Artes & Letras

Poesía

Antonio Cisneros (Lima, 1942).- Poeta, periodista y traductor. Uno de los más importantes representantes de la "Generación del 60" Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1965 por el poemario "Comentarios Reales", el premio Casa de las Américas 1968 por "Canto ceremonial contra un oso hormiguero", y una mención en el Premio de Poesía Rubén Darío 1980, por su libro "La crónica del Niño Jesús de Chilca". Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Acaba de obtener el Premio Neruda por su trayectoria, galardón más que merecido.

Una muchacha católica toca la flauta:

Tercer movimiento (Affettuosso)

Para hacer el amor

debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,

tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra

para hacer el amor.

Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos

pero la arena gruesa es mejor todavía.

Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.

Poco reino es la cama para este buen amor.

Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:

que ningún valle o monte quede oculto y los amantes

podrán holgarse en todos sus caminos.

La oscuridad no guarda el buen amor.

El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo

y entonces

la muchacha no verá el dedo de Dios.

Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,

los pulmones abiertos,

las frases cortas.

Es difícil hacer el amor pero se aprende.

 

Nocturno

Vivo en una casa protegido

por mujeres pequeñas, alegres y benignas.

 

Fuera de eso, el aire es áspero y azul

(y malo para el asma).

Un abra entre las nubes y la tráquea

atrás del horizonte.

Inmóvil dentro y fuera del pulmón,

compacto y plano.

Las hormigas pululan a la luz de la luna

y sin destino.

Las aguas se retiran y nos privan

de todas las especies comestibles.

No tardes, Nora Elvira, amada y lenta.

Lenta mía y bucólica no tienes

ni siquiera la excusa

de algún verde pasado rural.

 

Oración

Qué duro es, Padre mío, escribir del lado de los vientos,

tan presto como estoy a maldecir y ronco por el canto.

Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu Reino,

si habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas.

Cómo decirle pelo al pelo

diente al diente

rabo al rabo

y no nombrar la rata.

Taberna

En las tinieblas los cuerpos envejecen

sin que nadie repare en el escándalo.

Un rostro amable y terso se confunde

con los belfos que van hacia la muerte.

 

Por eso somos hijos de la noche

a la puerta del templo. Un lamparín

es también el anuncio de reposo

para los cazadores extenuados.

 

Una taberna, por ejemplo, es en la noche

el frontispicio de las maravillas.

 

O al menos una luz en las colinas

donde rondan los perros salvajes.

 

Nadie teme a la muerte adormecido

en su mesa de palo y sin embargo

entre los altos vasos apacibles

se enfría el corazón con la insolencia

(y el encanto tal vez) de un tigre adulto

en la plaza del pueblo a pleno día.

 

Ninguna confidencia en verdad nos degüella.

Ni la risa recuerda a un jabalí

de pelambre dorada y fino precio.

El páncreas es un campo de ciruelas.

Los diablos apagan la linterna.

Aguardan (como suelen) donde cesa la luz.