luis maldonado valz |
Confesión de parte |
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¡Gooool! Después de haber vivido doce años en Brasil, podría decirse que es injustificable que siga siendo un ignorante en materia de fútbol, pero a algunos nos falta ese gen, no solo de jugador, sino hasta de hincha de algún equipo. Nos falta ese amor a camiseta ajena. Pero como en este mundo globalizado las pasiones son como una epidemia, se expande la "bacteria" futbolística, y no siendo inmunes a este fenómeno que atrapa millones, terminamos contagiados. Ahora leo y veo los mundiales, me gusta apreciar en la TV estos extraordinarios torneos, como el de Sudáfrica 2010, pero no voy a los estadios; sólo una vez pagué para ver un partido, en el Maracaná Santos con Pelé enfrentaba al Dínamo de Moscú. Por supuesto que fui testigo del éxtasis y del dolor de torcedores en Brasil, cuando ganaba o perdía el equipo de sus amores. El gran dramaturgo Augusto Boal fue autor de una obra de teatro que se llamó Chapetuba Futebol Clube, que ponía en escena los afanes de los moradores de una favela, que daba nombre al club, por sacar adelante su equipo en un campeonato de tercera, y claro, era una cuestión de honor ganar para mantener la categoría; los hinchas y los jugadores ponían todo de sí. El triunfo era la gloria, la derrota una tragedia. Y es que de esas pequeñas alegrías y penas está hecha la vida. Para el pueblo brasileño podían faltar muchas cosas, como una pequeña casita en vez de una barraca de lata y cartón, o comida todos los días, pero lo que no puede faltar es el fútbol, eso le llena el alma. Hasta el ’58 los brasileños todavía llevaban duelo por haber perdido el Mundial del ’54 frente a Uruguay, pesar que sólo acabó cuando ese año el Scratch ganó la Copa Rimet en Suecia, debutando Pelé con 17 años, hazaña que se repetiría el ’62 en Chile con Garrincha, el de las piernas torcidas, de condenado dribling, imposible de marcar, y que terminó como un pobre y mísero alcohólico. Nada que hacer, Brasil ha tenido y mantiene futbolistas legendarios aparte del Rey Pelé, como Nilton Santos, Amarildo, Zito, Vavá y Didí, que dirigió y clasificó nuestra selección para el mundial de México ’70, cuando los verde-amarelos obtuvieron el Tri. Hasta hace cuatro décadas, en el Perú todavía había mística entre los jugadores y equipos; recordemos a Lolo y Terry de la U, Vides y su compadre Valeriano del Alianza, Drago del Boys, Valdiviezo del Municipal, y muchos otros. Hoy, los tiempos han cambiado, el fútbol es uno de los mayores negocios del mundo, mueve millones, los cracks (no el polvo de Maradona) son magnates, facturan alrededor de un millón de USD mensual; pero los dirigentes tienen todavía sangre en la cara, como el presidente de la Federación francesa o el técnico de Brasil, que renunciaron. En cambio aquí, Burga es intocable, los futbolistas son unos engreídos e indisciplinados; lo primero que hacen cuando son fichados en la profesional, es comprarse un auto de lujo y un arete con diamante. En fútbol, el Perú es una vergüenza. |