Cultural

“Música y estética en la época medieval”, un libro del profesor Enrico Fubini

En resumen, lo esencial del pensamiento medieval en torno a la música empieza con San Agustín y su “scientia bene modulandi”. Todas las ideas que San Agustín enuncia en su tratado “De Musica” (S. IV) son ampliaciones de las ideas que Platón desarrolla en La República y el Timeo.

Por Manuel Rosas Quispe | 4 abril, 2025
libro

“Música y estética en la época medieval” del profesor Enrico Fubini (Eunsa, 2008) ofrece un panorama bastante preciso y claro de las reflexiones estético-musicales que se plantearon a lo largo de la Edad Media, a través de una antología de textos claves.

En las primeras treinta páginas, Fubini resume el devenir del pensamiento estético medieval en torno a la música engarzando estas ideas con su matriz natural: el pensamiento helénico, Pitágoras, Platón y Aristóteles, para ser más precisos. A continuación, explica el criterio que ha utilizado para la selección de textos que nos presenta. Queda claro lo dificultoso de la selección si consideramos que, a lo largo de diez siglos, no sólo filósofos han escrito acerca de la música, sino también matemáticos, poetas, naturalistas, ensayistas y -sobre todo- religiosos. La selección del profesor Fubini resulta una muestra completa, panorámica y sucinta. En resumen, lo esencial del pensamiento medieval en torno a la música empieza con San Agustín y su “scientia bene modulandi”. Todas las ideas que San Agustín enuncia en su tratado “De Musica” (S. IV) son ampliaciones de las ideas que Platón desarrolla en La República y el Timeo, sin olvidar las reflexiones de Aristóteles, sobre todo en su Política. Para ambos filósofos, la discusión en torno a la música se centra en su utilidad práctica y pedagógica. Es decir, no promueven una discusión estética sino una de carácter sociológico. Dos siglos después, Boecio rescatará los planteamientos pitagóricos acerca de la música de las esferas y así se ganará un prestigio intelectual como autoridad en música sólo comparable a la de Isidoro de Sevilla, quien en sus “Etimologías” sentó las definiciones musicales básicas que se irían a utilizar hasta, aproximadamente, el siglo XVIII.

El profesor Fubini ha ordenado su antología de manera cronológica, lo cual nos permite echar un vistazo al desarrollo del pensamiento occidental acerca de este agudo tema. Básicamente, el discurso de casi todos los autores que integran esta antología se ordena de la siguiente manera: definición de música, su historia, su clasificación entre las demás ciencias numéricas y su utilidad para el alma. Así procede Isidoro, así también Rabano Mauro o Johannes de Muris. Ligeramente distinto es el discurso de Guido de Arezzo por su especialización técnica en lo tocante a las notas musicales y a su notación. También es sumamente interesante el texto del último de los escritores seleccionados: Francisco Salinas (De Musica, Liber Primus) ya que su discurso tiene un emocionante tono confesional con el que el lector conecta inmediatamente, sobre todo, después de muchas lecturas un tanto repetitivas (no hay que olvidar que la repetitio y la imitatio no son defectos de estilo en la Edad Media, al contrario, son virtudes que, ciertamente, no engalanan la prosa, pero la hacen veraz).

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Una mención aparte se merece la traductora Cecilia Criado, especialista en filología latina de la Universidad de Santiago de Compostela, quien ha hecho un trabajo magistral, minucioso y exquisito en la traducción y en las notas al pie. Su loable escrupulosidad la lleva a consignar cada enmienda que ha realizado sobre textos evidentemente espurios y a consultar con otros colegas (citando los nombres y la ayuda específica que le prestaron). Criado no solo traduce, sino también realiza una cuidadosa labor de investigación. Por ejemplo, si Joannes Presbyter cita una frase y pone como fuente a Guido de Arezzo, ella busca dicha frase en toda la obra de Guido y no descansa hasta encontrarla. A veces no la encuentra y debe rastrear entonces frases parecidas por si el autor que la mencionó estaba citando de memoria y ofreciendo una versión distinta. También es posible que el autor se equivoque y que la cita sea correcta, pero no el autor. En ese caso hay que buscar (¿días, semanas, meses?) a qué autor corresponde esa cita que Presbyter había atribuido falsamente a Guido. Cuando se trata de un libro desaparecido la cosa se pone todavía más desesperante.

A mí, francamente, la labor de Cecilia Criado me ha parecido más compleja y denodada que la del propio Fubini. Comprendo que la selección antológica para brindar un panorama sintético del pensamiento medieval musical tenga sus bemoles, pero a poco que lea uno, la traducción y las notas al pie, no puede sino reconocer el inmenso trabajo de la traductora.

Tuve ocasión de comunicarme con Cecilia. A pesar de su extenuante horario en la Universidad de Santiago de Compostela, se dio tiempo para escribirme unas palabras y me confirmó lo que había intuido: le llevó cuatro años dedicarse a este trabajo y tuvo, claro está, más de una ocasión para arrepentirse. No sólo realizó un trabajo de hormiga para un proyecto alejado de su especialidad, sino que, además, por un error de estrategia o por excesiva cortesía, aceptó estar en segundo plano en una publicación cuyo peso ella sola llevó sobre los hombros.

En fin, se trata, en todo caso, de un excelente texto para aproximarnos a las reflexiones estéticas de un período tan álgido y fascinante como la Edad Media. Vale la pena leerlo.

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