del orden”?

Porque vivimos en un país donde la igualdad de condiciones no es y nunca fue real. Somos una sociedad racista y clasista, con miedo a perder sus privilegios y hasta que no lo aceptemos las posibilidades de cambiar son nulas.

Puedo decir con total honestidad que si alguien me dijera en este instante que mañana voy a ser despojada de cualquier estabilidad, sea económica o personal, estaría aterrada. Y mientras escribo esto pienso en lo que pasaría si alguien me asegurara que mañana me van a arrebatar lo que soy, van a desvalorizar mi idioma, mis costumbres, mi historia, mi religión y me van a advertir que si me aferro a ellos estaré aceptando mi propia inferioridad … cómo se debe sentir saber que en mi país me van a humillar todos los días y se van a reír de mis palabras, provocando que me arrepienta de no tener como idioma nativo el español.

Como alguien que ha vivido en el extranjero, puedo constatar cuán horrible se siente que la gente se burle de tu acento y de tus “errores” al hablar, aunque ellos cometan otros tantos; sin embargo, no me puedo imaginar lo doloroso que es cuando eso sucede en tu propia patria. Sustraemos a las personas en nuestro país de su identidad y de su historia (que sirve de maravilla para el turismo: Machu Picchu, el señor de Sipán, los textiles paracas, la momia Juanita, son un pasado de postal) y después nos preguntamos por qué protestan. Los tratamos como si fueran invasores, sentimos miedo y vergüenza del Perú “profundo” y usamos ese término para esconderlos y después nos preguntamos por qué protestan.

Tu voz persiste

Algunos podrían decir que estoy centrándome en un evento político específico y lo estoy sacando de contexto, maximizándolo, pero la realidad es que cada evento político, cada decisión que como nación tomamos o dejamos que sea tomada por nosotros es un reflejo de cómo nos proyectamos como colectivo.

Lucha Reyes cantó alguna vez: “Tu voz existe. Anida en el jardín de los soñado. Inútil es decir que te he olvidado”. A mi amigo, poeta y artista Augusto Carrasco (quien junto a un grupo de artistas intenta crear humanidad y protestar por la existencia de un “Perú” real), le encanta esta canción, la hemos evocado tantas veces a través de recitales y poemas, y ahora más que en cualquier otro día pienso en que debemos decir “tu voz existe”.

Más allá de cualquier problema político, el Perú está enfrentando una crisis moral. La presidenta Dina Boluarte debe renunciar porque es responsable directa o indirectamente de la muerte de más de 70 personas hasta el momento. El congreso debería cerrar y convocar elecciones para demostrar (entre otras razones) que a los 130 congresistas les importa más el bienestar de su pueblo que su lugar en el poder, que están ahí por el Perú y no por la Plata. Nuestra conciencia tiene que posicionarse por encima de nuestra comodidad, porque en los ojos del otro anida parte de uno mismo; un pedazo de mi humanidad se pierde cuando ignoro la injusticia, cuando ignoro el maltrato, cuando ignoro el racismo, cuando ignoro la desigualdad, cuando ignoro el asesinato.

El Perú solo logrará ser la edificación de una comunidad real cuando dejemos de mirar al otro lado, de justificar las acciones de un gobierno corrupto a través de una idea falsa de bienestar personal, cuando abandonemos nociones importadas de la inferioridad de nuestros propios habitantes. El Perú más que un espacio o un concepto es la colectividad palpitante de un pueblo que lucha por una libertad aún no alcanzada, donde el alzar la voz es una muestra de esa vitalidad, de ese coraje, un derecho que no puede ni debe ser penalizado ni con la muerte ni con la violencia.

Termino con estos versos del poeta peruano Gustavo Valcárcel porque siempre alguien antes lo dijo mejor que nosotros:

“Vivir –me oyes–, vivir un día nuevo
En el que nadie nos persiga
Ni nadie nos embargue
Ni se nos corte la luz por unos pesos
Ni se nos acuse de extranjeros.
Vivir un día nuevo
En el que trabajemos sin lágrimas ni odios
Pudiendo sentirnos camaradas de todos
Y en el que por fin nos sea devuelto
El Perú de tus entrañas, nuestro Perú del llanto.”

El arte nos permite redimensionalizar cosas, hechos y personas que desconocemos absolutamente, traerlas a la vida.

