La noche del 10 de enero de 2012 se convirtió en una herida abierta que Lourdes Sahua aún no logra cerrar. Su hija Mary, de tan solo 16 años, fue encontrada sin vida en la habitación donde trabajaba como empleada doméstica en una casa del distrito de Cerro Colorado, en Arequipa. Desde entonces, su madre ha caminado trece años entre oficinas fiscales, tribunales indiferentes y madrugadas llenas de llanto, buscando algo tan simple y tan esquivo: justicia.
Mary tenía el rostro destrozado por golpes y la almohada a un costado, manchada con la sangre que también fue hallada en una casaca de su empleador, Walter Alfredo Huerta Perochena. Nadie entró a robar. No había huellas ni señales de forzamiento. Solo estaban los indicios, las evidencias esparcidas como piezas de un rompecabezas que el sistema judicial de Arequipa nunca quiso armar del todo.
Aquel crimen marcó el inicio de una travesía dolorosa para Lourdes. Madre soltera de tres hijas, perdió a la mayor cuando esta aún era una adolescente. No fue solo el dolor de perder a su niña lo que la quebró, sino la forma cruel en que la dejaron ir: con frialdad, sin explicaciones, sin justicia. El día que le avisaron de la muerte de Mary, no fue una llamada de emergencia. Fue un traslado silencioso a la morgue, donde le pusieron frente al cadáver sin decirle nada más.
Desde entonces, Lourdes ha vivido con lo justo. Cobradora de combi años atrás en Arequipa. Sus recursos nunca compitieron con los de los empleadores de Mary, quienes contrataron a uno de los abogados más caros de la ciudad. Además, dejaron la vivienda apenas dos días después del asesinato.
Irregularidades en caso de menor asesinada en Arequipa
El caso estuvo lleno de irregularidades. Las pruebas estaban ahí: la casaca ensangrentada, los rastros de sangre bajo la cama del acusado. Además, la inverosímil versión del robo, los objetos supuestamente robados que luego reaparecieron. Sin embargo, en primera instancia, la jueza Magaly Navia Ortega absolvió a Huerta alegando que las pruebas eran insuficientes y que, debido a su ceguera parcial y una fractura en el pie, no podría haber cometido el crimen con tanta violencia. Ni siquiera se ordenó un análisis del ADN hallado bajo su cama.
Para Lourdes, el golpe fue brutal. La fiscal del caso, Jessica Meza, ni siquiera asistió a la audiencia de lectura de sentencia en aquel momento. Prometió apelar, pero no lo haría hasta regresar de vacaciones. En aquel momento, la justicia le siguió dando la espalda. Pero Lourdes nunca flaqueó ante el sistema de justicia adverso.
Y, sin embargo, Lourdes no se rindió
La vida, a veces, da vueltas. En mayo de 2025, trece años después del crimen, el destino le dio un respiro: Walter Huerta fue finalmente capturado por agentes de la Divincri en la plaza España, en pleno centro de Arequipa, luego de tener en su contra, tras años de lucha, una sentencia condenatoria. Tenía una orden de detención por homicidio simple, con una condena pendiente de 10 años de prisión. Su captura, aunque tardía, reavivó la esperanza de Lourdes y de todos los que han seguido su lucha silenciosa.
Hoy, Lourdes no clama justicia. Solo quiere verdad. Quiere saber por qué le arrebataron a su hija, por qué nadie escuchó sus súplicas, por qué un caso tan evidente fue tratado con tanta negligencia. Y, sobre todo, quiere que la muerte de Mary no sea solo un expediente olvidado en alguna oficina de Arequipa.
