Artes & Letras

Poesía

José Santos Chocano Gastañodi.- (Lima, 1875 - Santiago de Chile, 1934) "El Cantor de América», entrañable poeta nacional, fue homenajeado esta semana en la ceremonia del Centenario de la Revolución mexicana y del Bicentenario de la Independencia de ese país. Chocano vivió en México y fue Secretario del General Francisco Villa. Todo un blasón.

 

La canción del camino

Era un camino negro.

La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba

en mi potro salvaje

por la montañosa andina.

Los chasquidos alegres de los cascos,

como masticaciones de monstruosas mandíbulas

destrozaban los vidrios invisibles

de las charcas dormidas.

Tres millones de insectos

formaban una como rabiosa inarmonía.

 

Súbito, allá, a lo lejos,

por entre aquella mole doliente y pensativa

de la selva,

vi un puñado de luces, como un tropel de avispas.

 

De viaje

Ave de paso,

fugaz viajera desconocida:

fue sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un acaso;

duró un instante, de los que llenan toda una vida.

No era la gloria del paganismo,

no era el encanto de la hermosura plástica y recia:

era algo vago, nube de incienso, luz de idealismo.

No era la Grecia:

¡era la Roma del cristianismo!

Alrededor era de sus dos ojos ¡oh, qué ojos, ésos!

que las fracciones de su semblante desvanecidas

fingían trazos de un pincel tenue, mojado en besos,

rediviviendo sueños pasados y glorias idas...

Ida es la gloria de sus encantos,

pasado el sueño de su sonrisa.

Yo lentamente sigo la ruta de mis quebrantos;

¡ella ha fugado como un perfume sobre la brisa!

Quizás ya nunca nos encontremos;

quizás ya nunca veré a mi errante desconocida;

quizás la misma barca de amores empujaremos,

ella de un lado, yo de otro lado, como dos remos,

¡toda la vida bogando juntos y separados toda la vida!

 

Nostalgia

Hace ya diez años

que recorro el mundo.

¡He vivido poco!

¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras:

quien no echa raíces no puede dar fruto.

Ser río que corre, ser nube que pasa,

sin dejar recuerdos ni rastro ninguno,

es triste, y más triste para el que se siente

nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol, mejor que ser ave,

quisiera ser leño, mejor que ser humo,

y al viaje que cansa

prefiero el terruño:

la ciudad nativa con sus campanarios,

arcaicos balcones, portales vetustos

y calles estrechas, como si las casas

tampoco quisieran separarse mucho...

Estoy en la orilla

de un sendero abrupto.

Miro la serpiente de la carretera

que en cada montaña da vueltas a un nudo;

y entonces comprendo que el camino es largo,

que el terreno es brusco,

que la cuesta es ardua,

que el paisaje mustio...

¡Señor!, ya me canso de viajar, ya siento

nostalgia, ya ansío descansar muy junto

de los míos... Todos rodearán mi asiento

para que diga mis penas y triunfos;

y yo, a la manera del que recorriera

un álbum de cromos, contaré con gusto

las mil y una noches de mis aventuras

y acabaré con esta frase de infortunio:

-¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!