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María Antonieta: la poesía y la metafísica

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                                                  “Se dicen muchas cosas inexactas para decir algo exactamente”.

                                                                                                                                        Gilles Deleuze                                                          

Debo aclarar, primero, que a lo largo de mi larguirucha vida intelectual algunas personas me han pedido un comentario o una presentación de su respectivo libro de poesía, lo que he rechazado casi sistemáticamente con un mezcla de pena y desazón, por razones que ni siquiera osaba aclarar, pero que hoy necesito –y hasta debo- hacerlo, para que el perspicaz lector pueda entender debidamente por qué en este caso he roto la regla de no opinar sobre libros de poesía, cuando la poeta en comento, la autora de “Monólogos de los círculos viciosos”, ni siquiera me lo ha pedido, y a la vez plantear también mi punto de vista respecto a la poesía de dicha poeta: María Antonieta Tejada

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La primera razón es que no soy poeta. Eso significa que mi opinión no es la de un poeta, y tampoco la de un crítico literario sino la de un profesor de derecho obsesionado por la lectura, que intenta escribir en sus pocos minutos libres a la semana que le quedan; y porque tiende a pensar que los mejores críticos literarios son los propios poetas, novelistas  y cuentistas, Julito, Mario, Octavio, por ejemplo, son real (mente) maravillosos no solo en su obra creativa sino en su actividad crítica (si valiera el hiato, la separación). El fuego de la imaginación también se extiende a esa actividad.

La segunda es que probablemente la cualidad que más admiro en un ser humano (al lado del coraje) independientemente de su condición particular, es la autenticidad, palabra fácil de pronunciar pero difícil de definir y de vivir; así como la que más repruebo es la fingida “autenticidad”  (“la bamba”, no “la firme”) que es lamentablemente bastante común y humana, demasiado humana. 

Y es esa falta de autenticidad de tantos “poetas” que hace que parezcan escribir poesía solo por el prurito de llamarse poetas, lo que se puede intuir más que explicar o definir. ¡Oh vanidad de vanidades y solo vanidad! (Unamuno dixit). Y es precisamente la autenticidad (“la firme” no “la bamba”) la cualidad esencial que creo percibir en los poemas de “Monólogos…” y la consecuente sensibilidad y capacidad para expresarla de parte de su autora, María Antonieta Tejada. ¡Oh plenitud de plenitudes y solo plenitud! (Id.).

Sin embargo, aunque la autenticidad se puede resumir y se ha resumido en frases muy cortas desde la antigüedad: “sé tu mismo”, “ sé el que eres”, o el kantiano “sapere aude” (atrévete a pensar con tu propia cabeza) que presidió la Ilustración, son definiciones que nos dejan aún más hambrientos de lo que empezamos. Y es que ante esas definiciones cabría preguntarse cosas como: ¿Y quién soy “yo mismo”, en el caso que quisiera ser “mi mismo”? ¿Y quién soy yo si pretendiera “ser el que soy”? ¿Y cuál es “mi propia cabeza”? ¿la que heredé de  mi familia, colegio, medio social, etc? Pero nos metemos en honduras y ahí lo dejaremos por ahora.

El  hecho es que cuando leí “Monólogos de los círculos viciosos”,  inmediatamente sentí esa exaltación  que se siente cuando todos los dioses se instalan dentro de uno y que el lenguaje común  llama “entusiasmo” (“tener todos los dioses dentro” justamente). No todos sienten, como la autora del libro, tan intensamente  el latido, el tic tac más hondo de la vida y lo expresan de manera tan simple y llana, sin afán de poetizar, si vale la paradoja. Es evidente que, cuando es de verdad, eso es el resultado de un trabajo con uno mismo que suele ser tan implacable como raro (sobre todo en ciertos países). Y es eso lo que, a mi modo de ver, explica la alta calidad de la poesía del libro de María Antonieta Tejada.

La autenticidad que emana de la poesía de una persona, es consecuencia de su carácter, de todo su ser. Nadie puede engañar a nadie cuando escribe porque al escribir se desnuda completamente el alma, lo quiera usted o no, le guste a usted o no. Y de ahí que en esos raros casos la profundidad no se busca sino que se encuentra y por eso logra expresarse con precisión poética, con rigor poético, con sencillez poética, para hacerle decir lo indecible a nuestro bello y coriáceo idioma, aunque se trate del pedestre, del anodino, del simple reloj de pulsera de María Antonienta, por ejemplo, como veremos al final.

Sin aspaviento, sin afán de parecer sino simplemente siendo y diciendo el sustancial absurdo circular de la vida, pero a la vez dando vida y sentido a los seres y objetos que parecen inanimados pero que la autora  muestra que no lo son, que las cosas también tienen alma. Se llama comúnmente “metafísica”. Palabra que muchos entienden  en forma literal: “más allá de la física”, de lo puramente material, se entiende. Lo cual es demasiado simple y falso. Curiosamente  “metafísica“ no significa “más allá” sino “más adentro” de la realidad realmente existente, no fuera de ella, como podemos comprobar en este libro de poesía metafísica en el mejor sentido de la palabra. La poesía se vuelve verdad cuando deviene radical, y deviene radical cuando llega a la raíz, al fondo del asunto, como dicen los colegas del foro, y llega al fondo del asunto cuando es genuina, íntegra…auténtica: Vallejo, Borges, San Juan de la Cruz (poetas favoritos de este escribidor, los tres poetas metafísicos, si los hay )

Solo un pequeño ejemplo de uno de los poemas de “Monólogos…” que se llama  “Algo más sobre relojes”. Los  dejo con la poeta, desenmascarando a su reloj  pulsera  

 De pronto en el reloj de pared daban las ocho

Y tuve que abrir la ventana para enterarme si era de mañana o de noche

y tuve que correr para ver el calendario

para saber de qué día de qué año

y tuve que prender la televisió

para ver qué sucedía a las ocho

entonces comprendí que todo estaba

fuera de tus dominios reloj de pulsera

de pared de sol de arena clepsidra

no tienes pasado ni futuro

 En verano en invierno en agosto lunes o domingo

caen las hojas de los árboles del almanaque y todo pasa

tersura  firmeza el brillo en los ojos los tacones altos

me quiere no me quiere mientras las margaritas mueren

y el olvido es la tesitura de la trama…

Podrán no ser políticamente correctos mis decires, y a pesar de que nunca estuve seguro  de si se podía hablar de poesía femenina, o no ¿cómo no sentir en esta poesía la voz, la elegante y bien explotada experiencia y la presencia de una mujer, de una verdadera poeta? 

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