La
canción del camino
Era
un camino negro.
La
noche estaba loca de relámpagos. Yo iba
en
mi potro salvaje
por
la montañosa andina.
Los
chasquidos alegres de los cascos,
como
masticaciones de monstruosas mandíbulas
destrozaban
los vidrios invisibles
de
las charcas dormidas.
Tres
millones de insectos
formaban
una como rabiosa inarmonía.
Súbito,
allá, a lo lejos,
por
entre aquella mole doliente y pensativa
de
la selva,
vi
un puñado de luces, como un tropel de avispas.
…
De
viaje
Ave
de paso,
fugaz
viajera desconocida:
fue
sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un acaso;
duró
un instante, de los que llenan toda una vida.
No
era la gloria del paganismo,
no
era el encanto de la hermosura plástica y recia:
era
algo vago, nube de incienso, luz de idealismo.
No
era la Grecia:
¡era
la Roma del cristianismo!
Alrededor
era de sus dos ojos ¡oh, qué ojos, ésos!
que
las fracciones de su semblante desvanecidas
fingían
trazos de un pincel tenue, mojado en besos,
rediviviendo
sueños pasados y glorias idas...
Ida
es la gloria de sus encantos,
pasado
el sueño de su sonrisa.
Yo
lentamente sigo la ruta de mis quebrantos;
¡ella
ha fugado como un perfume sobre la brisa!
Quizás
ya nunca nos encontremos;
quizás
ya nunca veré a mi errante desconocida;
quizás
la misma barca de amores empujaremos,
ella
de un lado, yo de otro lado, como dos remos,
¡toda
la vida bogando juntos y separados toda la vida!
Nostalgia
Hace
ya diez años
que
recorro el mundo.
¡He
vivido poco!
¡Me
he cansado mucho!
Quien
vive de prisa no vive de veras:
quien
no echa raíces no puede dar fruto.
Ser
río que corre, ser nube que pasa,
sin
dejar recuerdos ni rastro ninguno,
es
triste, y más triste para el que se siente
nube
en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera
ser árbol, mejor que ser ave,
quisiera
ser leño, mejor que ser humo,
y
al viaje que cansa
prefiero
el terruño:
la
ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos
balcones, portales vetustos
y
calles estrechas, como si las casas
tampoco
quisieran separarse mucho...
Estoy
en la orilla
de
un sendero abrupto.
Miro
la serpiente de la carretera
que
en cada montaña da vueltas a un nudo;
y
entonces comprendo que el camino es largo,
que
el terreno es brusco,
que
la cuesta es ardua,
que
el paisaje mustio...
¡Señor!,
ya me canso de viajar, ya siento
nostalgia,
ya ansío descansar muy junto
de
los míos... Todos rodearán mi asiento
para
que diga mis penas y triunfos;
y
yo, a la manera del que recorriera
un
álbum de cromos, contaré con gusto
las
mil y una noches de mis aventuras
y
acabaré con esta frase de infortunio:
-¡He
vivido poco! ¡Me he cansado mucho!