Afectos galácticos modulan el beat del corazón. Tiempos azules escuchando a Roberto Carpio. Gracias a un piano Rönisch que me presentó amablemente al gran compositor de esqueleto arequipeño, de golpe afectuoso a las teclas de la tarde en comarca de chicha de jora, que en paz descanse. La novela se llama «Cantan al hablar» y la habitan seis pianos que nos cuentan parte de la historia (musical) de Arequipa del siglo XX. A continuación, un desglose breve de este relato, en siete notas naturales versus cinco notas alteradas. Cosas de la música, de la literatura, mismo whisky y viceversa.
Siete notas naturales
Teclas / Lenguaje / La mujer orquesta / Arequipa / Humildad / Historia / Pianos
Bartolomeo Cristofori es considerado el padre del piano. Este músico italiano inventó, hacia el 1700 el fortepiano, un instrumento que, evolucionando del clavicordio, dio paso al piano moderno. Zoila Vega Salvatierra quiso rendir homenaje a este inventor tomando su apellido como seudónimo para el concurso de literatura más importante del Perú: el Premio Copé. Así es que en 2012 postula una novela llamada Teclas, un proyecto coral a partir de las voces de seis pianos que dan testimonio de más de un siglo de historia de Arequipa. En 2013 se anuncian los resultados y la sorpresa es grata: se le otorga una mención honrosa a Cristofori.
Teclas estuvo guardada mucho tiempo, junto al trofeo de Mención Honrosa que su autora recibió por parte de Petroperú, empresa organizadora del concurso. Años más tarde, gracias al buen ojo de los editores de la editorial Planeta, en Perú, esta novela es publicada bajo el sello Seix Barral con el nombre de Cantan al hablar. Es 2025 y la presentación del libro es precedida por una tradicional procesión católica, es decir una procesión con banda de bronces desafinados y percusión de tronador. Para bien o para mal la música siempre acompaña a su autora.
Zoila Vega Salvatierra es musicóloga. Licenciada en Música y especialista en Dirección musical. Su instrumento materno es el violín. El piano fue más bien aquel amor abandonado como un pez de otoño en Mollendo. Lo natural para esta autora nacida en Arequipa es elaborar música afinando en do mayor todo lo que le rodea. Es que ella aprendió a leer partituras de doce notas musicales antes que el alfabeto latino de veintiséis letras. Zoila no escribe, compone con Arial 12 en interlineado sencillo. Lo comprobamos al leerla: sus palabras fluyen una tras otra con naturalidad, evitando las cacofonías que a muchos escritores y editores se les suelen pasar por carecer del oído para fluir con la música natural del alfabeto. En el caso de Zoila, el tratamiento del lenguaje es fonético. Zoila no escribe con palabras, lo hace con sonidos.
Precisamente, el título del libro que nos reúne aquí, Cantan al hablar, da cuenta de eso: Hablar es, en términos simples, comunicar. Cantar es expresar con música. Los narradores de esta novela son pianos que no nos van a contar la historia de sus vidas, van a interpretarla. Así es que el telón sube y nos muestra un sexteto de lujo: Bechstein, Rönish, Blüthner, Steinway & Sons, Rachals y Yamaha. Seis protagonistas de la historia de la música mundial. El silencio se hace hondo, antes de que las primeras notas musicales se conviertan en los fonemas de esta aventura lírica sobre escenario arequipeño.
Estos pianos irán turnándose para convertirnos en cómplices suyos. Nos harán parte de la historia de Arequipa, desde inicios del siglo XX, a partir de las historias que vivieron junto a personajes que llegaron a ser definitivos para sus épocas. Es interesante el intercambio de roles que observamos: Los pianos se ponen al servicio de la escritura y la escritura se pone al servicio de la música. Y ambos universos: música y escritura, estarán al servicio de la Historia. Respiramos en este proyecto una actitud de servicio al otro.
Pienso en Labatut, por una cuestión de proximidad, Un verdor terrible es vitrina para las vidas excesivas de científicos fracturados en el primer mundo. Otro propósito, sin embargo, el de Zoila: ponerse al servicio del bien común de una ciudad chiquita, atravesada por un río flaquito. Dice Stefan Zweig que «la historia crea a la perfección, no precisa de una mano que la ayude, sino, tan solo, de palabras respetuosas y expresivas».
