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La Quinta Rueda |
RAFAEL BARRIONUEVO GONZÁLES |
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Ese diez o quince por ciento Nunca falta en toda encuesta pre electoral ese diez o quince por ciento de la irracionalidad. Por más que la cuestión no admita punto a favor de la controversia. Por más que nos pregunten qué preferimos, si vivir bien y comer rico o pasarla mal y no tener qué comer. Así de obvio el asunto, y sin embargo, ese ominoso porcentaje se mantiene siempre invicto, como retando al encuestador a ver qué pasa. Uno se atreve a pensar que, tal vez, por lo irrazonable de la respuesta, esta fue dada por pura chacota. Pudiera ser, si no fuera porque cuando llega la hora de la verdad, el momento de la verdadera elección, esa chacotera fracción se mantiene en sus trece. Como si no diferenciara la broma de la seriedad, como si le diera lo mismo caminar por el reino virtual o habitar el mundo real. Viene a cuento esta introducción porque, según reciente encuesta, el inefable Luis Cáceres se levanta con ese misterioso porcentaje en sus afanes de tentar por no se cuánta vez el sillón municipal. Supongo que, cuando nos acerquemos a la época electoral, otro galifardo como Vera Ballón estará rondando por esas cifras. Insuficientes, menos mal, para ganar una elección; pero que grafican de manera escandalosa hasta qué punto se ha malogrado la calidad del votante. Porque estas posibilidades, al igual que Keiko en las presidenciales, o Kouri para la alcaldía limeña, son el gesto mórbido de la democracia. Tienen derecho, naturalmente, de expresarse y votar como le dé la gana. El problema ocurre cuando desborda el tolerable límite de la anomalía. Es decir, que fuera un 2 ó 3% de población irracional, lumpen y autodestructiva, vaya y pase. Al fin que toda sociedad está en capacidad de albergar taras sin causarse mayor daño. Pero cuando ese porcentaje se eleva, y accidentalmente se convierte en una fuerza capaz de decidir una elección, uyuyuycito. Sería como dejar que la parte delincuencial de la sociedad, el carterista de la esquina, el violador de los matorrales, el psicópata de los cerros, se encargue de custodiar el bienestar y el futuro de todos. Y ante esa posibilidad, al diablo con las formas democráticas que nos inspiran. Son amplios los límites de la democracia, pero los límites de la sinrazón lo son aun más. Que Cáceres se eleve con un diez por ciento ya es señal de algo nefasto, de que algo no funciona bien. Y no es la democracia, se los puedo jurar. Es la sociedad, ese porcentaje absurdo de imbéciles, los que nos chuequean el mundo. |