Pedro Smillán Sanga no dijo nada de la herida que tenía en el hombro a causa de una bala que le dispararon como a otros cientos, aquel 9 de enero. Tenía orificio de entrada y salida y ante el drama por la muerte de su hermano, el brigadista Marco Antonio Samillán, decidió callar.
Después de 6 meses, solo ahora, se sabe que cuando fue a buscar a su hermano médico, ante la noticia que había recibido disparos cuando auxiliaba a otros heridos, a él también lo alcanzó una bala, afortunadamente sin dañarle órganos internos. Recién al día siguiente fue al hospital, solo. Y hoy las secuelas que le ha dejado la herida, le impiden trabajar.
Ahora, ha decidido denunciar su caso. Él es solo una de 500 víctimas aproximadamente que fueron heridos por balas o perdigones disparados por la Policía Nacional, en las semanas que duró la protesta en Puno.
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