La
fábrica de vida
Es
demasiado elástica.
Sabemos
eso, aun cuando
muchos
detalles permanecen
bosquejados.
Es un tejido
complicado.
Todo
lo
excesivo ha sido
probado.
Odiamos
la
lección
de
bofetadas
tan
afiladas y dispersas
como
aguijones de abeja
en
un panal aplastado
cuando
sus celdas colapsan –
dolor
que surge
pasado
el éxtasis, enervadas hebras
lejos
de lo que
pudimos
haber dicho
conectan.
Los
pedazos que caen en la tierra
Una
podría
casi
desear
que
no lo hicieran;
caen
tan separados,
tan
al azar.
Una
no puede
esperar,
ni
abandonar
la espera.
Las
tres o
cuatro
ocasiones
de
su aterrizaje
nunca
se desvanecen.
Tendrían
que
ser
más,
nunca
serán
suficientes
para idear
un
modelo
que
corresponda
al
mandato imperativo
de
su caída.
Repetición
Intento
caminar
del
mismo modo
hacia
la misma tienda
en
equilibrio
de
cuerda floja:
cada
paso
no
exactamente
como
el anterior
riesgos
de abismo
en
lo llano.
Una
tropieza
consigo
misma
y
nada
pasa.
Pocos
son
los
que se atreven
y
menos
los
que pueden.
Es
difícil…
Es
difícil
no
salir al encuentro
para,
en cambio,
aguardar
ser
encontrada.
Es
difícil
estar
tanto
tiempo sola
y
luego oír
que
alguien
se
acerca. Es como si
una
especie de piel
se
desenvolviera
en
el aire
que,
en lugar de
desgarrarse,
tú
desgarras.
Llevando
una escalera
En
realidad
llevamos
siempre
una
escalera, pero es
invisible.
Sólo
sabemos
que
se trata
de
algo:
algo
precioso
se
quiebra; puertas sencillas
se
revelan infranqueables.
O,
en el cuerpo,
hay
demasiado
oscilar
o la gravedad ha perdido
su
centro.
Y,
en la mente,
una
capacidad de embriagarse,
se
apodera de manzanas
fuera
de alcance. Como si
uno
tuviera un modo de trepar
sin
riesgo de daño
o
culpa. |