Crónica: A los ochentaicinco años comienza la vida

"La lectura de ´César y otros relatos´ de Héctor Hugo Cáceres Ugarte nos invita a contemplar lo que fuimos hasta hace poco: un pueblo con sueños propios, una civilización milenaria con realizaciones magníficas, un desafío a la imaginación"

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La novela “César y otros relatos” de Héctor Hugo Cáceres Ugarte es una obra singular. Primeramente, por la circunstancia de su publicación. Don Héctor Hugo Cáceres Ugarte ha esperado cumplir 85 años para decidirse a publicar este su primer libro. Timidez, discreción o quien sabe una respetable inseguridad, han confabulado para que se postergue, por mucho tiempo, la exposición de su universo literario. Sobre este punto, es inevitable reflexionar sobre la conducta de muchos colegas, que con apresuramiento hacen conocer versos y narraciones. La mayoría de las veces, el fruto literario ha sido arrancado prematuramente de su rama matriz. Toda creación artística requiere tiempo y empeño meticuloso. ¿Pero cómo resistir a la tentación de ser vistos, oídos y eventualmente admirados?

La vanidad, ese “yuyo malo que envenena toda alma” que con justeza describiera Atahualpa Yupanqui, juega en contra del artista, pero también del público. A fuerza de leer, escuchar y contemplar obras precarias, se va generando una cultura de medio pelo. Nuestros estándares se deprecian y se termina por admitir como valioso algo que debería permanecer en los cajones oscuros de nuestro escritorio o si prefieren en los archivos confidenciales de nuestra PC. 

Héctor Hugo Cáceres ha aplicado para este primer opus la técnica de la “rumia” que acuñara con tanta pertinencia la cantautora Chabuca Granda. En una entrevista periodística, la compositora de La Flor de la Canela explicaba que la “rumia” era el método de su trabajo. Es decir, cuando se le ocurría una copla o estribillo de canción, podían pasar meses y años canturreándola en su cabeza hasta que tuviera la forma satisfactoria. Solo después de la larga rumia, se decidía por fin a estrenar la canción. La lenta masticación, deglución y re masticación ilustran con genialidad que lo que cuenta es la exigencia insobornable del creador. La necesidad de halago o la fortuna monetaria no entran en juego cuando de creación artística se trata.

La segunda razón por la cual “César y otros relatos” es singular radica en la voz narrativa. Si bien en el género novelístico estamos acostumbrados al rol omnisciente del narrador, es decir, a su capacidad de estar en todos los lugares y mentes de los personajes, en “César y otros relatos” el narrador está dotado de la condición suplementaria de testigo. El narrador no se reduce a mostrar fríamente los avatares de los personajes, sino que se implica, se siente íntimamente concernido. Aquí, podemos encontrar un parentesco con obras como la “Autobiografía de Gregorio Condori Mamani” publicada en 1977, o la más reciente “Memorias de un soldado desconocido: autobiografía y antropología de la violencia”, de Lurgio Gavilán. Si bien, en las dos obras mencionadas estamos frente a la narración de hechos y vivencias contadas por el mismo protagonista, en la novela de Héctor Hugo Cáceres se siente una proximidad extrema.

A juzgar por los elementos biográficos del autor podemos colegir que efectivamente se tratan de hechos donde él estuvo presente o que los supo de primera mano. La historia de “César…” se desarrolla en la provincia de Carabaya Puno y más particularmente en los distritos de Crucero, Coaza y Usicayos. En el discurrir de la historia, descubrimos que César, el personaje central de la novela, es hermano del narrador. Este elemento nos explica la perturbadora sensación de proximidad. El mimetismo del narrador con el héroe es conmovedor.

Y aquí tenemos que plantearnos algunas interrogantes de orden literario. ¿De qué naturaleza es la distancia entre un narrador y sus personajes? ¿La extrema identificación del narrador con un personaje, no acarrea como correlato la dimisión de su condición de demiurgo? ¿La voz del narrador, es la voz del autor? Para novelistas como el francés Gustave Flaubert, el asunto se resolvía así: “Madame Bovary, c’est moi” (“La señora Bovary, soy yo”).

Todos los personajes son o tienen algo del autor. El escritor anima los personajes de su creación con características de su propia vida y personalidad. ¿Egocentrismo puro? O ¿lato pragmatismo?, si consideramos que el humano, como especie, es uno solo, (aquí, en París o en Groenlandia), la descripción psicológica de un personaje ficticio debe, en principio, corresponder con otro real. Claro, no es suficiente pensar que un personaje existe simplemente porque surge de la mente de un escritor equis. El personaje literario tiene que ser verosímil, el personaje debe procurar al lector la sensación de una realidad superior, debe conmover, indignar o provocar la admiración. Y es allí donde la literatura tiene su gloria y función: la creación de una realidad alternativa, una realidad edificada sobre palabras, simplemente palabras, pero palabras justas. Una realidad superior pues se nutre de la realidad cotidiana para trascenderla en algo sutil y universal.

El tercer elemento que hace singular “César y otros relatos” es el testimonio de una época, que, a pesar de su proximidad, nos resulta remota. Sin embargo, los eventos narrados en la novela han transcurrido solo hace sesenta años. ¡Pero cuánto se ha transformado el país en este lapso…! Héctor Hugo Cáceres Ugarte asume el rol de cronista de costumbres. A la manera de un acuarelista aguerrido nos ofrece estampas de diversas manifestaciones culturales de la región altiplánica de Carabaya. De este bastión quechua en la polimorfa heredad puneña, Cáceres Ugarte restituye cantos, danzas, rituales, que hilvanan con preciosismo las peripecias de César y sus paisanos.

Las descripciones detallistas de las costumbres no ceden, sin embargo, a un manierismo lastimosamente arraigado en muchos autores andinos. Manierismo que va de la mano con una auto congratulación, una tendencia superlativa que, en lugar de ensalzar, achata. La poesía no requiere de exuberancias fofas. La poesía bucea en aguas profundas. La inmersión en “César y otros relatos” nos cuestiona sobre la época que nos ha tocado vivir. Época de acrobacias tecnológicas, de sofisticaciones sofistas, de incomunicaciones globales. Época donde el inocente ciudadano, se ha infligido voluntariamente un brazalete electrónico (el teléfono celular) cual vulgar preso domiciliario. Una época que confirma el fin de las ideas y el fin anunciado de nuestra matriz original llamada Tierra.

En el planeta de César y Héctor Hugo las distancias se medían en horas de galope, la amistad en lealtades a prueba de balas, las travesuras en kilómetros de poesía, el amor en aguacero de huayños.

La lectura de “César y otros relatos” de Héctor Hugo Cáceres Ugarte nos invita a contemplar lo que fuimos hasta hace poco: un pueblo con sueños propios, una civilización milenaria con realizaciones magníficas, un desafío a la imaginación.

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