|
La Quinta Rueda |
RAFAEL BARRIONUEVO GONZ�LES |
|
San Quixote Lamentablemente, el San Quixote no es un se�or alto y de barba acordeonada que se guarece en el borde inferior de la p�gina 11 de este Semanario. Parece, pero no es. Un sombrerito de lata cascado por la intemperie no le da ese derecho. Y aun si tuviera una lanza, cuadr�pedo a la mano, molino a la vista y frente embistiendo el horizonte, tampoco tendr�a por qu� ser el Quixote. Si fuera as� la cosa, qu� f�cil ser�a todo. El Quixote, m�s bien, podr�a ser un se�or bajito, regordete, de imbatible sombrero, insobornable levita y una mosca a guisa de corbata. Podr�a tener nuestro San Quixote un amigo larguirucho de sombrero cascado llamado Pepito Grillo. Podr�a no tener en realidad m�s que una voz fantasma que lo acompa�a. Y es que el San Quixote, en efecto, es el otro. El sanchopancesco hombrecito de traje negro. S�lo que no parece, y eso hace que su aventura sea m�s quijotesca aun. Porque, imag�nese, hablar quijotadas en esta �poca, y encima con �nimo quijotesco, no es de Quijotes. Eso es de columnistas. Eso es de correctos editorialistas que balancean argumentos con �nimo tan justiciero que igualito terminan cometiendo la injusticia de hacerse imposibles, fantasiosos, ingenuos en el mejor de los casos. El Quijote es un poco m�s pedestre. Y el San Quixote, pa� colmo, no s�lo es pedestre sino que tambi�n es peruano. Y cuando se es peruano, no quedan sino dos opciones. O lo asumes quijotescamente o haces una sanchopancesca mudanza mental a otra galaxia. Y San Quixote elige asumirlo, claro. Y lo asume con una seriedad que espanta. De hecho, con tanta seriedad que termina recurriendo a lo �nico cierto que queda: el humor. Un humor incisivo y un poco m�s, canino. Mordaz. Discordante. Como �l mismo y sus inconsistencias fison�micas. Pero por algo es San Quixote en sus dos cabezas de estatura. Algo as� debi� decirse el jueves pasado en que el libro del Quixote �un compilatorio del �ltimo par de a�os- fue dado a luz. Pero no lo dije, de tan distra�do que andaba con esta nueva criatura de tapas rojas y ochentaidos p�ginas al momento de nacer. En fin, lo digo ahora. El Quixote es el otro, el que no se parece en nada al Quijote. |