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Realidad Virtual y Realidad Real de Diego Vasallo

"Realidad Virtual del Rock N’ Roll” es esencialmente un disco nocturno, una obra que se complace en mostrarse tras sutiles veladuras que alguna conexión hallará con la música de baile de los ochenta".

Diego Vasallo
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Para grabar “Autobiografía” (1989), quizá el álbum definitivo de Duncan Dhu, la banda se trasladó a Londres, bajo las órdenes del prestigioso sello Creation. Allí Mikel Erentxun y Diego Vasallo, con 23 y 24 años respectivamente, pensaron que era el momento de un giro en su producción. Jóvenes e idealistas, consideraron que con tres discos exitosos a cuestas ya era el momento de una ruptura con el pasado. Por eso planearon un disco doble con canciones que se alejaran del sonido folk y exploraran estructuras más complejas. Con todo, yo creo que “Autobiografía” no se aleja demasiado del concepto musical que Duncan Dhu marcó en los años ochenta. Pero esos dos meses pasados en Londres sí que rindieron su fruto. ¿Dónde? En el segundo trabajo en solitario de Diego Vasallo: “Realidad Virtual del Rock N’ Roll” (1992) con Cabaret Pop.

Desde el saque, con “Funk City”, el disco manifiesta toda una declaración de intenciones. Por esta senda trazada por Diego, van a desfilar propuestas variopintas: la fría elegancia de Bowie, el ritmo caliente de Primal Scream… el disco, el funk y el synth pop en una brillante amalgama. El segundo track del álbum, “El peine de los vientos” (que evoca el famoso conjunto escultórico de Eduardo Chillida), nos traslada a un ritmo desacelerado y melancólico que la voz trémula de Diego lleva con sutil elegancia.

Este track es el perfecto introito para el corazón del disco, “Juegos de amor”, el exitoso single que, con el apoyo vocal de Edith Salazar, nos lleva suavemente por el dulce camino de la artificialidad pop (sintetizadores, efectos en la batería, letras de doloroso desamor…) “Juegos de amor” es una fiesta para los sentidos y un extraño punto álgido del álbum, habiendo casi empezado no más la cara A.

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El tema siguiente, “Amiga carnal”, empieza con unos lánguidos golpes de batería, una discreta entrada de los teclados y la voz sufriente de Diego que se enfrasca en oscuras paradojas acerca del amor y de la amistad. A mitad de la canción, un potente saxo nos recuerda que “Realidad Virtual del Rock N’ Roll” es esencialmente un disco nocturno, una obra que se complace en mostrarse tras sutiles veladuras que alguna conexión hallará con la música de baile de los ochenta: el que se deshacía en sudor en Nueva York y el más alocado y juvenil, el de Manchester.

Hoy, Diego Vasallo sigue activo y el año pasado publicó un nuevo disco (yo casi que le he perdido la pista desde “Baladas para un autorretrato” de 2016). Su música actual suena radicalmente distinta a la que ensayó en los primeros años 90. Razón de más para girar este exitoso álbum: para comprender cabalmente la carrera de un músico honesto y creativo. Creo que “Realidad Virtual del Rock N’ Roll” sigue sonando tan fresco y adictivo como hace treinta y dos años.

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