Artes & Letras

Poesía

Kay Ryan - nació en 1945, en California, Estados Unidos.- n Recientemente fue distinguida como Poeta Laureada, uno de los puestos honoríficos más importantes de las letras norteamericanas. Kay Ryan gustaba de llevar una vida simple y retirada trabajando como profesora de inglés básico en un pequeño college de Kentfield. Su obra aún no ha sido traducida al español, excepto por esta brevísima selección.

La fábrica de vida

 

Es demasiado elástica.

Sabemos eso, aun cuando

muchos detalles permanecen

bosquejados. Es un tejido

complicado. Todo

lo excesivo ha sido

probado. Odiamos

la lección

de bofetadas

tan afiladas y dispersas

como aguijones de abeja

en un panal aplastado

cuando sus celdas colapsan –

dolor que surge

pasado el éxtasis, enervadas hebras

lejos de lo que

pudimos haber dicho

conectan.

 

 

Los pedazos que caen en la tierra

 

Una podría

casi desear

que no lo hicieran;

caen tan separados,

tan al azar.

Una no puede

esperar, ni

abandonar la espera.

Las tres o

cuatro ocasiones

de su aterrizaje

nunca se desvanecen.

Tendrían que

ser más,

nunca serán

suficientes para idear

un modelo

que corresponda

al mandato imperativo

de su caída.

 

 

Repetición

 

Intento caminar

del mismo modo

hacia la misma tienda

en equilibrio

de cuerda floja:

cada paso

no exactamente

como el anterior

riesgos de abismo

en lo llano.

Una tropieza

consigo misma

y nada

pasa.

Pocos son

los que se atreven

y menos

los que pueden.

 

 

Es difícil…

 

Es difícil

no salir al encuentro

para, en cambio,

aguardar ser

encontrada. Es

difícil estar

tanto tiempo sola

y luego oír

que alguien

se acerca. Es como si

una especie de piel

se desenvolviera

en el aire

que, en lugar de

desgarrarse,

tú desgarras.

 

 

Llevando una escalera

 

En realidad

llevamos siempre

una escalera, pero es

invisible. Sólo

sabemos

que se trata

de algo:

algo precioso

se quiebra; puertas sencillas

se revelan infranqueables.

O, en el cuerpo,

hay demasiado

oscilar o la gravedad ha perdido

su centro.

Y, en la mente,

una capacidad de embriagarse,

se apodera de manzanas

fuera de alcance. Como si

uno tuviera un modo de trepar

sin riesgo de daño

o culpa.