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Días Felices con el Sótano Beat

"Hay afiches, portadas de discos, carteles cinematográficos y fotografías muy interesantes. A mí me parece un magnífico preámbulo para el libro que se escribirá después sobre Traffic Sound, Los Mads, Los Holy’s o Los Destellos".

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Días Felices (Ediciones Contracultura, 2012) se trata de una compilación de artículos que la gente del Sótano Beat, al rescate del escenario rockero y nuevaolero de los sesenta en el Perú, publicó en su fanzine homónimo a principios del milenio. Ahora que Lima es un cruento campo de batalla donde la injusticia campea y ensombrece aún más su triste cielo, es reconfortante recordar un amable tiempo en que Lima hervía de bandas de rock y de movidas culturales. El libro logra recrear esos dorados días y nos traslada a una época feliz, cuando el rock hacía agitar las melenas juveniles y esfumaba el fantasma de las reivindicaciones sociales que por entonces (primer gobierno de Belaúnde) empezaban a aguar la fiesta (para decirlo con un verso de Toño Cisneros).

En la nota que Caretas publicó sobre “Días Felices”, J. C. Méndez lo llama “un baúl de los recuerdos” y me parece que es una descripción precisa. A mí, que no viví esa época, me hace sentir palpablemente esa lejana realidad como una presencia de actual vigencia. En su contra, el libro no desarrolla ningún tema que toca. Los autores han querido abarcar toda la escena musical de aquellos años y han hecho entrar en doscientas páginas lo que tendría que haber cabido en más. Por ejemplo, un dato que no puede dejar de llamar la atención es aquel en el que se informa que, a principios de los sesenta, la casa de la esquina de Shell con La Paz, la casa de las hermanas Segura, fue el punto de encuentro de la juventud miraflorina hincha de Elvis y de las nuevas estrellas que surgían en el firmamento del rock. Conociendo la acuciosidad de los muchachos del Sótano, uno piensa que pudieron haber tirado del ovillo y darnos a conocer datos más actuales relacionados con esa noticia… pero no, el carácter abigarrado del libro no permite esas digresiones que pudieron haber resultado muy enriquecedoras.

También hay humor que parece involuntario. Por ejemplo, Luis Berrocal, en un capítulo subtitulado “El Oscuro Lustro”, nos cuenta que “otra banda denominada El Camino (Patricio Romero Escobar) participaría en una tocada organizada en un lugar campestre de Zárate, de igual manera se popularizarían dos temas: uno que sonaba en las tocadas llamado “El Mongolito” y otro en el disco, que era un mensaje contra el aborto, llamado “No me mates, mamá””. Más adelante sigue rememorando su juventud y anota: “Llega a mis manos el libro “El derecho de la mujer a tener dos hombres””. Y luego: “”Up Lapsus continúa presentándose en vivo (esta banda nace de la unión de los grupos Lapsus y Up) y se demoran mucho en grabar, no recuerdo bien, pero creo que ellos tocaban siempre “El rock del huevón””.

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Con todo, no hay que olvidar que se trata de la compilación de artículos para un fanzine. El contenido no es profundo, pero sí variado, ameno, divertido y con una firme vocación de brindar un panorama completo de la escena musical en el Perú entre los sesentas y ochentas. También hay afiches, portadas de discos, carteles cinematográficos y fotografías muy interesantes. A mí me parece un magnífico preámbulo para el libro que se escribirá después sobre Traffic Sound, Los Mads, Los Holy’s o Los Destellos… Sobre el rock hecho en el Perú, aún hay mucha historia que contar… felizmente.

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