La historia de Arequipa es misteriosa e importante. No la conocemos. Desconocemos mayormente. Así que la novelista ofrece amables palabras, cargadas de emoción, para organizar el relato. Ccalas y lonccos descubren un bello proyecto de nación a partir de estos pianos. Este relato coral titulado «Cantan al hablar» eleva los decibeles de estas vidas que, por estructura o por el relámpago de su tesón, son fundamentales para la construcción de una historia musical de Arequipa: compositores, directores musicales, estudiantes, intérpretes, técnicos, concertistas, afinadores, vendedores, importadores y comerciantes irán atravesando los diferentes niveles del siglo XX en Arequipa, desde trincheras políticas, sociales, económicas y culturales junto al resto del país ubicado a 2335 metros sobre el nivel del mar. Aquí radica uno de los pilares de esta novela: iluminar aquellas zonas que no podíamos atravesar en la cartografía del Perú.
Cinco notas alteradas
Representación / Identidad / Humanidad / Agradecimiento / Despedida
No escuchaba nombrar al jugo de alfalfa desde niño. Tengo una buena y perturbadora anécdota con el jugo de alfalfa, pero no es menester hoy. Cantan al hablar muestra a la ciudad en muchos niveles, uno de ellos es el de lo cotidiano. Esta construcción de la historia de lo cotidiano de los hogares arequipeños de diferentes clases sociales, es fundamental para incrementar el radio de acción de la identidad arequipeña.
Las naciones se fundan sobre la base de relatos. Primero existe la ficción, luego la nación. El relato es el núcleo alrededor del cual se concentra el citoplasma de las comunidades. Siendo fundamental para el proceso de formación de la identidad, el relato, en el Perú, debería asegurarse de representar a la mayoría de identidades que habitan la tierra que surge del mar de Grau. Debería. No sucede, pero debería.
El canon de la literatura peruana se construye desde Lima. Se edifica a partir de relatos que ubican a la capital en el centro del canon. El canon es endogámico y repetitivo. Y cuando los autores de ese canon intentan contar relatos desde otro espacio peruano, lo hacen apelando a una suma de errores culturales. Por eso es importante el relato fuera de Lima, escrito por autores que no son de Lima. Ese es el primer paso para construir una verdadera representación del Perú. Cantan al hablar representa a Arequipa porque es un relato de Arequipa contado desde Arequipa. Esto es bastante en el camino de la representación que buscan las ciudades peruanas que no son Lima. Es un tema político, sin duda, del que podemos conversar cuando nos encontremos por el barrio de San Lázaro o por el de Gráficos, en Selva Alegre.
En las páginas de Cantan al hablar se construye una Arequipa real que puedo oír, sentir, tocar. Existe una emoción al reconocerse en el relato y al conocer momentos y lugares inéditos de la ciudad, todos relacionados a su historia musical.Esa emoción se eleva como una escalera en cada pecho. Es la misma emoción que puede sentirse con relatos de Oswaldo Reynoso, Teresa Ruiz Rosas, Jorge Malpartida, María Nieves y Bustamante, Jimmy Britto, Yuri Vásquez, Goyo Torres, por mencionar a algunos escritores que construyen la cartografía de Arequipa desde la ficción. Esa misma emoción se extrapola en todas las comunidades que conforman el Perú, que no debería ser solo Lima, como lo señala el canon literario imperante.
Finalmente, quiero decir que Cantan al hablar es un relato muy humano. Aunque los narradores no son humanos: son pianos.jpg, sin embargo, la prosopopeya funciona muy bien. Conmueve. Los seis pianos están cargados con la sensibilidad telúrica del Misti. Sus testimonios rompen en una tibia lluvia de emociones que abona el espacio mental asignado al terruño. Y brota una música especial que se escucha en los intersticios que existen entre historia e Historia. Los pianos de Zoila Vega Salvatierra nos acercan esa música y crece la vegetación en nuestros corazones. Entendemos, en estos tiempos de robots y cyborgs, que es necesario dotar de humanidad a lo que nos rodea, para humanizarnos.
Habiendo llegado hasta aquí sin partituras rotas, me toca agradecer a Víctor Ruiz, editor de Planeta, por invitarme a presentar esta última novela de Zoila. Cuando uno tiene que presentar un libro se exige a una lectura más crítica de la usual. Además, esta experiencia me ha permitido hacer las paces con cierta parte de mi pasado. Uno crece y se olvida de dar las gracias a quienes lo ayudaron a formarse, sin embargo, la lectura de esta novela y la escritura de estas reflexiones me han permitido hacerlo. Espero que ustedes, ahora, tomen Cantan al hablar y hagan las paces con cierta parte de su pasado o del pasado de Arequipa.
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