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Hitchcock a medio siglo de Psicosis

Han pasado cincuenta años del estreno de "Psicosis". Una de las últimas realizaciones del genial Alfred Hitchcock, referente ineludible del cine de suspenso. Cuando en los años ochenta el serial killer movie se puso de moda, fueron las secuelas de "Psicosis" las que dieron la primera cuchillada. Ninguno de estos asesinos de moda asustó tanto como Norman Bates.

Incluso quien no ha visto la película recuerda la escena de la ducha. El personaje de Janet Leigh, de quien podría decirse que realmente murió en esa escena pues nunca más volvió a tener un rol protagónico, es brutalmente asesinada... Se inicia la secuencia con la sombra afilada del cuchillo proyectada en la cortina de baño, finalmente la sangre escurriéndose por el sumidero. En el medio los gritos de la víctima, un conato de lucha, la silueta borrosa de la madre de Norman Bates, la supuesta asesina; y esos golpes agudos, estridentes de violín, acentuando cada cuchillada. La escena ha sido tantas veces plagiada, parodiada en una que otra comedia y hasta he escuchado la clásica musiquita de los violines estridentes sonando como ringtone.

"Psicosis" se estrenó en 1960 y fue rodada toda en blanco y negro, cuando el technicolor ya hacía veinticinco años que se había apoderado de la industria. No fue por mero capricho que Hitchcock decidió prescindir del color al momento de rodar su película. Había que seguir cierta estética propia del género gótico. En lugar del castillo abandonado hay una vieja casa en las afueras de la ciudad, igualmente tenebrosa; la incesante tormenta, sacudida de truenos, iluminada a ratos por relámpagos, elemento indispensable del género; y en lugar del fantasma que ronda, en su insuperable versión psicoanalítica, la madre muerta de Norman Bates.

La tradición del gótico, o la adaptación cinematográfica de la novela gótica, demandaba la ausencia de color en pos de lograr esa atmósfera tétrica, lúgubre, avejentada. Detalle, no menor, que tendría que haber conservado el pésimo remake que se hizo de "Psicosis" hace unos años, con Vince Vaughn como Norman Bates, papel que interpretara insuperablemente Anthony Perkins. Demás está señalar en el filme original el horror constante, la violencia teñida de sangre, la locura. Elementos que ya se hallaban presentes en la novela de Robert Bloch, autor además de "La sombra que huyó del capitel" y "Cuaderno hallado en una casa deshabitada", absolutamente gótico. Hitchcock era de esos cineastas capaz de convertir una novela mediocre en una película más que notable. "Psicosis" es el mejor ejemplo; seguida de cerca por las adaptaciones de "Los pájaros" (otra novela) y de "La soga" (una obra de teatro). Desde lo técnico, "Psicosis" es una clase magistral del contrapicado. Recurso que nada tenía que ver con el afán de conseguir espectacularidad, común en el cine de hoy; el contrapicado se relacionaba entonces con una mirada sobrenatural, vigilante, omnisciente. Indicaba un punto de vista, no un mero alarde técnico.

A mediados de los años ochenta, Anthony Perkins protagonizó las dos secuelas que se hicieron de "Psicosis", la última de ellas dirigida en 1986 por el mismo Perkins. Ninguna de ellas, demás está decirlo, iguala a la realizada por Hitchcock. Junto con las secuelas, aparecieron otras películas cuyos protagonistas eran también asesinos seriales, un tanto más gores, pero bastante lejos de provocar en el espectador el mismo espanto, los mismos escalofríos. Habría que esperar una década, hasta la salivante aparición del Dr. Hannibal Lecter o del mesiánico asesino de la extraordinaria "Seven", para apreciar el efecto Bates. No es gratuito que el último asesino serial, a la altura de Bates por lo menos en su versión literaria, apellidara Bateman ("Psicópata Americano" de Bret Easton Ellis). (Daniel Martínez)