Hoy solo quiero evocar a las personas que pusieron su vida en peligro por un ideal colectivo y la perdieron[1]:

  • Beckhan Romario Quispe Garfias tu voz existe
  • Jhon Erik Enciso Arias tu voz existe
  • Jonathan Encino Arias Choccepuquio tu voz existe
  • Wilfredo Lizarme Barbosa tu voz existe
  • Miguel Ángel Arcana tu voz existe
  • Carlos Cristhian Alex Rojas Vásquez tu voz existe
  • Michel Nuninga Escalante tu voz existe
  • Carlos Huamán Cabrera tu voz existe
  • José Luis Aguilar Yucra tu voz existe
  • Jhon Jennry Mendoza Huarancca tu voz existe
  • Clemer Fabricio Rojas García tu voz existe
  • José Sañudo Quispe tu voz existe
  • Yoni Rosalindo Cárdenas Escobar tu voz existe
  • Luis Miguel Urbano Sacsara tu voz existe
  • Raúl García Gallo tu voz existe
  • Christopher Michel Ramos Laime tu voz existe
  • Leonardo David Hancco Chaka tu voz existe
  • Rolando Fernando Barra Leyva tu voz existe
  • Xavier Candamo Dasilva tu voz existe
  • Jhonatan Alarcón Galindo tu voz existe
  • Nataly Yamileth tu voz existe
  • Roger Rolando Cayo Sacacá tu voz existe
  • Santos Rolando Yanque Lagos tu voz existe
  • Reynaldo Ilaquita Cruz tu voz existe
  • Laura Ancco Luque tu voz existe
  • Denilson Huaraca Vílchez tu voz existe
  • Wilman Chagua Oviedo tu voz existe
  • Cristian Armando Mamani Ancco tu voz existe
  • Eder Jesús Mamani Luque tu voz existe
  • Eliot Cristhian Arizaca Luque tu voz existe
  • Nelson Huber Pilco Condori tu voz existe
  • Rubén Fernando Mamani Muchica tu voz existe
  • Giovani Gustavo Illanes Ramos tu voz existe
  • Héctor Quilla Mamani tu voz existe
  • Paul Franklin Mamani Apaza tu voz existe
  • Edgar Jorge Huarancca Choquehuanca tu voz existe
  • Gabriel Omar López Amanqui tu voz existe
  • Ever Mamani Arqui tu voz existe
  • Brayan Apaza tu voz existe
  • Remo Jlinner Candia Guevara tu voz existe
  • Marcos Quispe Quispe tu voz existe
  • Sonia Aguilar Quispe tu voz existe
  • Salomón Valenzuela Chua tu voz existe
  • Jhan Carlo Condori Arcana tu voz existe
  • Isidro Arcata Mamani tu voz existe
  • Segundo Nixon Sánchez Huaynacari tu voz existe
  • Víctor Santisteban Yacsavilca tu voz existe
  • J.W.T.C.[2] tu voz existe
  • E.N.V. A. tu voz existe
  • D.A.Q. tu voz existe
  • R.P.M.L. tu voz existe
  • Y.A.H. tu voz existe
  • T.C.J. tu voz existe
  • J.L.L. tu voz existe
  • R.F.V. tu voz existe

También quisiera conmemorar a las personas que perdieron sus vidas por circunstancias como bloqueos de carreteras o falta de acceso a servicios médicos:

  • Marizel Leonize Chamana López e hijo
  • Edgar Wilfredo Prado Arango
  • Edwin Huamán Sevillano
  • Efrén Cruz Cabrera
  • Isabel Paucar Sapillado
  • Lucio Quispe Ccallo
  • Diego Galindo Vizcarra
  • Julia Carhuapoma Patiña
  • Celso Landuray de la Cruz Saavedra
  • Yoni Rosalino Cárdenas Escobal
  • Héctor Eduardo Vásquez Contreras
  • Jesús Manuelito Morales Vega
  • Herber Álex Sánchez Villanueva
  • Marco Antonio Samillan Sanga
  • José Santos Medina Vega
  • NN
  • S.A.R.N.
  • B.A.J.
  • E.Z.L.H.
  • C.M.R.A.
  • Y.D.O.H
  • Y.N.A.H.

Incluyendo las vidas de nuestros hermanos haitianos[3].

  • Delizare Ernsly
  • Jean Wilson Calixte
  • Luma Ena
  • Paul Louisanne

Para todos ellos son estas palabras…


[1] He tratado de recopilar los nombres de las víctimas de la violencia del Estado, pero es probable que esta lista no esté completa o no sea del todo exacta porque los datos disponibles varían entre sí y en algunos casos son ambiguos.

[2] Por cuestiones legales los nombres de los menores de edad solo aparecen con sus iniciales.

[3] Nuevamente solo pude localizar cuatro nombres de los ciudadanos haitianos que fallecieron, aunque en las noticias se habla de siete fallecidos.

María Miranda estudió Literatura en la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), espacio de revelaciones. Continuó su maestría en la Universidad de Buenos Aires, donde redescubrió el barroco en el espacio, las personas y los libros. Completó su doctorado en la Universidad de Yale, escribiendo sobre las formas del agua en Sor Juana Inés de la Cruz, lo que la llevó a vivir en la impresionante Ciudad de México, donde el término para cuidado es “aguas.” Actualmente vive en Nápoles, “el bosque de las pizzas frente al mar”, donde se dedica a la escritura y la lectura. Ha publicado cuatro libros de poesía y ensayo Romané, Los velos de la derrota, Creación del silencio y Charcas o Parábola sobre el vacío. Y junto a José Darío Martínez dirige la editorial Cíclope ambicioso.

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